UN HOMBRE SOLO: JOHN WILLIAM COOKE, HACIA UNA TEORÍA DEL POPULISMO
Algunos núcleos teóricos claves del pensamiento de John William Cooke.
Escribe: Artemio López
En memoria de Gustavo Groba
Secuestrado el 3 de junio de 1977
aún continúa desaparecido.
Dos caminos
«La antinomia peronismo – antiperonismo es la forma concreta en que se da la lucha de clases en este período de nuestro devenir». Cuando John William Cooke enunció esta sentencia allá por 1966 en su texto Peronismo y Revolución, estaba gestando un doble nacimiento: El más espectacular intento de incorporar núcleos conceptuales del entonces reciente marxismo no estalinista al interior del discurso y práctica peronista y, contrario sensu, ponía en forma los principales señalamientos surgidos de la reflexión y práctica peronista para intentar construir al interior de la teoría marxista en general y la teoría regional de la ideología en particular, el status teórico del modelo de organización y discurso populista (1).
El primer camino abierto por Cooke de introducir núcleos teóricos marxistas dentro del discurso y práctica populista es bien conocido por sus efectos: Es clara la influencia que el pensamiento de John William Cooke tiene sobre amplios grupos de intelectuales peronistas y dirigentes de organizaciones gremiales, guerrilleras y políticas desde mediados de los años sesenta.
En efecto, tanto sobre la primera y segunda fase de organización y resistencia peronista, la CGT de los Argentinos y los programas de La Falda y Huerta Grande, como en numerosos grupos de intelectuales reunidos en diarios y revistas desde el pionero, “De Frente”; «Nuevo Hombre» ;»Cristianismo y Revolución, «Envido» hasta «Militancia» y sobre investigadores notables como Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, resulta fuerte la inspiración cookista.
Igualmente son tributarios explícitos del pensamiento de Cooke grupos guerrilleros emblemáticos como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y organizaciones político – territoriales múltiples, cuyo paradigma fue el denominado Peronismo de Base.
Sin embargo, es menos conocida y probablemente aún mucho menos aceptada, la notable correspondencia del pensamiento de Cooke con novedades teóricas singulares, en particular con la posterior conceptualización marxista del populismo, cuyo texto de madurez resulta aún hoy «Política e Ideología en la Teoría Marxista. Capitalismo, fascismo, populismo», editado por editorial SXXI en 1978, escrito por el historiador argentino Ernesto Laclau.
Es la módica pretensión de este artículo tan sólo señalar algunos núcleos teóricos claves del pensamiento de John William Cooke, en dirección a tomar nota de las novedades que aporta a la formalización aún pendiente de una teoría sobre el populismo en general y el peronismo como caso particular.
Influencias Teóricas
Hasta la conceptualización realizada por Ernesto Laclau, el marxismo vulgar de corte economicista y políticamente estaliniano propalado con sagrada furia por los Partidos Comunistas, impugnaba fuertemente las interpelaciones ideológicas de los populismos.
En efecto, la vieja troica marxiana guardaba la certeza de que la característica central de la ideología y práctica populista resultaba la apelación al pueblo por encima de las divisiones de clase, por lo que , así conceptualizada, la categoría pueblo cuando no simple chascarrillo de la «burguesía» ,devenía en pura retórica capaz de sobrevolar sobre las contradicciones de clase, restándole a estas toda centralidad teórica y política.
Tributaria sin duda de las lecturas evolucionistas de los fenómenos populistas, cuya expresión de mayor envergadura intelectual en nuestro país la constituyó Gino Germani, la visión marxista tradicional, aunque teóricamente muy inferior a la del sociólogo italo- argentino, tampoco veía en los fenómenos populistas más que un estadio atrasado o en el mejor de los casos anterior en el desarrollo del discurso y organización de masas, perfectamente articulado con el estadio previo a la madurez capitalista de las relaciones sociales de producción.
Así las cosas, sujetos a la matriz conceptual del marxismo vulgar, sociedades atrasadas que transitaban el estadio de organización y discurso populista marchaban raudas e indefectiblemente a la madurez donde al fin dominará el formato clasista de organización y discurso de las prácticas de los sectores subalternos al tiempo que se impondrán las relaciones sociales de producción capitalista.
Ciertamente, aunque Cooke no era absolutamente ajeno al paradigma teórico evolucionista, como espléndido ejemplo de articulación entre práctica y teoría , fue su práctica política vinculada al peronismo la que sin duda lo impulsó a decretar los funerales teóricos de la dulce espera de la madurez capitalista (2).
En este sentido hay en Cooke una conceptualización del momento de organización y discurso populista como momento pleno y necesario – en las formaciones económico sociales periféricas.
El puente teórico que permite a Cooke salir por arriba del laberinto evolucionista fue la combinación de la Teoría de la Hegemonía gramsciana para el tratamiento del conflicto de clases junto a la formulación de la cuestión nacional – despojada del corsé «burgués» – mediante la aplicación de la después muy famosa Teoría de la Dependencia, desarrollada inicialmente por los marxistas norteamericanos Paul A. Baran y Paul Sweezy, de la que, cabe señalarlo , Cooke fue también un lector-introductor pionero.
Lamentablemente, tanto la influencia de los teóricos norteamericanos así como la notoria inspiración en Antonio Gramsci del pensamiento cookista no fue claramente explicitada y más bien resultó escamoteada por la mirada arqueológica presente en algunos textos (3).
Sin embargo, para ponderar las deudas con Gramsci, a la por demás prolífica utilización en los análisis cookistas de la categoría no leninista de hegemonía (entendida como proceso por el cual una clase dominante se transforma en dirigente) que señalaremos brevemente, observe el lector una gambeta común en ambos: John William , al igual que Antonio Gramsci en sus escritos desde la cárcel, hace funcionar sobre sus textos una curiosa práctica de ocultamiento.
En efecto, si el filósofo italiano en los Quaderni del cárcere travestía bajo extravagantes palabras conceptos marxoleninistas evidentes para eludir el ojo de su carcelero, el Bebe entrecomillaba las citas de filiación marxista explícita pero, misterio de los misterios… jamás aclaraba a quién pertenecía la frase entrecomillada. Eludía Cooke a su propio carcelero, que, claro está, era el ojo idiota de la burocracia partidaria, siempre dispuesta a cotejar cada susurro con las “veinte verdades”. Aún hoy persiste esta parodia los dueños del “peronómetro”.
Profundizando la influencia gramsciana en su costado más teórico, la notable utilización de la categoría de hegemonía también merece ser brevemente señalada.
Cooke desarrolló un sofisticado diseño argumental para caracterizar el concepto de clase social en general y clase dominante en particular. Lejos de adherir a la visión monista típica del reduccionismo marxista tradicional dominante/dominado, articulados en una relación antagónica, para la descripción de la clase dominante el Bebe sostenía – claramente inspirado en Gramsci- la existencia – al interior de las relaciones sociales de producción- de diversas facciones de clase con intereses divergentes, aunque no antagónicos, articulados sobre lo que denomina núcleo hegemónico que les confiere unidad política. Este proceso de construcción de hegemonía cuyo efecto central es la unidad política de las diversas facciones de clase supone la integración de los múltiples intereses particulares sujetos al interés general representado por la facción de clase dominante, ahora constituida en clase dirigente (4).
Con respecto a la influencia de Baran y Sweezy, cabe acotar que muy probablemente Cooke había leído Teoría del Desarrollo Capitalista de Paul Sweezy – cuya primera edición en castellano data de principios de los años cincuenta- junto a las reflexiones desarrolladas en artículos emblemáticos para los años sesenta, en particular Sobre la Economía Política del Atraso , donde Paul A. Baran describe las tesis del desarrollo desigual centro-periferia como proceso complementario y ciertamente necesario del capitalismo monopolista, reflexión que posteriormente ampliará en su texto La Economía Política Del Crecimiento y, ya mediados de los sesenta, en su obra central El Capital Monopolista cuya edición primera es de 1966, dos años antes de la muerte de John William (5).
Al respecto, es en el magnífico Peronismo y Revolución donde Cooke introduce explícitamente al lector en su visión de la Teoría de la dependencia, suculento cuerpo conceptual donde a la postre nuestro autor encontrará la legalidad teórica que requería su inquebrantable compromiso político con el peronismo: Si el estadio atrasado en el desarrollo del modo de producción es un efecto necesario e inexorable en la periferia del desarrollo desigual del capitalismo a escala planetaria, el populismo rápidamente asume status de modalidad de organización y discurso pleno. La organización y discurso populista resultan entonces característicos de esta etapa de las formaciones sociales dependientes cuyas burguesías no han podido realizar el modelo tradicional de desarrollo económico capitalista por lo que el proletariado no necesariamente deberá reproducir el formato de organización y discurso típico de los países centrales , cuya modalidad de mayor prosapia política y teórica era el inefable Partido de clase.
Así las cosas, y sosteniendo teórica y políticamente la existencia de contradicciones de clase, en sus reflexiones teóricas desarrolladas ya a mediados de los años sesenta, Cooke plantea que el populismo en general y el peronismo como caso particular, expresa bajo la modalidad del antagonismo » la forma concreta en que se da la lucha de clases en este período de nuestro devenir» (6), esto es la forma de discurso y organización específica en un período histórico determinado de una formación económico-social periférica concreta.
En igual dirección Ernesto Laclau planteaba una década después que «Pueblo no es un mero concepto retórico, sino una determinación objetiva, uno de los polos de la contradicción dominante a nivel de una formación social concreta” (7).
Al avanzar en el señalamiento del tipo de contradicción característica del populismo, Laclau señalaba: «El populismo comienza en el punto en que los elementos popular-democráticos se presentan como opción antagónica frente a la ideología del bloque dominante. Nótese que esto no significa que un populismo sea siempre revolucionario. Baste que una clase o fracción de clase requiera para asegurar su hegemonía de una transformación sustancial del bloque en el poder para que una experiencia populista sea posible. Podemos señalar en este sentido un populismo de las clases dominantes y un populismo de las clases dominadas” (8).
Lo específico del populismo entonces resulta el antagonismo con el bloque dominante, situación esta, que define el comienzo de la experiencia populista, más allá de la presencia de elementos popular- democráticos en el discurso y organización.
Por otra parte, Laclau advierte (fresco aún el fracaso de la experiencia peronista del período 1973-1976), que el final abierto también forma parte constitutiva de una experiencia populista.
Al respecto, Cooke plantea también esta doble determinación del populismo peronista de enfrentamiento al bloque y final abierto como constitutivo de la experiencia populista, una década antes que la moderna interpretación pos-derrota de Laclau: » Este estilo, esta calidad especial corresponde a nuestra contradicción intrínseca de movimiento revolucionario por nuestra composición y nuestra lucha antiimperialista y antipatronal – que objetivamente hace de nosotros el término de un antagonismo irreconciliable con el régimen – mientras que organizativamente y como estructura estamos muy por debajo de nuestros requerimientos” (9).
Aún más, toda la teoría de Cooke respecto al peronismo gira en torno tanto de la potencialidad revolucionaria del populismo como a su contrario, materializado en la burocratización de las estructuras organizativas.
En esa tensión generada por la fuerte percepción de final abierto, se sitúa la metáfora de la experiencia peronista como hecho maldito del país burgués y la muy avanzada teoría de la burocracia como estilo, donde John William señala – con una rigurosidad sólo comparable a su originalidad – los núcleos teóricos principales para pensar aún hoy la problemática de la burocratización de las experiencias de organización social y políticas, particularmente las populistas.
Al respecto Cooke plantea que «Lo burocrático es un estilo en el ejercicio de las funciones o de la influencia. Presupone por lo pronto operar con los valores del adversario… pero no es una determinante exclusivamente ideológica, puesto que hay burócratas de buena capacidad teórica pero que la disocian de su práctica…» (10).
La primacía del estilo, las formas y funciones (la enigmática influencia en el análisis de Cooke) sobre los contenidos expresados bajo la modalidad de las determinaciones ideológicas, está también fuertemente vinculada a concepciones de avanzada en su época, de origen teórico marxista pero bien apartadas de las lecturas vulgares que dominaban los aparatos de difusión vinculados a los Partidos Comunistas urbi et orbi en aquellos años.
En efecto, los señalamientos teóricos inaugurados por Cooke se inscriben en este punto de la burocracia- estilo- función, en la novedosa línea de reflexión teórica abierta contemporáneamente – y aún con posterioridad a los señalamientos de Cooke – por Louis Althusser con sus reflexiones acerca de la ideología y los aparatos ideológicos de estado (11).
No abundaremos aquí en analogías pero baste considerar la primacía del «estilo» formal en Cooke en simetría con la centralidad de los aparatos por sobre la ideología (e incluso en circunstancias frecuentes por sobre el conflicto de clases) para la reproducción de una formación social(12).
La original teoría de la burocracia- estilo en Cooke, admite también como propia la sentencia pascaliana con la que, Louis Althusser intenta mostrar la eficacia de los aparatos sobre los discursos y prácticas, la primacía y materialidad del estilo por sobre los «contenidos» y las determinaciones ideológicas : “Arrodillaos, moved los labios en oración y creeréis…”
Final miope
En un mismo movimiento Cooke estuvo: Enfrentado a la izquierda tradicional tributaria del Partido Comunista Argentino («centristas de la noche a la mañana»), descreído de las versiones trotskystas de acercamiento al peronismo encarnadas en Nahuel Moreno («son más papistas que el papa»).
A su tiempo desconfió también de Arturo Jauretche, (coqueteaba con Onganía tras la Argentina Potencia), fue distante con Raúl Scalabrini y receloso de todo FORJA («la línea blanda»).
Mas aún, John William se sentía tan lejos de Rogelio Frigerio y los intelectuales desarrollistas nucleados en la revista Qué (» los Y.P.F»: Yrigoyen, Perón, Frondizi) como de los nacionalistas de origen católico del estilo de Salvador Ferla y Alejandro Olmos, ligados al locuaz padre Benítez («un ególatra»).
En fin, como puede imaginar el lector, Cooke fue política pero también – y de modo fundamental – teóricamente un hombre solo en medio de un movimiento multitudinario.
Quizá por eso, en perspectiva John William representó el punto más alto de reflexión teórica al interior del universo cultural del peronismo transformándose en un fuerte disparador conceptual en dirección al desarrollo aún hoy necesario de una teoría regional del populismo.
Paradojalmente, Cooke, quizá como tributo a la acción política que siempre lo desbordó, no produjo textos teóricos tradicionales, y sus compactas reflexiones mayormente se materializaron como informes o correspondencia, formatos heterodoxos al ensayo académico tradicional. Sin embargo, en sus breves Informe a las Bases, Apuntes para la militancia, La lucha por la liberación nacional, Perspectivas de una economía nacional y muy particularmente Peronismo y Revolución, hay más teoría política, original y refinada, que en los kilométricos ensayos de autores que, en su momento, merecieron (incluso con justicia) gran reconocimiento intelectual. Teoría política que por momentos resulta, además de refinada, muy actual la de Cooke
La visión miope de los dirigentes sin sentido histórico presenta como ‘realismo’ esta sumisión a la legalidad ficticia. La política será ‘el arte de lo posible’, pero, ‘lo posible’ no está dado por los caminos que cuidadosamente escoge el Grupo de Ocupación … Hay que cuidarse de no confundir ‘realismo’ con ‘oportunismo’.» (13)
En fin, pagando el precio de ser quién fue (14), enfermó gravemente joven, donó parte de sus órganos a los estudiantes de medicina, decidió cremar el resto de sus restos, apartó a los curas («incluso a los amigos») antes de la partida inminente y en el fin del otoño de 1968 susurrando discreto, murió.
«Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica. Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero siempre desde la lucha.
La primera condición para criticar el combate, es estar en el combate. Estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse, pero sí para mantenerse, mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese equilibrio? Nosotros; a la burguesía con durar le basta.» (15)
¿Realmente, murió?
Citas:
(1) Es probable que ambos resultados vistos desde este incierto fin de siglo pueden resultar algo estrafalarios, y no sólo por lo que le toca a Cooke, pero tenga el lector piedad que, visto desde mañana, ya podemos imaginar qué resultará de aquello que hoy pensamos.
(2) Nótese que las críticas de John William al liberalismo criollo llevan la impronta del paradigma positivista. Así, refiriéndose a la ideología de la burguesía madura en países centrales Cooke sostiene que » sería un desastre para países como el nuestro en estadios inferiores de evolución económica», Peronismo y Revolución, pág.59 y ss., Ediciones El Parlamento. BS.AS.1985.
(3)Particularmente el texto de Richard Gillespie, El peronismo alternativo, (Cántaro 1989) no establece conexiones fuertes entre el pensamiento de Cooke y las reflexiones de Antonio Gramsci, Paul A. Baran y Paul Sweezy, sobreestimando por el contrario la influencia Leninista.
(4)Para más información sobre el concepto de núcleo hegemónico, ver John William Cooke op.cit., pág. 179 .
(5)Todos estos artículos se anticipaban en el mensuario americano Monthly Review de gran prestigio y profusa difusión en los años sesenta en el país y del cual posteriormente hubo ediciones en castellano.
Un dato accesorio abona la tesis de la lectura de estos artículos por parte del Bebe Cooke leía y hablaba perfectamente inglés.
(6)Cooke, John William: op.cit., pág. 107.
(7) Laclau, Ernesto: Política e Ideología en la Teoría Marxista, pág. 193. Bs.As. 1978, Siglo XXI editores
(8) Laclau, Ernesto, op.cit., pág. 202.
(9) Cooke, John William, op.cit., pág. 21
(10) Cooke, John William, op.cit., pág. 20
(11) Althusser publica en Abril de 1970 su notable ensayo Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado, la teoría de la burocracia- estilo de Cooke, data de 1966.
(12) Para Althusser, no hay ideología sino realizándose ( siempre-ya) en y por aparatos ideológicos
(13) Cooke, John William. 2008b. Obras Completas tomo II (Eduardo L. Duhalde comp.) Buenos Aires: Colihue.
(14) Ser quién fue en Cooke no resultó precisamente sencillo. Organizador de la Resistencia peronista temprana, combatiente contra la invasión Yanqui en Bahía de Los Cochinos, el Bebe supo ser también delegado personalísimo de un Perón en aquél entonces tan metafísico como pícaro: Su decisión será mi decisión, su palabra, mi palabra, le confesaba Perón desde Caracas, allá por 1956.
(15) Cooke, John William, “Apuntes para la militancia”
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