Escribe: Gabriel De Milo

Esta semana se cumplieron 40 años de la publicación del primer álbum de The Smiths. La mítica banda inglesa publicaba su disco “The Smiths” con el cual irrumpiría en la escena local de manera abrupta y arrasadora. Por aquellos años la música en esa gris y lluviosa Manchester atravesaba un período de incipiente explosión de nuevos sonidos, que iban del glam, al punk, surfeando por el dark. Los comandados por un joven Morrissey, que desbordaba de intenciones y palabras que decir, irrumpieron en la escena con un disco que revolucionó creativamente el sonido de la época. Un glorioso coequiper como Johnny Marr, supo elaborar en su guitarra imperiosas melodías, para crear canciones que aún hoy son himnos de generaciones enteras. De esta manera, buceando entre la filosa pluma de Morrissey y la punzante guitarra de Marr, los muchachos de The Smiths dejaron atrás lo que hasta ese momento había sido una larga época de presuntuosidad que venía de la mano del rock progresivo de los 70’, para llevar de las narices a todo aquel que los escuchase hacia el mundo de la diversidad, no solo musical, sino también desplegando de una manera audaz para la época una sensualidad que se transformó con el tiempo en un sello de la banda.

La óptica cruda y fatal de Morrissey con respecto al amor caló profundamente en el público generando un desconcierto que los supo abrazar y contener. Había allí, en aquel andrógino joven de gafas gruesas, en ese intelectual con aspecto de incipiente hipster, miles de palabras transformadas en historias que muchos necesitaban escuchar para sentirse representados. Entre las canciones de este primer disco de la banda se encontraban «Hand In Globe», «What Difference Does It Make?” y “The Charming Man”. Todas ellas exponen temas como la complejidad de la vida y la ambiguedad. El arte de tapa del álbum no podía quedar por fuera de su contenido, y nos muestra a un Joseph Angelo Dallesandro, protagonista de películas de Andy Warhol, posando con su torso para exaltar la belleza de un cuerpo exuberante. Todo en este debut de The Smiths es complejo y revolucionario para la época, y a la vez no deja de ser romántico y poético.

Pasaron 40 años de aquel comienzo, de este primer disco de una de las bandas fundamentales de la música. Muchas son las virtudes que se le pueden atribuir a este debut que llevó musicalmente a sus escuchas, entre otras cosas, a dejar de lado los ideales externos, abandonar definitivamente los resquicios del sueño americano que muchas de las canciones del momento intentaban inocular, y transformar así lo oscuro del punk o el dark y lo brillante del glam, en nuevas melodías, propias de todo aquel preparado para aceptarlas, para escucharlas, para bailarlas. Una nueva revolución estaba comenzando en la música, una revolución con flores, con poesías, con corazones rotos, con amores prohibidos y ocultos, una revolución que sonaba tan hermosa como se lo proponía.


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