Una sociedad aletargada, dependiente de que alguien piense por ella, lastrada por las decisiones de grandes corporaciones, simplificando la cultura y desarrollo del intelecto del individuo a su mínima expresión. Eso es «Idiocracia», una película no muy brillante, ni graciosa, pero que acertó y predijo lo increíble y lo grotesco.

Escribe: Alejandro Martín Rojas Medina

Publicada originalmente el 20 de junio del 2020 por Dialektika

«Hemos salido de la nada para alcanzar las más altas cotas de miseria».
Groucho Marx

“Dentro de quinientos años no habrá hombres ni mujeres, solamente gilipollas”
Mark Renton

Estamos viviendo tiempos muy interesantes. Momentos donde una pandemia continúa azotando al planeta. Donde la naturaleza recibe un breve y muy merecido respiro, antes que regrese de nuevo el voraz apetito humano. A la par de esto florecen las crisis económicas, protestas contra la cuarentena y por los derechos de trabajar, de ir al gimnasio y morir.

La gente protesta en las calles contra el racismo a expensas del peligro biológico. Vandalizan, de manera ignorante estatuas de personalidades que lucharon contra la misma esclavitud, antes de que aparezcan sus imágenes en las redes sociales. Asociaciones antifascistas son clasificadas como terroristas. Se dispara como otro virus la obsesión de los avatares de Facebook (plagiados de la antigua videoconsola de Nintendo Wii). Un presidente recomienda la inyección de desinfectante como remedio de la plaga, enfermando decenas al seguir el consejo del hombre del poder. Por Internet en nombre de la “libertad cultural” y el criterio personal es censurada y aplastada por la injuria de personas criadas por las series animadas “South Park” o “Padre de Familia”: azotan las redes sociales con una moral típica de inquisición bajo razonamientos que carecen del completo sentido. Pero, para algunos, en este escenario complejo y peligroso es mucho más urgente buscar la manera de arreglarse el cabello.

¿Entonces, será que la sociedad se está volviendo cada vez más estúpida? Esa es la pregunta que pareció hacerse el director Mike Judge antes de llegar a su contundente conclusión: sí, o por lo menos eso es lo que da a entender en su sátira fílmica, Idiocracia.

En 2006, se estrenó de manera muy discreta una comedia distópica que satiriza de manera cruda y sin miramientos el propio núcleo de la estupidez de la sociedad norteamericana. Un filme de humor absurdo y despiadado muy enfocado en desmantelar el futuro del “sueño norteamericano”. La sátira hincaba sus dientes en referencias directas a marcas, programas televisivos y fenómenos culturales propios muy populares en todo el mundo. Quizá por este motivo, su propio estudio la trató como un hijo bastardo no querido y, sin saber muy bien qué hacer con ella, ni siquiera se hicieron pases de prensa, su estreno se fue posponiendo y no tuvo ninguna publicidad. Es muy posible que durante sus primeros minutos, donde a modo de prólogo se presenta el origen de una futura Norteamérica totalmente idiotizada, fuese tomado este metraje como una ofensa demasiado grave, como para tomárselo como un chiste en un país que se vanagloria de su libertad de expresión. O muy posible, se percataran de que se encontraban frente a un espejo de sí mismos.

La película denuncia la propia cultura estadounidense, la cual es presentada como una antítesis intelectual, inexorable con el medio ambiente, consumista, obesa, sobresaturada por el marketing, adoradora de la violencia, amante de las armas, regida por grandes corporaciones, y muy adictiva de la comida chatarra.

Joe Bauers (interpretado por Luke Wilson), es un oficial del ejército de los Estados Unidos (seleccionado por sus superiores al ser etiquetado como «el individuo más ordinario de sus filas»), y junto a Rita, una prostituta (interpretada por Maya Rudolph) son puestos como conejillos en un experimento militar ultra-secreto para demostrar la posibilidad de congelar soldados durante los tiempos de paz. Sin embargo, antes de finalizar el año en que duraría el tiempo de congelación, la base militar es cerrada y su jefe científico arrestado acusado de un escándalo por prostitución.

Los cuerpos de Joe y Rita en su estado de hibernación, son olvidados por completo, hasta que   la base militar es demolida y ambos son descongelados de manera accidental.

Descubren que han pasado unos 500 años (se encuentran en el año 2505) en un mundo distópico; donde la selección natural parece favorecer a las personas de poca sabiduría debido a su amplia capacidad reproductiva. La humanidad ha involucionado en una idiotez, ignorante y retrasada, regida por personas de la misma categoría mental; condenándolos a todos a una desidia organizada sin solución. De ese modo, por suerte o desgracia, Joe se convierte en la persona más inteligente de todo el planeta. El filme se estructura como una revisión de La Máquina del tiempo de H.G. Wells con rednecks en vez de morlocks, aunque recuerda más a una versión trash de ‘Futurama’ (1999-2013).

Quizá su propia exageración es conciente, pero no deja de ser perturbador ver en una comedia ciertas ideas eugenésicas como detonante. Olvidando esos dos primeros minutos del filme, la verdad es que el retrato de la América que propone es bastante acertado. No es de extrañar que, desde la ascensión al poder de Donald Trump y su particular desempeño presidencial, la gente la haya empezado a rescatar ahora, catorce años después, creándose debate, teorías y memes que la rememoran poco menos como una película visionaria. La película presenta la progresiva involución de las personas como algo que se está produciendo ahora, pero que será tangible dentro de mucho tiempo. Se puede ver que la sociedad distópica que presenta es insostenible por los incompetentes que la forman. Ese mensaje es uno de los más molestos e importantes que trata de inculcar al espectador y se trata de nuestra culpa compartida. Lo mejor de todo es que, si miras más detenidamente, te das cuenta que en cierta manera los problemas que acucian a este futuro, son reflejos directos al nuestro.

El filme se ha convertido en objeto de culto por parte de periodistas y sociólogos en toda América. Con el transcurso de los años surgen análisis sobre las temáticas sociales allí tratados y sobre cómo incluso algunas de estas se han vuelto muy reales. En una entrevista a su director Mike Judge el mismo confesó que no se consideraba a sí mismo profeta, sino que se sentía muy aterrado con las similitudes que está tomando el mundo con su película. La inspiración para esta la obtuvo en 2001, mientras hacía fila para entrar con su familia a un parque de atracciones y observó por casualidad una riña verbal muy fuerte entre dos mujeres detrás de él que estaban también con sus propios hijos lo cual consideró un muy mal ejemplo para la infancia y le preocupó mucho el destino de la sociedad estadounidense.

La película hurga en la herida de una sociedad idiotizada ¿Cuántos dedican momentos de su vida a contemplar miserias y caprichos, de «famosos»? A la mayoría le gustan esas patéticas exhibiciones de mediocridad, y como la mayoría paga (y gobierna) pues ya tenemos un bodrio aprobado por la mayoría que es la semilla de lo que puede llegar a poblar todas las cadenas de televisión y canales de internet. Asusta mucho, y más cuando se nota que pocas personas parecen haber entendido la afilada crítica de este guión.

Quizá verse reflejado en algún momento produce cierta vergüenza ¿No les parece?

Con esto se desangra la fe en la humanidad.

También «Idiocracia» ha sido catalogada como el filme de comedia que se convirtió en un documental. La obra enfrentó una negación a exhibirla por temor a posibles demandas legales de marca comerciales muy parecidas a las reales y que fueron parodiadas al extremo. Ethan Cohen, que también coescribió el guion, tuiteó que no podía sospechar que la película se hubiera convertido en un documental. Y es que es verdad que catorce años después, algunas de las cosas que resultaban excéntricas en 2006 ya no lo son. El cambio climático es más tangible que nunca, la brutalidad policial, las deudas médicas que condenan a familias. Detalles que le han dado una nueva vida a la situación casi apocalíptica que dibuja su distopía.

Una sociedad aletargada, dependiente de que alguien piense por ella, lastrada por las decisiones de grandes corporaciones, simplificando la cultura y desarrollo del intelecto del individuo a su mínima expresión. Eso es «Idiocracia», una película no muy brillante, ni graciosa, pero que acertó y predijo lo increíble y lo grotesco, y el día que Trump ganó las elecciones y muy posible renueve su poder presidencial hasta volverlo de por vida, demostró que en Estado Unidos que no hay nada demasiado absurdo o estúpido. La «Idiocracia» es ahora. Prepárense.

Referencias

Idiocracia: la absurda distopia que predijo la América de Trump en 2006 por Jorge Loser

Mike Judge, Idiocracy: 2006


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