CHINA NO ACEPTA DISCIPLINAMIENTOS
La nueva Guerra Fría, que puede transformarse imprevistamente en nuclear, se desarrolla mediante formatos híbridos.
Escribe: Jorge Elbaum
Publicada originalmente el domingo 10 re marzo del 2024 por Página/12
La confrontación estructural que genera la actual Guerra Fría es el resultado de la incapacidad de Occidente para aceptar la soberanía plena de China y Rusia y su respectiva influencia sobre el resto del mundo. En el relato que Washington pretende difundir, a través de sus propaladoras de sentido, Beijing es una autocracia que desafía su hegemonía global y Moscú es un actor geoestratégico, que debe ser fragmentado y/o aislado. El G7, la OTAN y el AUKUS –creado en 2021– se articulan para reducir el liderazgo de los BRICS, demonizar a quienes desafían las actualizaciones del Consenso de Washington y sabotear las capacidades chinas de desarrollo económico, científico y tecnológico.
El 4 de marzo se inició en el Gran Salón del Pueblo, frente a la Plaza Tienanmen, el cónclave anual conocido como el de las Dos Sesiones, en el que se reúnen, por el lapso de una semana, los representantes de la Asamblea del Pueblo y quienes integran el Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política (CCPPC), un órgano asesor integrado por colectivos territoriales, profesionales, sindicales y militares. Durante el encuentro, se hace un balance respecto al año que finalizó y se plantean los objetivos del futuro inmediato.
El primer ministro Li Qiang (foto) fue el encargado de leer el informe frente a los tres mil delegados. Los ejes de su exposición se orientaron a impulsar “un mundo multipolar igualitario y ordenado” y “una globalización económica inclusiva”, en clara oposición al modelo pretendido por la OTAN y el G7, quienes insisten en imponer un modelo basado en reglas unilaterales sustentadas en prácticas “hegemónicas e intimidatorias”. El posicionamiento que Li Qiang detalló en su presentación prevé una mayor presencia de China a nivel internacional, promoviendo cambios en la gobernanza global.
El planteo de Li Qiang –segundo hombre de importancia después de Xi Jinping– incluyó observaciones respecto de la situación de Taiwán y el Mar de la China, ejes prioritarios de la política exterior de Beijing. El ministro de Exteriores Qin Gang advirtió recientemente que “si Estados Unidos no pisa el freno y sigue acelerando en el camino equivocado, no habrá barandillas suficientes para prevenir el descarrilamiento, que devendrá en un situación muy conflictiva”. Las palabras de los referentes chinos coincidieron en abordar tres ejes de la confrontación global, que se desarrollan en forma simultánea: el conflicto de Medio Oriente (con sede en Gaza, Israel Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen), el enfrentamiento bélico en Europa Oriental, y las provocaciones de Washington en el sudeste asiático.
El 15 de septiembre de 2021, Washington, Canberra y Londres formaron un triángulo militar denominado AUKUS (acrónimo de las iniciales en inglés de cada uno de sus tres miembros) con el objetivo de limitar y arrinconar a la República Popular China. En 2022, Nueva Zelanda y Canadá expresaron su intención de sumarse al AUKUS para profundizar las capacidades de defensa de los tres fundadores. La Alianza está abocada a facilitar la adquisición de cinco submarinos nucleares por parte de Canberra, dos Vanguard de origen británico y tres Virginia estadounidenses. Además planifican fabricar para 2030 uno prototipo denominado AUKES en territorio australiano.
Dos semanas atrás, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Mao Ning, acusó a Washington de promover el belicismo al impulsar una “Ucrania hoy, y un Taiwán mañana”. Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, advirtió que la transferencia de tecnología nuclear acordada por el AUKUS solo impulsará una carrera armamentista en la región. La razón de fondo de la provocación de Washington y Londres se debe a la doble estrategia que ha implementado Beijing: por un lado la asociatividad comercial –basada en la ingeniería reversa y la aplicación científico-tecnológica–, y por el otro la financiación del desarrollo de las regiones abandonadas (y despreciadas) por el Occidente opulento. Mientras los organismos internacionales (como el FMI o el Banco Mundial) se dedicaron a otorgar créditos leoninos para disciplinar a las economías en desarrollo –con el único objeto de hacerlas compatibles con las exigencias de las trasnacionales, los fondos de inversión y Wall Street–, China se abocó a financiar infraestructuras asociadas a la ruta de la seda y a diferentes países africanos, así como de América Latina y del Caribe.
La nueva Guerra Fría, que puede transformarse imprevistamente en nuclear, se desarrolla mediante formatos híbridos (informáticos, comunicacionales, satelitales y de promoción de informaciones falsas) y a través de los denominados conflictos bélicos subsidiarios (formatos proxy), que permiten utilizar territorios extrínsecos para emplazar operaciones militares. La guerra desatada por la OTAN contra la Federación Rusa tuvo a Kiev como títere. La Guerra Fría en el sudeste asiático tiene a Australia como su gestor. La crisis de la hegemonía de Occidente viene con ecos de guerra.
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