ENERGÍA NUCLEAR Y EL RAYO PRIVATIZADOR

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NASA, la empresa pública controlada por la CNEA que opera las tres centrales nucleares de potencia de la Argentina, podría pasar a manos privadas, aunque controlada por el Estado, de aprobarse como está el texto de la Ley Bases. Cuáles son los motivaciones del Gobierno para privatizar una compañía que da ganancia y que es clave para el desarrollo del sector nuclear.

Escribe: Matías Alonso

Publicada el viernes 17 de mayo del 2024 por Agencia TSS

Como parte del proyecto conocido como Ley Bases, que el Gobierno mandó al Congreso y actualmente se debate en el Senado tras la aprobación en Diputados, una de las empresas públicas que podría ser privatizada es Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), la compañía que opera las tres centrales nucleares de potencia del país.

NASA funciona sin problemas serios de gestión y el año pasado tuvo una ganancia de 370.000 millones de pesos. Bajo su control también debe estar el control de riesgos de operación de las centrales y en caso de que hubiera algún accidente en alguna planta nuclear debería hacerse cargo de la gestión y los gastos de control, evacuación de los pueblos afectados y la remediación del terreno. Esto la convierte en una organización con una importancia crítica para el sector nuclear.

Desde el Poder Ejecutivo no se dieron argumentos sobre por qué esta empresa debería privatizarse –el proyecto de Ley Bases de enero tenía muchas más empresas públicas a privatizar y en la nueva versión acortada se redujo el número NASA sigue ahí–, ya que no hay otro actor que tenga más experiencia sobre gestión nuclear que la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que es la dueña de la mayoría de las acciones de NASA, junto con la Secretaría de Energía de la Nación.

De todos modos, el proyecto que se debate en el Congreso establece que el poder de decisión debe quedar en el Estado, que debería mantener mayoría accionaria. Hoy es muy difícil saber cuánto pueden valer esas acciones ya que la empresa tiene capitales muy importantes y proyectos en marcha. Por ejemplo, se estima que cada central nuclear cuesta alrededor de 8.000 millones de dólares. Además, se debe encarar el proceso de extensión de vida de Atucha 1, que puede costar alrededor de 450 millones de dólares.

«La privatización de Nucleoeléctrica pone en riesgo el desarrollo del plan nuclear argentino», dice Castiglioni.

El nacimiento de NASA se dio en 1994, justamente con el objetivo de privatizarla. Antes, sus funciones eran cumplidas de manera directa por la CNEA. En aquel año se dividió este sector de la institución para poder inyectar capitales privados, algo que no se consiguió por falta de interés del mercado. A medidados de los años 90, NASA tenía una central funcionando a plena potencia, una que en poco tiempo debía hacer su extensión de vida y otra que había quedado a medio construir.

En diálogo con TSS, El exdirector de NASA y concejal del Frente para la Victoria de Zárate, Lucas Castiglioni, se formuló algunas preguntas: “¿Cuánto vale hoy la acción de NASA? ¿Cuánto vale un reactor? ¿Cuánto valen los combustibles nucleares que tenemos almacenados? Nadie conoce esos valores, qué tasación puede hacer el Estado sobre todo eso. Todos conocemos la operación segura de las centrales nucleares de los últimos 50 años pero supongamos el terrible caso de tener un evento como el de Fukuyima: ¿Qué empresa se haría cargo de eso? Además, la privatización de Nucleoeléctrica pone en riesgo el desarrollo del plan nuclear argentino, tanto en investigación como en desarrollo de tecnología, porque NASA hace mucho apoyo a las investigaciones”.

La nueva administración de La Libertad Avanza nombró nuevos directores. Nicolás Posse, el jefe de Gabinete, forma parte del directorio junto con Luis Fasanello, como presidente, que proviene de la Compañía General de Combustibles de Eduardo Eurnekian –el ex jefe del presidente Javier Milei– y sin experiencia en el sector, y a Julián Gadano como vicepresidente, exfuncionario de la gestión de Mauricio Macri y presidente de NASA durante la finalización de ese gobierno. Ambos tendrán ingresos mensuales de 12 millones de peso, según publicó el portal LetraP.

Atucha, una de las centrales operada por NASA.

Actualmente, el ajuste del Gobierno ha paralizado obras como la del reactor modular CAREM. “Hoy tenemos parado un proyecto como el CAREM, que lo tenemos que terminar y así demostrarle al mundo, como ya lo hicimos con los reactores de investigación de INVAP y la CNEA, que somos capaces de desarrollar tecnología nuclear de primer nivel. La nuclear es una energía barata y que no produce gases de efecto invernadero. La Argentina firmó convenios para reducir la emisión de estos gases y el desarrollo de este sector contribuye a eso”, dijo Castiglioni

En el medio de todo esto quedó el recuerdo de la iniciativa para la construcción de dos nuevas centrales de potencia con el apoyo de China. En 2015, se había firmado el memorándum de entendimiento y hasta se consiguió el financiamiento por parte de ese país para construirlas. Sin embargo, diferentes presiones geopolíticas, principalmente de Estados Unidos, hicieron que no se pudiera avanzar con los proyectos.

En la comunidad nuclear nadie puede definir qué actor privado puede estar interesado en la compra de NASA. “No se sabe quién puede estar detrás, nadie sabe el nombre, pero a quien le puede servir es a la gente que ya es parte del sistema de generación eléctrica porque le permite diversificar su matriz. Pero no hay jugadores que tengan capacidades para manejar las centrales”, agregó Castiglioni.

En la industria nuclear la gran mayoría de las empresas que gestionan las centrales nucleares son estatales, ya que la prioridad es la seguridad y no el lucro. El caso de Fukuyima, en el que la central que tuvo un accidente en 2011 era de gestión privada, hizo que durante la gestión del accidente muchas medidas de prevención fueran puestas en duda por los costos que generaría a la empresa. Este accidente generó un cambio en la industria y mucho conocimiento que hoy es aplicado en todas las centrales del mundo. “Hay que ver qué sentido tiene privatizar una empresa estatal que tiene superávit al Estado y hay que poner en juego la seguridad que tendría una empresa privada”, dijo el exdirector de NASA.

NASA también tiene por delante las obras de la extensión de vida de Atucha 1, que le permitirían seguir operando por 20 años más. “Quien se meta a hacer una inversión de 450 millones de dólares quiere estar seguro de que va a poder ganar mucho más que eso. Hoy la deuda con las operadoras del mercado eléctrico se está pagando con un bono a 2038. Están tomando un instrumento financiero para cobrar la energía ya generada de noviembre a hoy, y eso pone en jaque a muchas inversiones que ya existen. Hay empresas que montaron un molino eólico en la Argentina, discutieron una tarifa dolarizada pero pagada en pesos para recuperar la deuda que se tomó en la construcción. Hoy ya no se está respetando eso y es difícil que alguien quiera hacer una inversión tan grande con ese riesgo”.


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