SABOR QUE ESPANTA
Un grupo de investigación de Exactas UBA probó con éxito sustancias que funcionan como repelentes de mosquitos. Se trata de compuestos de origen natural que, a diferencia de los productos sintéticos que se utilizan hoy en día, actúan sobre el sistema gustativo del animal y, por lo tanto, son más efectivos y tienen mayor duración.
Escribe: Gabriel Stekolschik
Fotos: Luiza Cavalcante
Publicada originalmente el martes 5 de marzo del 2024 por NEXciencia
Por estos días, la población de la Argentina está sufriendo, al mismo tiempo, tres brotes epidémicos: el dengue, la encefalomielitis equina del Oeste y la fiebre Chikungunya están provocando muertes. Las tres enfermedades son causadas por virus y son transmitidas por mosquitos. En este contexto, las autoridades sanitarias recomiendan tomar medidas preventivas. Entre ellas, el uso de repelentes de insectos es una de las indicaciones más conocidas.
Los repelentes comerciales que se utilizan actualmente, como el DEET y la Icaridina, son productos sintéticos volátiles. Es decir, son sustancias que se aplican sobre la piel y –como un perfume– “vuelan” por el aire. Si bien no está claro el mecanismo de acción de estos compuestos químicos, se cree que actuarían interfiriendo el sistema olfativo del animal. De esta manera, el bicho sería incapaz de percibir el olor de su fuente de alimento y, menos aún, de encontrar a su víctima. Pero, por tratarse de sustancias volátiles, los repelentes de insectos duran un tiempo limitado en la piel.
En el Laboratorio de Neuroetología de Insectos (LNI) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA estudian desde hace algún tiempo a los insectos hematófagos, que son los bichos que se alimentan de sangre, como los mosquitos y las vinchucas. En particular, investigan el sistema gustativo de estos animales porque es el que utilizan para evaluar si pican o no pican a su víctima.
Por tratarse de sustancias volátiles, los repelentes de insectos duran un tiempo limitado en la piel.
En este camino, una de las líneas de investigación del LNI está dirigida a encontrar sustancias que puedan actuar como repelentes gustativos, es decir, que espanten al insecto por su sabor y no por su olor.
“El sistema gustativo ha sido muy poco estudiado en los insectos en general. Y es un sistema fundamental, porque por el sentido del gusto un animal elige comer o no comer”, explica Romina Barrozo, investigadora del CONICET en el LNI. “Nosotros buscamos moléculas con acción repelente de origen natural, que no impacten sobre el medio ambiente, ni sobre la salud de las personas, de bajo costo y que puedan ser implementadas en la lucha contra los insectos vectores de enfermedades”, declara.
Hace poco más de un año, Barrozo y su equipo lograron un avance significativo en la búsqueda de un repelente para las vinchucas.
Ahora, dieron otro paso importante trabajando con el mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, Zika, Chikungunya y fiebre amarilla.
El grupo demostró que dos sustancias naturales amargas –la quinina y la cafeína- actúan como repelentes gustativos para el mosquito Aedes aegypti.
Sabor amargo
A través de su sabor, un alimento nos informa si es nutritivo o si es peligroso para la salud. Por ejemplo, la sensación dulce en la boca indica la presencia de azúcares, que son importantes como fuente de energía. Por eso nos sentimos atraídos por ese sabor. Por el contrario, muchas sustancias amargas suelen ser tóxicas. Por eso, en general, el sistema gustativo provoca una sensación de rechazo hacia ese sabor.
Con el título Mosquitoes do not like bitter (A los mosquitos no les gusta el amargo) el grupo de investigación dirigido por Barrozo acaba de publicar un paper en el Journal of Chemical Ecology.
En ese trabajo científico, demuestran que dos sustancias naturales amargas –la quinina y la cafeína– actúan como repelentes gustativos para el mosquito Aedes aegypti: “Comprobamos que ambos compuestos son repelentes y que la quinina tiene un efecto mayor que la cafeína”, revela Barrozo. “Además, vimos que la acción de la quinina es dosis dependiente y que hay una concentración en la que produce el mayor efecto”, completa.
Para llegar a esa conclusión, utilizaron dos metodologías diferentes. Por un lado, usaron un alimentador artificial, que es un dispositivo con una membrana similar a la piel humana que tiene sangre en su interior. A esa membrana la “pintan” con la solución amarga y ven si los mosquitos se alimentan o no.
La ventaja de estos repelentes gustativos es que provocan una respuesta repulsiva inmediata.
Por otro lado, usaron una técnica –aprobada y estandarizada por la Organización Mundial de la Salud– denominada arm in cage (brazo en la jaula) que, como su nombre lo indica, consiste en introducir la mano y el antebrazo en una jaula de vidrio llena de mosquitos. “En ambos casos comprobamos que los insectos tienen una respuesta aversiva y tienden a escapar inmediatamente”.
La investigadora explica que el sistema gustativo de estos insectos está disperso en varias partes del bicho: “Hay neuronas gustativas en las patas, en la probóscide, que son las piezas bucales con las que los mosquitos nos pican, y en las antenas”.
Según Barrozo, la ventaja de estos repelentes gustativos es que provocan una respuesta repulsiva inmediata: “Es un sistema muy estereotipado que toma decisiones binarias: comer o no comer. Son respuestas innatas y directas, casi sin procesamiento de información, por eso se alejan inmediatamente”.
Finalmente, la investigadora anuncia: “Empezamos por estos dos compuestos, pero ahora estamos probando un montón más. Ya hicimos estos ensayos con una batería de compuestos enorme y los resultados son muy promisorios”.
El trabajo publicado lleva la firma de Claudio Lazzari, Isabel Ortega-Insaurralde, Jérémy Esnault, Eloïse Costa, José Crespo y Romina Barrozo.
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