La Rosa Roja, como muchos amigos la apodaron, descolló como uno de los principales dirigentes de la socialdemocracia internacional.

Publicada originalmente el martes 5 de marzo del 2024 por Acercándonos Cultura

Rosa Luxemburg o Róza Luksemburg, más conocida por su nombre castellanizado Rosa Luxemburgo. Fue la más joven de una familia judía de cinco hermanos, a los dieciocho años de edad se refugió en Zurich, Suiza, a causa de la persecución policial por su constante actividad política.

Años más tarde, esta luchadora proletaria, encarcelada en más de una ocasión, se trasladó a Alemania, donde se incorporó a la lucha de los socialdemócratas alemanes de izquierda contra el oportunismo. Su pequeña estatura y frágil salud contrastaron con su inteligencia, empuje y capacidad (hablaba once idiomas). Animada por las ansias de libertad, mantuvo una activa militancia socialista que la condujo a participar en la Revolución Polaca, en 1905, y a oponerse firmemente a la Primera Guerra Mundial.

Junto al político alemán Karl Liebknecht, Rosa formó la liga de Spartacus, que se convirtió más adelante en el Partido Comunista Alemán.

La Rosa Roja, como muchos amigos la apodaron, descolló como uno de los principales dirigentes de la socialdemocracia internacional. De su apasionada pluma brotaron artículos, conferencias e impresionantes discursos, que devinieron aguda defensa sin concesiones de la Revolución proletaria.

En cada acto de su existencia, Rosa dejó su sello vital, su impronta original y propia, y se convirtió en uno de los mayores talentos del pensamiento marxista de su época.
Desde muy joven fue activista del movimiento socialista. Se unió a un partido revolucionario llamado Proletariat, fundado en 1882, alrededor de 21 años antes de que se fundara el Partido Social Demócrata Ruso (bolcheviques y mencheviques).

Alrededor de 1889, su actuación llegó a oídos de la policía y tuvo que abandonar Polonia, ya que sus camaradas pensaron que podría realizar tareas más útiles en el exterior que en prisión. Fue a Zurich, en Suiza, que era el centro más importante de emigración polaca y rusa. Ingresó en la universidad, donde estudió ciencias naturales, matemáticas y economía. Tomó parte activa en el movimiento obrero local y en la intensa vida intelectual de los revolucionarios emigrados.

Rosa Luxemburgo – Stuttgart, 1907.

El Partido Socialista

Apenas dos años más tarde, Rosa ya era reconocida como líder teórico del partido socialista revolucionario de Polonia. Llegó a ser colaboradora principal del diario del partido, Sprawa Rabotnicza, publicado en París.

En agosto de 1893, representó al partido en el Congreso de la Internacional Socialista. Allí, siendo una joven de 22 años, tuvo que lidiar con veteranos muy conocidos de otro partido polaco, el Partido Socialista Polaco (PPS), cuyo principio más importante era la independencia de Polonia, y que demandaba el reconocimiento de todos los miembros de mayor experiencia del socialismo internacional.

En 1898, se dirigió al centro del movimiento obrero internacional en Alemania.

Comenzó a escribir asiduamente, y después de un tiempo llegó a ser uno de los principales colaboradores del periódico teórico marxista más importante de la época, Die Neue Zeit. Invariablemente independiente en el juicio y en la crítica, ni siquiera el tremendo prestigio de Karl Kautsky, su director «Papa del Marxismo»(como se le llamaba), lograba apartarla de sus opiniones, una vez que estaba convencida de ellas.

Rosa entregó cuerpo y alma al movimiento obrero en Alemania. Era colaboradora regular de numerosos diarios socialistas (y en algunos casos directora), dirigió muchos mítines populares y tomó parte enérgicamente en todas las tareas que el movimiento le requería. Desde el principio hasta el fin, sus disertaciones y artículos eran trabajos creativos originales, en los que apelaba a la razón más que a la emoción, y en los que siempre abría a sus oyentes y lectores un horizonte más amplio.

Entre 1896 y 1898, estalló una larga y amarga discusión. Rosa Luxemburg, que acababa de ingresar en el movimiento obrero alemán, inmediatamente salió en defensa del marxismo. De forma brillante y con magnífico ardor atacó el propagado cáncer del reformismo en su folleto ¿Reformismo o revolución?

Poco después, en 1899, el «socialista» francés Millerand participó de un gobierno de coalición con un partido capitalista. Rosa siguió atentamente este experimento y lo analizó en una serie de brillantes artículos referentes a la situación del movimiento francés en general, y a la cuestión de los gobiernos de coalición en particular. Después del fiasco de Macdonald en Gran Bretaña, el de la República de Weimar en Alemania, el del Frente Popular en Francia en la década de los 30 y los gobiernos de coalición posteriores a la Segunda Guerra Mundial en el mismo país, queda claro que las enseñanzas impartidas por Rosa no son únicamente de interés histórico.

Entre 1903-1904 Rosa se entregó a una polémica con Lenin, con quien disentía en la cuestión nacional, y en la concepción de la estructura del partido y la relación entre el partido y la actividad de las masas. En 1904, después de «insultar al Káiser», fue sentenciada a nueve meses de prisión, de los cuales cumplió solo uno.

En 1905, con el estallido de la primera revolución rusa, escribió una serie de artículos y panfletos para el partido polaco, en los que exponía la idea de la revolución permanente, que había sido desarrollada independientemente por Trotsky y Parvus, pero sostenida por pocos marxistas de la época. Mientras que tanto los bolcheviques como los mencheviques, a pesar de sus profundas divergencias, creían que la revolución rusa había de ser democrático-burguesa, Rosa argüía que se desarrollaría más allá del estadio de burguesía democrática y que podría terminar en el poder de los trabajadores o en una derrota total. Su slogan era «dictadura revolucionaria del proletariado basada en el campesinado».

Sin embargo, pensar, escribir y hablar sobre la revolución no era suficiente para Rosa Luxemburg. El motto de su vida fue: «En el principio fue el acto». Y aunque no gozaba de buena salud en ese momento, entró de contrabando en la Polonia rusa tan pronto como pudo (en diciembre de 1905). En ese momento el punto culminante de la revolución había sido superado. Las masas todavía estaban activas, pero ahora vacilantes, mientras la reacción alzaba su cabeza. Se prohibieron todos los mítines, pero los obreros todavía los celebraban en sus fortalezas: las fábricas. Todos los periódicos de los trabajadores fueron suprimidos, pero el del partido de Rosa seguía apareciendo todos los días, impreso clandestinamente. El 4 de marzo de 1906 fue arrestada y detenida durante cuatro meses, primero en la prisión y posteriormente en un fuerte. A causa de su mala salud y de su nacionalidad alemana, fue liberada y expulsada del país.

La revolución rusa dio vigor a una idea que Rosa había concebido años atrás: que las huelgas de masas (tanto políticas como económicas) constituían un elemento cardinal en la lucha revolucionaria de los trabajadores por el poder, singularizando a la revolución socialista de todas las anteriores. A partir de allí elaboró aquella idea en base a una nueva experiencia histórica.

Entre 1905 y 1910, la escisión entre Rosa Luxemburg y la dirección centrista del SPD (del que Kautsky era el portavoz teórico) se hizo más profunda. Ya en 1907, Rosa había expresado su temor de que los líderes del partido, al margen de su profesión de marxismo, vacilarían frente a una situación que requiriera acción. El punto culminante llegó en 1910, cuando se produjo una ruptura total entre Rosa y Karl Kautsky por la cuestión de la vía de los trabajadores hacia el poder. Desde ese momento, el SPD se dividió en tres tendencias diferenciadas: los reformistas, que progresivamente fueron adoptando una política imperialista; los así llamados marxistas de centro, conducidos por Kautsky (ahora apodado por Rosa Luxemburg «líder del pantano»), quien conservaba su radicalismo verbal pero se limitaba cada vez más a los métodos parlamentarios de lucha; y el ala revolucionaria, de la que Rosa Luxemburg era la principal inspiradora.

En 1913, publicó su obra más importante: La acumulación de capital. (Una contribución a la explicación económica del imperialismo). Ésta es sin duda, desde El Capital una de las contribuciones más originales a la doctrina económica marxista. El problema central que estudia es de enorme importancia teórica y política: los efectos que la expansión del capitalismo en territorios nuevos y atrasados, tiene sobre sus propias contradicciones internas y sobre la estabilidad del sistema.

El 20 de febrero de 1914, Rosa Luxemburgo fue arrestada por incitar a los soldados a la rebelión. La base de esta acusación fue una arenga en la que declaró: «Si ellos esperan que asesinemos a los franceses o a cualquier otro hermano extranjero, digámosles: ‘No, bajo ninguna circunstancia'». En el Tribunal se transformó de acusada en acusadora, y su disertación (publicada posteriormente bajo el título Militarismo, guerra y clase obrera) es una de las más inspiradas condenas del imperialismo por parte del socialismo revolucionario. Se la sentenció a un año de prisión, pero no fue detenida ahí mismo. Al salir de la sala del tribunal fue de inmediato a un mitin popular, en el que repitió su revolucionaria propaganda antibélica.

El estallido de la guerra, separó a Rosa del movimiento obrero polaco, pero debe de haber obtenido profunda satisfacción, porque su propio partido en Polonia permaneciera en todo sentido leal a las ideas del socialismo internacional.

La revolución rusa de febrero de 1917 concretó las ideas políticas de Rosa: oposición revolucionaria a la guerra y lucha para el derrocamiento de los gobiernos imperialistas. Desde la prisión, seguía febrilmente los acontecimientos, estudiándolos a fondo con el objeto de recoger enseñanzas para el futuro. Señaló sin vacilaciones que la victoria de febrero no significaba el final de la lucha, sino solo su comienzo; que únicamente el poder en manos de la clase trabajadora podía asegurar la paz. Emitió constantes llamamientos a los trabajadores y soldados alemanes para que emularan a sus hermanos rusos, derrocaran a los junkers y al capitalismo. Así, al mismo tiempo que se solidarizarían con la revolución rusa, evitarían morir desangrados bajo las ruinas de la barbarie capitalista.

Cuando estalló la Revolución de Octubre, Rosa la recibió con entusiasmo, ensalzándola con los términos más elevados. Al mismo tiempo, no sustentaba la creencia de que la aceptación acrítica de todo lo que los bolcheviques hicieran fuera útil al movimiento obrero. Previó claramente que si la Revolución Rusa permanecía en el aislamiento, un elevado número de distorsiones mutilarían su desarrollo; bien pronto señaló tales distorsiones en el proceso de desarrollo de la Rusia soviética, particularmente sobre la cuestión de la democracia.

El 8 de noviembre de 1918, la revolución alemana liberó a Rosa de la prisión. Con todo su energía y entusiasmo se sumergió en la lucha revolucionaria. Lamentablemente las fuerzas reaccionarias eran poderosas. Líderes del ala derecha de la socialdemocracia y generales del viejo ejército del Káiser unieron sus fuerzas para suprimir al proletariado revolucionario. Miles de trabajadores fueron asesinados.

El 15 de enero de 1919 mataron a Karl Liebknecht; el mismo día, el culatazo de rifle de un soldado destrozó el cráneo de Rosa Luxembur; contrarrevolucionarios alemanes arrojaron su cuerpo a un canal.

El movimiento internacional de los trabajadores perdió, con su muerte, uno de sus más nobles espíritus. «El más admirable cerebro entre los sucesores científicos de Marx y Engels», como dijo Mehring, había dejado de existir. En su vida, como en su muerte, dio todo por la liberación de la humanidad.


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