CHINA Y EL OJO DE LA TORMENTA: UNA BATALLA GEOECONÓMICA POR EL FUTURO DEL ORDEN MUNDIAL

Desde hace años, la tensión entre la Republica Popular China y Estados Unidos de Norteamérica dejó de ser un asunto meramente comercial para convertirse en la batalla simbólica del siglo XXI.
Escriben: Sabino Vaca Narvaja y Joaquín Ribera
Desde hace años, la tensión entre la Republica Popular China y Estados Unidos de Norteamérica dejó de ser un asunto meramente comercial para convertirse en la batalla simbólica del siglo XXI. Ya no se trata solo de tarifas o semiconductores: estamos frente a un choque de modelos, de visiones del mundo y, sobre todo, de poderes que se niegan a ceder el protagonismo global. En este escenario, China no es un actor pasivo ni simplemente reactivo. Es un jugador estratégico, que entiende que el centro de gravedad mundial se está desplazando, y que actúa en consecuencia.
Mientras Estados Unidos recurre al proteccionismo bajo el ropaje del libre comercio, China responde con planificación estatal, diversificación de alianzas y un discurso que apela al desarrollo compartido. Washington acusa, sanciona, excluye. Pekín invierte, construye, propone alternativas. Este contraste ha quedado en evidencia desde el inicio de la guerra comercial en 2018, pero se ha profundizado a medida que EE. UU. pierde influencia relativa en múltiples regiones del planeta.
Una muestra clara de este reposicionamiento estratégico fue la reciente visita del presidente Xi Jinping a la sede del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) en Shanghái, donde se reunió con Dilma Rousseff, presidenta de la institución. Xi no solo felicitó su reelección, sino que aprovechó la ocasión para reforzar una visión que va mucho más allá de lo financiero: el NDB, afirmó, representa una “iniciativa pionera para la unidad y la autosuperación del Sur Global”.
No es una frase menor. El banco, fundado por los países BRICS, es la primera institución multilateral de desarrollo establecida y dirigida íntegramente por mercados emergentes. En un contexto donde el orden financiero internacional sigue dominado por las reglas de Washington y las condiciones del FMI y el Banco Mundial, la existencia de una alternativa como el NDB representa un cambio de paradigma. Xi insistió en que la entidad debe priorizar proyectos de infraestructura sostenible, financiación verde y tecnología accesible para los países en desarrollo, cerrando brechas digitales y acelerando la transición ecológica.
Más allá de los discursos, el banco se ha consolidado como una fuerza emergente en el sistema financiero internacional. Xi señaló que, al entrar en su segunda “década dorada”, el NDB debe amplificar la voz del Sur Global en los debates sobre la reforma del sistema económico global, defendiendo sus derechos e intereses frente al unilateralismo, el proteccionismo y la hegemonía financiera.
China, como país anfitrión, prometió no solo respaldar su funcionamiento sino también compartir su experiencia de desarrollo y proporcionar bienes públicos internacionales. Este enfoque multilateral contrasta notablemente con la lógica excluyente de sanciones y bloques impulsada por Washington, que busca frenar el ascenso de actores no alineados.
En la Casa Blanca prevalece una lógica de cerco. La narrativa se repite: China espía, China subvenciona, China amenaza la seguridad nacional. Pero la historia muestra que esta estrategia no es nueva. Lo hicieron con Japón en los 80, forzándolo a aceptar un acuerdo que terminó afectando profundamente su economía. Lo hicieron con Francia, utilizando su jurisdicción para quebrar empresas como Alstom. Y lo hacen ahora con China, buscando impedir su acceso a tecnologías estratégicas o expulsando sus compañías de mercados clave.
Pero China ya no es un país en desarrollo dependiente. Es una superpotencia tecnológica, un líder en infraestructura y el motor de la economía global en momentos de incertidumbre. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, se ha consolidado una política de autosuficiencia que apunta a reducir vulnerabilidades y consolidar el poder económico a largo plazo. Desde el plan Hecho en China 2025 hasta el avance en inteligencia artificial, vehículos eléctricos o energías limpias, la estrategia es clara: competir con Estados Unidos no solo en términos económicos, sino en capacidad de innovación.
Además, ante las sanciones y bloqueos financieros, Beijing ha respondido con un rediseño del sistema global. La internacionalización del yuan, el desarrollo del yuan digital, el impulso de los BRICS+ y el fortalecimiento del Nuevo Banco de Desarrollo forman parte de una nueva arquitectura financiera destinada a reducir la dependencia del dólar y abrir caminos para el comercio soberano entre países del sur global.
En América Latina, esta visión ha ganado terreno, aunque encuentra obstáculos según el ciclo político. Argentina es un caso testigo. El swap con China —clave para mantener reservas en un momento crítico— se volvió blanco de críticas con la llegada del presidente Milei. La reciente visita del Secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, vino acompañada de advertencias sobre los vínculos estratégicos con Beijing. La embajada china, firme en su postura, respondió defendiendo el respeto mutuo y advirtiendo sobre las consecuencias de abandonar la cooperación bilateral, “No debería sabotear nuestra asistencia” sostiene a la vez que plantea que relaciones que se mantienen con Argentina son de «beneficio mutuo» y pidió a Estados Unidos que «desintoxique su mente».
En este contexto, Argentina enfrenta una disyuntiva mayor: ¿sostener una política exterior soberana y diversificada o volver a un alineamiento automático con Estados Unidos que ha demostrado históricamente escasos beneficios? La decisión no es solo económica, es geopolítica, y tendrá implicancias de largo plazo, mientras tanto, el comercio mundial se ve sacudido por los conflictos armados en Gaza, el mar Rojo y Ucrania. La UNCTAD estima una caída del 1,2% en 2024. El encarecimiento de fletes, la disrupción de cadenas logísticas y la inflación dificultan la recuperación. En este escenario, muchos países encuentran en China un socio previsible, con capacidad inversora y sin agendas ocultas.
La disputa entre Beijing y Washington no se resolverá en una cumbre ni con una firma. Es estructural, y refleja el final de un mundo unipolar. China no busca reemplazar a Estados Unidos, busca algo más ambicioso: reescribir las reglas del juego. No por capricho, sino porque las actuales ya no sirven a la mayoría del planeta.
Quienes aún creen que el mundo sigue girando alrededor de una sola potencia deberían mirar mejor. El ojo de la tormenta, ese momento de aparente calma, solo anticipa la llegada de una nueva etapa. Y China, lejos de retroceder, ya está abriendo camino.
Fuentes: UNCTAD, Reuters, Xinhua, Diario La Nación, Banco Central de la República Argentina, South China Morning Post, CGTN, China Daily.
Esta nota forma parte de la edición digital de revista hamartia Año 15 / Abril 2025
Descubre más desde hamartia
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.