25 abril, 2025

Sacrificio y esperanza podrían ser dos de las palabras para nombrar el tanatismo que se expande sobre la Argentina desde hace un año y medio a esta parte. Y otras dos, tal vez como sinónimos de aquellas, pueden ser reacción y emancipación.

Escribe: Rocco Carbone

Sacrificio y esperanza podrían ser dos de las palabras para nombrar el tanatismo que se expande sobre la Argentina desde hace un año y medio a esta parte. Y otras dos, tal vez como sinónimos de aquellas, pueden ser reacción y emancipación.

La palabra fascismo ya ha sido dicha entre nosotrxs. Esa categoría remite a un poder y un movimiento complejos. Y es una palabra de difícil enunciación en la Argentina. El fascismo creo que puede ser entendido como un frenesí de violencia al por menor -dirigida contra todxs lxs que no están contenidxs dentro de su campo de fuerzas-, neurosis del sentido común amplificada por una máquina totalizadora de la vida (el celular) y respuesta (preventiva) del capital en crisis contra la emancipación popular.

El fascismo implica la defensa de ese orden que se consolidó a través de la expansión de la economía capitalista. En el caso del fascismo arqueológico se trata de la defensa de la economía capitalista correspondiente a la primera revolución industrial. El fascismo contemporáneo o silencioso implica la defensa de la economía capitalista de plataforma o financiera. Como categoría arqueológica, el fascismo es la antítesis de la revolución (del comunismo, si se quiere). Como categoría contemporánea, es la antítesis de la emancipación. Es la reacción a la emancipación. En clave nacional, la emancipación está encarnada en el campo nacional y popular y, en clave internacional, está encarnada en ese puñado de países que plantean un nuevo régimen de acumulación y legitimación sustitutivo de la globalización neoliberal. El presidente Milei nombra todo esto como “colectivismo”, “socialismo” o “zurdos…”, que en nuestra América tienen distintas refracciones. Pienso en los proyectos -dísimiles sin duda- de Lula, Maduro, Petro, López Obrador. En un librito que se llama Ensayos sobre el Fascismo (2008), un socialista liberal como Norberto Bobbio identificó la vertiente antiemancipatoria del fascismo arqueológico. Y Bobbio dice esto: “dondequiera que el fascismo se presente, se presenta como anticomunismo, como la única oposición posible contra el comunismo”. La palabra comunismo en nuestra América me parece que puede ser traducida como emancipación.

Clases sociales

Surge de la clase media, que en la lucha de clases suele asumir un papel subsidiario, sobre todo cuanto se siente desclasada. Y los líderes que surgen de la clase media tienden a ser dependientes de los grandes sujetos del capitalismo. Estos líderes encuentran inspiración en el campo del gran capital y tienden a ser figuras de segunda categoría. De hecho, el fascismo puede ser pensando como la reacción de la clase media (desclasada) apoyada por la clase de los propietarios. Por eso vemos peregrinar al presidente Milei hacia los escenarios centrales del capitalismo del siglo XXI.

El propio presidente Milei es un pequeñoburgués desclasado. Un pequeño que rechaza convertirse en trabajador. En este sentido clasista el presidente Milei es un inadaptado. Digo esto porque cuando revistaba como diputado demostraba esa inadaptación a la clase y al trabajo a la hora de rifar su salario. Esa rifa muestra que rechazaba su condición de trabajador. ¿Y cómo logró elevarse de esa condición desclasada? Logró una elevación social maldiciendo la emancipación; emancipación que él suele definir como “los años de decadencia”. Su ira contra la emancipación popular -de tradición peronista y de izquierdas- se transformó en un estímulo. El presidente Milei se decidió a subir más alto y organizó un momento altamente reaccionario en la vida política. La reacción a la que me refiero no la organizó él, sino que la organizó su clase. Una clase que está configurada por empleadxs mal pagos de una economía derruida por el préstamo que se solicitó ante el FMI; una clase habitada por trabajadores informales mal insertadxs en la vida del país, por ser esclavizadxs por el capitalismo de plataforma; sujetos además taladrados por un aparato colosal de propaganda que constituye un sentido común anticlasista. Pues bien, esta clase se inflamó rápidamente con el discurso y la retórica vacía de la libertad. Esta reacción de clase media (desclasada) contra la emancipación se empalmó con el temor propio de las clases poseedoras: con el temor de la vuelta de la emancipación. En síntesis, la emergencia del fascismo es el resultado de una alianza entre la clase media desclasada y las clases poseedoras gorilas. Esa alianza se dio también por la crisis moral, social y económica sobredeterminada por la pandemia.

Reacción

El momento histórico reaccionario se precipita luego de un momento emancipatorio. En la Argentina el momento emancipatorio se había comprometido a resolver -con cierta radicalidad- las viejas contradicciones sociales (anteriores a 2001). En el momento reaccionario, las viejas clases dominantes se unen. Y lo hacen para vengar las humillaciones, para vengar esas pérdidas materiales provocadas por la redistribución. Por esa redistribución de la riqueza organizada por la emancipación. Pues bien, los segmentos sociales que a lo largo del momento emancipatorio estaban más o menos fragmentados y desmoralizados, en el instante reaccionario se empalman y experimentan una explosión de energía. Esta energía se manifiesta a través de la revancha, el odio, la violencia. En cuanto a la clase media: esa clase se había entusiasmado con la pasión emancipatoria, se había entusiasmado con la fuerza erótica de la Patria Grande. Pero en el momento reaccionario esa clase tiende a sucumbir ante la derrota: ante la decepción de la derrota. Y entonces se aleja de la emancipación. Se entrega a la reacción, se entrega a los enemigos de la marea democratizadora. Estoy tratando de sugerir que la clase media se desclasa. Pero en el momento reaccionario sucede también otra cosa. Sucede esto: en el corazón de emancipación se activan las fuerzas centrífugas de la reacción. Y entonces algunos fragmentos políticos se desprenden de la emancipación y se integran a las filas enemigas. Es el caso de Scioli, a quien acompañamos en su momento, desgarradamente.

¿Por qué emerge la reacción?

La reacción surge como respuesta a una incapacidad. A la incapacidad de la emancipación de resolver las contradicciones a las que se enfrenta una sociedad. La reacción emerge cuando se da una falta de correspondencia entre la fuerza política que sostiene la idea de la emancipación y la incapacidad de esa fuerza de satisfacer las aspiraciones sociales y económicas de la sociedad. La reacción además de hacerse (del poder) del Estado, tiene otro propósito: reestructurar la sociedad. En ese momento de reestructuración las clases medias, esas clases que se habían entusiasmado con la marea emancipatoria, dudan, titubean y tienden a darle la espalda a esa inspiración colectiva que las había beneficiado. El beneficio fue económico pero ese beneficio se verificó también a través de la ampliación de derechos. ¿Qué sucede con los estratos reaccionarios? Los estratos reaccionarios pertenecen a todas las clases. Esos estratos en el momento emancipador tienden a acovacharse. En cambio, en el momento reaccionario levantan la cabeza y, a través de sus voceros mediáticos y políticos, repiten un mantra: “se lo habíamos dicho, la emancipación es un espejismo que lxs ha engañado”. Ahora, la reestructuración de la sociedad en la Argentina implica expandir discursos de odio, dosis calculadas de violencia, suministradas a diario, y un declive de la economía que afecta el nivel de vida social de las capas medias y bajas. Cuando estas dimensiones se anudan una sociedad más o menos armoniosa es imposible. De hecho, habitamos una sociedad rota, una sociedad en estado sacrificial.

Pandemia

Para entender la emergencia del fascismo silencioso que nos gobierna debemos tener en cuenta esa situación anormal, atormentadísima y, bajo muchos aspectos, contradictoria: la pandemia. En los años pandémicos se profundiza una crisis de legitimidad de las fuerzas progresistas latinoamericanas. Fuerzas que ya habían sido afectadas por distintos golpes de Estado (Honduras, 2009; Paraguay, 2012; Brasil, 2016; Bolivia, 2019) y, contemporáneamente, se despliega la legitimación de la promesa de un nuevo régimen. Ese régimen nació de la fuerza de la protesta contra las políticas del cuidado de la vida (que fueron entendidas como cercenamiento de la libertad, vigilancia y control desmedidos). Este régimen se fue consolidando en poco tiempo a través de los consensos elaborados a través de una máquina colosal de propaganda (mediaticidad monopólica + redes sociales).

Prepandemia

En los años prepandémicos, en América Latina, se desarrolló una experiencia de democratización radical, una experiencia que se había convertido en una realidad muy palpable. Esa experiencia con características populares no era solo un fantasma, una latencia o una posibilidad, sino un poder real. Entre 1998 y 2015 las clases antagonistas a las clases propietarias ya no constituían un partido ni un movimiento, sino que se habían convertido en Estado. Ese Estado más o menos plebeyo ya no era un mito, un sueño o una posibilidad. Y para las clases propietarias, el peligro del Estado latinoamericano plebeyo, democrático y radical, se había vuelto algo real, palpable. Se había vuelto un problema urgente a resolver para las clases propietarias. Quiero decir que esas experiencias no constituían apenas un proyecto que venía a disputar su papel en la historia. Chávez, Correa, Lugo, Lula, Evo, lxs Kirchner, Mujica no integraban apenas un movimiento de oposición. Y entonces no bastó con oponerles una fuerza conservadora más o menos común y legítima porque esos nombres y las experiencias políticas que organizaron se habían vuelto Estado. Entonces, se avanzó con una batería de golpes (de Estado o parlamentarios). El propósito de esos golpes era poner en crisis la legitimidad de ese orden plebeyo. Un orden que se venía manteniendo exitosamente de La Habana a Tierra del Fuego. Entonces, frente a la amenaza de la emancipación continental democrática y radical que había tomado el Estado se hizo necesario un remedio mucho drástico que el golpe. Se hizo necesario responder con una reacción musculosa. Con una revolución reaccionaria, con una fuerza mimética de la emancipación. Con una fuerza sacrificial. Y puesto que en la Argentina las fuerzas populares -fuerzas cansadas por la experiencia pandémica y también por un gobierno que no entendió los modos disidentes de las democracias radicales latinoamericanas y del kirchnerismo-, esas fuerzas no lograron frenar el expansionismo de Milei. Y por eso mismo el mundo tiene un nombre argentino para el fascismo del siglo XXI: la “libertad”; desde ya, veleidosa, vacía, falsa.

Conclusiones

La víctima obvia del proceso que empezó en diciembre de 2023 es la emancipación. Desde ya, no es la única: también la paz ha sido afectada. Esto se debe a la magnitud y la naturaleza del poder de un grupo muy pequeño de actores que empalman una racionalidad fascista con el poder imperialista global. En este sentido, cualquier cosa que se parezca a una democracia real parece cada vez más improbable. La fuerza política que puede hacer algo para limitar este poder espeso y mantener viva la esperanza de la democracia es aquella que sepa expresar una organización de confluencia de las grandes tradiciones políticas emancipadoras: peronistas y de izquierdas. Una fuerza cookista. Ése me parece el signo de una esperanza posible a acompañar desde el campo de vida de las ideas.

Portada de David Alfaro Siqueiros – La lucha por la emancipación

Esta nota forma parte de la edición digital de revista hamartia Año 15 / Marzo 2025


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