RESISTIR PARA REFUNDAR

La política del gobierno de Milei y Villarruel es desmantelar el sistema de ciencia y tecnología, privatizar aquello estrictamente redituable y liquidar lo que no tiene sentido mercantilista.
Escribe: Nuria Giniger (*)
Fotos: Matías Rosingana
El sistema científico-tecnológico público está atravesando sin dudas su peor momento en 25 años. La política del gobierno de Milei y Villarruel es desmantelarlo, privatizar aquello estrictamente redituable y liquidar lo que no tiene sentido mercantilista. Para ello están llevando adelante una serie de políticas, desde hace un año y medio, que van erosionando su capacidad productiva y las condiciones laborales y de vida de las y los trabajadores. Algunas de las medidas son: despidos y retiros voluntarios; amenaza de fusión de organismos de distinta naturaleza; ausencia de presupuesto alguno para investigar; salarios con una pérdida de poder adquisitivo del 35%; reducción de las becas; cierre de los ingresos a la carrera del investigador y de personal de apoyo en CONICET y el incumplimiento de todas las leyes y regulaciones que existen sobre el sector; por mencionar sólo unas cuantas.
A esto se le suma una persecución mediática sobre investigadores y sobre determinadas investigaciones que les disgustan, por abordar problemas que desprecian, como la violencia de género o el análisis de sus políticas.

Esto produce, por un lado, la expulsión de trabajadores de la ciencia. Cuentan más de cinco mil quienes hoy trabajan en otro sector o se fueron del país en busca de la posibilidad de seguir produciendo conocimiento. Es inmensa la frustración y el desaliento que implican no continuar con las investigaciones que se estaban desarrollando, además del desarraigo y las consecuencias para cada una de las familias y equipos de investigación involucrados.
Por otro lado, la expulsión de trabajadores científicos significa la pérdida de líneas de investigación valiosas y un desperdicio enorme de la inversión realizada hasta ahora.
No obstante, aún si frente a estas políticas el gobierno se encuentra con el rechazo y la falta de consensos generales, está decidido a sostener sus medidas. El fascismo del Siglo XXI entendió que su tarea es inclinar todo lo posible la cancha hacia la derecha, extremar los argumentos, forzar al máximo el derrotismo, para morigerar las respuestas frente a las políticas que efectivamente disponen.
Quienes trabajamos en el sistema de ciencia y tecnología caímos, mayoritariamente, en la educación pública: desde el jardín de infantes hasta los posgrados en la universidad nacional, toda nuestra formación fue gracias a la conquista popular del derecho a la educación pública y gratuita. Esto exigió décadas de lucha y de defensa contra la doctrina privatizadora de los ’90. En algunos aspectos, de todos modos, estas políticas mercantilizadoras penetraron, pero lo fundamental supimos sostenerlo y recrear una conciencia sobre la educación pública, que se expresó el año pasado de forma contundente en la marcha federal universitaria del 23 de abril.
En esa misma dirección, comprendimos que la ciencia también es un derecho y un bien público. Las y los trabajadores del sistema científico-tecnológico llevamos adelante nuestras tareas con la convicción de que producimos conocimiento significativo para nuestra sociedad, que nos permite construir una sociedad más justa y más igualitaria.

El 28 de mayo se llevó a cabo una gigantezca movilización al Polo Científico y a los Centros Científico Tecnológicos de todo el país contra la propuesta para nuestro sector: menos Estado que invierte en ciencia, liberalización e invisibilización de las relaciones laborales, destrucción del pensamiento crítico, mercantilización del conocimiento, la desaparición de las ciencias sociales y humanas, etc. El mismo recetario de este gobierno fascista para cada una de sus políticas.
Sin embargo, las condiciones de producción y trabajo científico no son solamente hoy injustas, a partir del gobierno de Milei. El gobierno fascista monta su estrategia de motosierra sobre la meritocracia y el elitismo; sobre el sálvese-quien-pueda y el individualismo. Esos elementos están en nuestro sistema de ciencia, bajo creencias (sí, creencias, no datos científicos) de que llegar a ser investigador o unx científicx premiadx sólo es producto de la capacidad, inteligencia o trabajo individual. Las reglas del juego de la academia se sostienen sobre bases desiguales, sobre sesgos de clase, de género y nacionales-étnicos-raciales.
Pero las políticas de destrucción actuales también se montan sobre un enfoque corporativo del sistema científico-tecnológico, que masificó el CONICET, pero lo mantuvo alejado de las universidades públicas; que profundizó la jerarquización del elitismo en CONICET, en detrimento de los otros organismos científicos (INTA, INTI, CNEA, CONAE, etc.); que fue incapaz de establecer lineamientos y planificaciones estratégicas que echaran por tierra lo peor de la cultura institucional del sistema, para poner en condiciones a las y los trabajadores hacia objetivos estratégicos. Esto vino de la mano, además, de dejar a las y los trabajadores sin protagonismo para definir esas políticas, de la mano de mejorar las condiciones de trabajo y salario generales.

Asimismo, los parámetros de evaluación de lxs trabajadores científicxs, así como el acceso y permanencia en los organismos de ciencia están atravesados por criterios meritocráticos, dictados por las usinas científicas de Estados Unidos y Europa, por sobre cualquier reconocimiento a la producción colectiva, a la capacidad de establecer políticas de articulación institucionales estatales y populares, y a la solidaridad en la difusión e intercambio del conocimiento producido.
Esto, además, se despliega en un marco en que las desigualdades estructurales de la sociedad capitalista no sólo impiden que la mayoría del pueblo estudie carreras científicas y dedique su trabajo a la producción de conocimiento, sino que tampoco accede a la mayoría de los beneficios del mismo.
Este gobierno está poniendo en cuestión todos los derechos conquistados. Todos. Sin buenos modales, rompe todo lo que toca para concentrar aún más la riqueza, sostener la deuda eterna con el Fondo Monetario Internacional y destruir la soberanía de nuestro páis.
Para nosotrxs, entonces, también se trata de confrontar, de discutirlo todo, de rebatir el conjunto de los privilegios. Es tiempo de discutir el rol de las empresas privadas en nuestra sociedad, de impugnar la idea de que de la vinculación público-privada nacen los progresos, de que la iniciativa privada dinamiza la sociedad. No es así, tal como se demuestra científica e históricamente.

Por el contrario, si de algo se trata la inmensa e histórica movilización de trabajadores de la ciencia del 28 de mayo es de la disposición, entusiasmo y voluntad de confrontar con la política fascista. La épica de eternautas-científicxs expresa la vocación de democratizar efectivamente el acceso a producir y a la producción de conocimiento científico: participar, ser protagonistas del proceso de resistencia y construir una nueva etapa para la ciencia argentina y para el pueblo de nuestra Patria. La desesperanza y abulia general tiene raíces en la ausencia de convocatoria a las y los trabajadores a ser héroes principales de esta historia.
Hoy que el fascismo quiere arrasar con todo, nuestra tarea es refundar las bases de una propuesta post capitalista, de carácter socialista, que rompa definitivamente las mezquindades institucionales, los sesgos elitistas y mercantilistas sobre el conocimiento, y en el cual el protagonismo popular se convierta en la “norma”.
El gobierno de Milei y sus intelectuales extreman sus posiciones, bajo el criterio de no dar marcha atrás. No se confrontan estas políticas con medias tintas, ni esquemas tibios, ni mucho menos con la esperanza de volver a un pasado que ya pasó. Hay que construir un futuro colectivo, que desafíe al status quo de Milei y también las bases en que se sostienen las desigualdades sociales.
(*) Investigadora de CONICET, docente de la UBA y vocal del Consejo Directivo de ATE Capital
Esta nota forma parte de la edición digital de revista hamartia Año 16 / Mayo 2025
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