El ajuste salvaje ya ocurrió y no terminó bien para nadie.

Escribe: Julián Saud

A pesar de la intención de este gobierno de asociarse simbólicamente con la década menemista, la presentación del presupuesto 2025 se parece más bien al breve gobierno de De la Rúa. La farandulización de la política o el ataque al funcionamiento del Estado por dar dos ejemplos de los 90, parecieran no alcanzar para repetir el fenómeno que puso a Carlos Menem y su ministro de economía Cavallo a la cabeza de un proceso de caída de la inflación. Con el dato reciente del INDEC de agosto de 4.2% parece cada vez más lejos ese escenario.

Aunque las mediciones televisivas no acompañaron al discurso del presidente, su anuncio rimbombante de un Presupuesto 2025 que cambie para siempre la historia de la argentina terminó siendo una simple copia de los anuncios del gobierno radical de principio de siglo. El anuncio se puede sintetizar en la idea perversa de que primero hay que pagar la deuda y después ver si sobra. En junio del 2001, el entonces presidente Fernando de la Rúa promulgó la “ley de Déficit cero” en donde se establecía que el gasto público no podía superar la recaudación. Al mes de esta ley, Patricia Bullrich oficializó el recorte de 13% a los jubilados. A los 3 meses, Cavallo tuvo que renunciar y a los 6 meses el país estalló y De La Rúa se fue en helicóptero. En su discurso dijo de forma textual: «Este proyecto que estamos presentado tiene una metodología que blinda el equilibrio fiscal sin importar cual sea el escenario económico». Algo así como el blindaje que anunció el gobierno radical antes de la crisis del 2001 con el agregado de que en aquel entonces ni siquiera había inflación.

El problema en la Argentina no es el déficit fiscal sino la demanda de dólares que requiere nuestro país. La famosa restricción externa. La demostración de que esto es así la dio el propio Milei. Cuando dice que lo primero que va a hacer en su presupuesto es resguardar los dólares para el pago de deuda, está diciendo que el planteo del déficit cero es la excusa para no decir que primero le va a pagar al FMI y después el funcionamiento del estado. Las prioridades están claras. Su puesta en escena subido a un banquito para disimular su baja estatura, con una banda presidencial que usa para reafirmar su condición de presidente y un bastón que usa de manera literal no le alcanzan para disimular la pregunta que a 9 meses todos y todas nos hacemos: ¿cómo va a hacer para sostener esta situación sin que le estalle en las manos?


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