Ayer y hoy, turba y sinrazón para la cacería de brujas. Que ocurrió realmente con «Las brujas de Salem».

Escribe: Noelia Gutiérrez Vivas

Publicada el 13 de abril del 2020 por Archivos de la Historia

Las brujas de Salem, o de cualquier otro lugar, han sido desde los albores de la humanidad un chivo expiatorio y una fuente de leyendas. Su imagen se ha colado en nuestra mente desde la infancia gracias a los cuentos y a la cultura pop, en ambos se ha dividido a este grupo entre buenas y malas. Todos los nacidos entre los 80 y los 90 han sentido el terror personificado por las malvadas brujas que atacaban niños, se los comían o que simplemente hacían el mal (Hocus Pocus, La Maldición de las Brujas o Blancanieves). Pero a la vez nos enamoramos de aquellas hechiceras que utilizaban sus poderes para el bien o que al menos se asemejaban a nosotros (Sabrina y Embrujadas). Y es que los estereotipos entorno a este grupo han persistido a lo largo de los siglos, aunque sus motivaciones o poderes hayan cambiando.

Pero, nuestra moderna forma de entender a las brujas no era compartida por nuestros antepasados que solo podían verlas como fuentes de malicia. Si investigamos a las acusadas veremos rápidamente que eran mujeres que rehuían de las normativas sociales de una u otra forma. En este sentido contamos con muchos documentos interesantes que nos acercan hacia la forma en la que la brujería era entendida y Salem es uno de los casos más llamativos en este sentido.

Es imposible no haber oído hablar de los juicios de brujería que tuvieron lugar en esta pequeña comunidad de Massachussets en el año 1692. Entre otros motivos porque el cine y la televisión han utilizado este caso para criticar la sin razón del ser humano y hasta que punto la histeria y los estereotipos pueden llevar a que se realicen actos abominables. Sin lugar a dudas este caso llama la atención por encima de otros por diversas razones y por eso hoy pondremos el punto de mira en conocer más sobre algunas de sus protagonistas.

¿Qué es una bruja?

Para resolver esta duda debemos señalar que bruja, hechicera y maga son entidades completamente diferentes atendiendo a los conocimientos que poseían. Magas y hechiceras se dedicaban a la magia que era entendida como una forma de conocer la naturaleza e interactuar con ella mediante objetos o entidades sobrenaturales beneficiosas, sería una encrucijada en la que religión y ciencia se unían. Las brujas por su parte podían hacer magia, pero sus poderes eran fruto de un trato con una entidad demoníaca a la que se unirían. (Ortega Muñoz, 2012: 4).

Las primeras eran mujeres que ejercían trabajos relacionados con la medicina, la santería, la farmacología, y otras actividades basadas en la cultura oral que habían heredado de generaciones anteriores. Esta recogía todos aquellos saberes naturales que poco a poco habían sido recogidos por las personas a través de la practica y error: que clases de alimentos son comestibles o no, que hierbas pueden ayudar a un enfermo a superar una enfermedad o mal concreto, etc.

Dentro de estos la especialidad que contaba con una mayor número de mujeres condenadas por brujerías seria las comadronas. Aunque los ataques en su contra respondían a multitud de variables podríamos considerar que el hecho de ser mujeres (personificarían la superstición frente a los hombres de «ciencia»), que sus funciones pasaran a ser actividades lucrativas, que la iglesia considerase que eran asesinas (además de ayudar en el parto aconsejaban en el caso de desear abortar) y la necesidad estatal de que las tasas de natalidad se mantuvieran altas, para no perder mano de obra, son las más importantes. (María Tausiet Carlés, 1997: 378-387)

Fotograma 20×04: La casa árbol del terror XIX. Las brujas han sido nombradas en varias ocasiones en los Simpsons, en este caso Lisa apunta a que clase de personas eran acusadas: mujeres con confianza en sí mismas, independientes y con cierto poder.

En general, podría decirse que la brujería consistía en un conjunto de prácticas basadas en el uso de medios ocultos (que se alejaban de las revelaciones divinas) con el objetivo de conseguir superar los límites humanos. Con el tiempo se volvió cada vez más difícil diferenciar entre brujas y magas, pero estas últimas eran necesarias: gracias a sus conocimientos salvaban vidas y ayudaban a las poblaciones en las que residían. Si bien, normalmente la magia «blanca» ejercida por las últimas era considerada inofensiva se seguía considerando que se trataba de una posible puerta de entrada a actividades perniciosas. (Fernando Figueroa, 2005: 107)

En la Edad Media habían sido más o menos respetadas porque era imposible sobrevivir sin ellas (trataré a los acusados en femenino por dos motivos: este género fue el más perseguido y las labores que eran condenadas eran propias del mismo), pero la incomprensión de sus actividades y que el poder político necesitará controlar a la población derivo en un crecimiento en el odio generalizado hacia ellas. Desde nuestro punto de vista, estas prácticas no son paranormales, pero la mentalidad de la época no dejaba lugar a dudas: cualquier cosa que se alejara del encorsetado sistema de creencias cristianas era obra del maligno (Amores Bonilla, 2012: 12-13).

Aunque las brujas han sido históricamente perseguidas desde época antigua, fue con la llegada de la Edad Moderna cuando apareció la caza de brujas (Ortega Muñoz, 2012: 16). Principalmente debido a un cambio en el propio sistema de creencias, concretamente respecto a la demonología, una rama de estudio que desde la Baja Edad Media había adquirido muchos seguidores en Europa.

Podríamos rastrear el inicio de este fenómeno con la aparición de la bula papal Sumnis desiderantibus affectibus del papa Inocencio VIII de 1484. Surgió en un momento clave: cuando el Diablo dejo de ser un concepto, la ausencia del Bien, y empezó a ser comprendido como una entidad propiamente dicha, un ángel caído, que podía influir en los seres humanos. Al mismo tiempo las brujas dejaron de ser un elemento constructivo y sanador, pasando a ser servidoras de los demonios.

Otro posible punto de comienzo de estos ataques puede encontrarse en el libro de los inquisidores Jacob Sprenger y Heinrich Instistioris, Malleus Malleficarum. (Amores Bonilla, 2012: 16) Este surgió con anterioridad a la bula, fue publicado en 1487, y estableció por primera vez las bases de los estereotipos relacionados con las brujas (devoraban niños, ofrecían sacrificios humanos, bebían sangre humana, etc.) (Amores Bonilla, 2012: 17).

Ilustración de Compendium Maleficarum (Francesco Maria Guazzo, 1626). Varios hombres y mujeres pisotean una cruz alentados por el diablo.

En el siglo XVI se recogen estas teorías, pero se añade un matiz: las brujas pasan a ser mayoritariamente mujeres, algo que en el Malleus Malleficarum todavía no era defendido. Por lo que estaríamos hablando de una persecución basada en el género como nombran algunas autoras feministas, que consideran este momento el inicio de la lucha de sexos. Este es el caso de Anne Llewellyn Barstow, que pone el foco de esta persecución en el ansia de dominación masculina (Amores Bonilla, 2012: 17-19).

¿Quiénes eran acusadas normalmente? Mujeres pobres, de estamentos bajos, de carácter fuerte o “arrogante”, mayores, mendigas, braceras, curanderas, asistentas, vendedoras, marginadas, desequilibradas, histéricas o prostitutas a las que irremediablemente se encontraban las marcas satánicas (manchas, verrugas, lunares…) (Ortega Muñoz, 2012: 7-8) pero también mujeres viudas y solteras herederas de grandes fortunas (Amores Bonilla, 2012: 19).

¿Por qué las mujeres son el grupo mayoritariamente perseguido en el mundo de la brujería? En esta sociedad la mujer era considerada débil (física, moral y mentalmente) y sexualmente más desenfrenada (Ortega Muñoz, 2012: 8). Las mujeres tenían mas probabilidades de convertirse en brujas por que eran mas fáciles de manipular por el diablo, con el que supuestamente daban rienda suelta a sus deseos carnales (Amores Bonilla, 2012: 22). Esto no quiere decir que cuando la caza aumentaba se pudiera llegar a procesar a hombres y niños (se creía que los poderes se transmitían por enseñanza y herencia).

En la actualidad todavía perviven matices lingüísticos que muestran la desigualdad del sistema: bruja y brujo toman sus poderes del diablo, pero ellas eran seducida y engañada por el anticristo, y ellos lo conquistarían usurpando poderes al diablo (Ortega Muñoz, 2012: 3). En el caso puritano se suma a la debilidad física de la mujer el hecho de que el alma era un elemento femenino, insaciable y débil, el diablo aprovechaba este hecho para seducir a la mujer que era doblemente débil por su cuerpo y su alma (Fargas García, 2016: 79).

¿Por qué comienza la cacería? Existen tantas teorías sobre el inicio de la persecución como expertos que han dedicado sus vidas a investigar acerca de este tema. Marvin Harris, opina que el estado ataco a estas mujeres como un medio de control de la población consiguiendo anular su culpa entorno a la crisis de los valores sociales que hay en época moderna (del colectivismo medieval pasamos al individualismo) (Amores Bonilla, 2012: 19-20). En un sentido similar, Alan Macfarlane y Keith Thomas, defienden que el motor de las acusaciones fueron las tensiones internas en las comunidades rurales: los poderosos ya no defendían a los débiles y ocultaban su culpa atacándoles (Amores Bonilla, 2012: 21). Norman Coban, opina que esta persecución está unida a la represión sexual a la que se sometió la sociedad renacentista, la bruja personificaba la resistencia y hostilidad contra los valores judeocristianos (Amores Bonilla, 2012: 22).

Bruja poderosa que por ydropica sacan a paseo las mejores boladoras (Goya, 1797) En este cuadro se crítica tanto la persecución hacia las brujas como la promiscuidad que estaba asociada a las mismas.

Pero, además, existe otro punto clave que se relaciona con la caza de brujas: la Reforma protestante. En los lugares en los que comenzaba a seguirse este movimiento religioso las persecuciones se avivaron, pues Lutero y otros cabezas de la reforma seguían las creencias populares sobre estas y su relación con el demonio. (Amores Bonilla, 2012: 18) Y, cómo no hablar de los puritanos, aparecidos en época moderna, que consideraba que las brujas eran cómplices del mal en el momento en el que se unían al demonio. Para ellos se formaba una “liga […] para socavar el Evangelio y derrocar a la Iglesia; y conspirar y cooperar en rebelión contra Dios”, el peor crimen que se podía cometer (Fargas García, 2016: 75).

Las brujas como ya he señalado estaban vinculadas a toda una serie de estereotipos que ha llegado hasta hoy (Ortega Muñoz, 2012: 9-10):

  • Son mujeres ancianas, tal vez por que la corta esperanza de vida hacia sospechar de las personas más mayores, por que las curanderas/pateras eran mujeres mayores o por que la vejez va ligada a conductas excéntricas y a debilidad física.
  • Solteras o viudas, algo común en una sociedad que deseaba ver a sus mujeres casadas y con hijos para mantener al sistema.
  • Capaces de hacer pócimas algo ligado a la magia y a las curanderas, una de las únicas profesiones que las mujeres podían escoger.
  • Desagradables o arrogantes, este hecho se ligaría a la soltería y a la forma en la que las mujeres podían luchar contra el rol de genero.
  • Deformes o feas, se consideraba que cualquier signo físico “extraño” (pecas, chepas, granos, verrugas, etc.) era señal de un pacto con el demonio.

En una de las películas más conocidas de Monthy Python (Los caballeros de la mesa cuadrada, 1975) aparece esta escena que, como era costumbre en este grupo cómico inglés, utiliza el surrealismo para hacer frente a los problemas sociales. En este caso se crítica a la cacería de brujas y a los estereotipos que reinaban en el pasado con respecto a ellas:

The Discovery of Witches (Matthew Hopkins, 1647). Dos brujas muestran sus animales familiares ante Matthew Hopkins en este grabado perteneciente al libro de este dedicado a la caza de brujas.

Además, las brujas tenían poderes gracias al pacto que habían realizado con el demonio, dependiendo de la cultura se establecen unos u otros, pero hay algunos comunes. Por ejemplo, la capacidad de volar, normalmente en una escoba, un objeto ligado a su papel dentro de la sociedad. Otra habilidad propia de las brujas era la transformación en animales, algo que la Iglesia no concebía por que el alma humana no alcanzaría a encajar en un animal (Ortega Muñoz, 2012: 12). También podían cambiar el tiempo a su antojo y ejercían la adivinación para localizar objetos perdidos o predecir el futuro. También se creía que eran auxiliadas por diablillos o duendes malignos, que tomaban el aspecto de animales, siendo los más comunes sapos, cuervos y gatos negros. Las brujas les pagaban sus servicios alimentándoles con sangre o con el fruto de un tercer pecho dedicado a este fin.

Brujería en el pequeño Salem

¿Víctimas o verdugos? Teorías para todos los gustos

Como ya he señalado Salem es un caso increíblemente conocido alrededor del mundo, todos conocemos los puntos básicos: unas niñas comenzaron a presentar extraños espasmos y movimientos corporales, su médico no encontraba cura así que dio la noticia a la familia de que las niñas eran víctimas de los ataques de unas brujas. Desde ese momento, las niñas acusarán a vecinos y enemigos de su familia de pertenecer a un malévolo plan para destruir Salem y a Dios.

Ilustración de Mary Walcott (John W. Ehniger, 1902). El miedo desembocó en un proceso de acusaciones indiscriminadas, que fueron representadas en el siglo XX por el artista John W. Ehniger.

La gran pregunta es sin lugar a dudas por que tuvo lugar este reinado del terror en esta pequeña población de Massachusetts. Parece imposible creer que las muchachas de verdad estuvieran sufriendo ataques diabólicos y pensar que fueron capaces de hacer tanto daño de manera deliberada desalentaría hasta el más optimista sobre la capacidad para el mal de los humanos. A continuación, señalaré las teorías más interesantes y conocidas sobre el tema, tal vez uniendo algunas de ellas podamos comprender mejor la situación.

En el campo científico tenemos a la investigadora Linda Caporael que consideraba que en la aldea se había dado una contaminación alimentaria en el cornezuelo, un hongo parásito del centeno, que habría provocado el llamado Ergotismo Convulsivo. Los efectos serían: parálisis transitoria, alucinaciones, contracciones musculares, psicosis y delirio; síntomas semejantes a las descripciones de las niñas. Sin embargo, no está del todo claro que tantas personas puedan estar infestadas y que este problema tan sólo se diese en los más jóvenes de la aldea pertenecientes a uno de los bandos de las constantes luchas por el poder del lugar. (Fargas García, 2016: 74)

En medicina existen otros posibles causantes de los problemas que tenían las chicas. Podrían haber tomado estramonio, una planta psicoactiva, o podrían sufrir encefalitis letárgica, un trastorno del sueño provocado por una toxina ambiental. Incluso se ha dicho que podría tratarse de una infección bacteriana o viral, o de un trastorno autoinmune.  Michael Zandi y Johnny Ta exploraron una nueva posibilidad: encefalitis anti-NMDAR, enfermedad que explicaría todos los problemas a los que se enfrentaron las jóvenes, pero no a que otras personas mostraran la misma enfermedad.

Mary Beth Norton ofrece una hipótesis muy curiosa poniendo el foco en las guerras indias, un conjunto de enfrentamientos constantes entre los colonos ingleses-franceses y las tribus indias. En este caso, hablaríamos de la conocida como Guerra del rey Guillermo (1689-1697), en ella ambas potencias europeas se enfrentaron por el control del territorio apoyadas por grupos locales, estas provocaron en la sociedad de Massachusetts un gran temor hacia los nativos y personas racializadas. La autora no defiende que fuese el conflicto el que genero la crisis, pero sí que creo unas condiciones que pudieron propiciarlo. (Fargas García, 2016: 74)

Federici realiza uno de los análisis más significativos y llamativos del suceso, centrándose en el aspecto económico, concretamente en el desarrollo capitalista. Este desajustaba las estructuras de poder pues el cambio dentro del sistema (económico y demográfico) llevo a un estado de desorganización social, que provoco cierto temor entre los eclesiásticos que veían en peligro su forma de vida. El propio gobierno (tanto en las colonias americanas como en Europa) usaría la caza de brujas en su propio beneficio, la autora considera que fue una “campaña terrorista impulsada por el Estado” para eliminar las capacidades económicas femeninas (Fargas García, 2016: 72-75).

Mediante la eliminación de las mujeres más poderosas o al menos independientes de la sociedad se daba un ejemplo al resto: si salían de la imagen idealizada de que era una buena mujer (casada, con hijos y devota) sufrirían consecuencias. De este modo los hombres seguirían en la posición dominante y su autoridad no podría ser puesta en entre dicho por mujeres situadas en un estadio similar al suyo.

Karlsen encuentra fundamental el hecho de que muchas acusadas eran beneficiarias de herencia. Las mujeres que no tenían hijos provocaban un bloqueo en la transmisión de la propiedad, como en el caso de Sarah Osborne y de Sarah Good.  Además, la estancia en prisión debía ser pagada por unas tasas concretas, que se cobraban con la expropiación de tierras pudiendo arrebatarles a las mujeres sus propiedades. Otras mujeres fueron atacadas por salirse de la normatividad de la época y por enfrentarse a los hombres, como es el caso de la mendiga Sarah Good. (Fargas García, 2016: 79-80)

No debemos olvidar la mencionada posibilidad de que la caza de brujas respondiera a un cambio sociopolítico en esta comunidad. Una parte de la población vivía en la ciudad de Salem, cosmopolita y centrada en el comercio como base económica que tenía un pensamiento más liberal, y el resto se encontraba en la aldea de Salem basada en la agricultura y la ganadería, con un talante muy conservador. La entrada del nuevo sistema capitalista derivó en enfrentamientos entre las familias que habían alcanzado el poder en ambos lugares y sus subordinados: los Putnam y los Porter. (Fargas García, 2016: 76)

La calma antes de la tormenta: Putnam vs Porter

El juicio de Giles Corey (Charles Reinhardt, 1878). Los hombres acusados mostraban un perfil distinto al de las acusadas, pues sobre todo se trataba de personas que manifestaban públicamente su falta de creencia en las acusaciones. Un ejemplo es el caso de Giles Corey que fue perseguido cuando empezó a luchar contra los juicios.

Salem, fundada en 1626, era un asentamiento permanente en la bahía de Massachusetts, Nueva Inglaterra. Estaba situada en un puerto privilegiado, lo que ayudo a que creciera económicamente convirtiéndose pronto en el centro del área en torno a Cape Ann. Era la maqueta utópica ideada por los puritanos congregacioncitas de Inglaterra, que defendían una Iglesia renovada y autogobernada, para crear una población basada en los preceptos de esta modalidad del calvinismo (Fargas García, 2016: 80).

En 1692, año en el que tuvo lugar la locura colectiva, Massachusetts era un territorio extremadamente religioso y cerrado. Las doctrinas puritanas en las que creían llevaron a que los habitantes compartiesen un sentimiento de culpabilidad constante, incluso los más ortodoxos consideraban que no cumplían con los valores morales de su fe. Todos los pecados eran la excusa perfecta para que el diablo se hiciera con el alma de una persona, por lo que existía un doble miedo: no llegar al Paraíso y ser consumido por el diablo. Como ya hemos visto, una relación con él implicaba convertirse en brujo y desde 1542 en Inglaterra ya era reconocida la brujería como un delito. Es decir, la legislación de las colonias abalaba la caza de brujas a través de los tramites legales normales, estableciendo penas (Lucchesi de Ramacciotti y Sloer de Godfrid, 1999: 31-32).

A partir de distintos procesos de secesión interna, comenzados en torno a 1630 y 1640, Salem quedó dividida en dos territorios (Fargas García, 2016: 80). Para 1689 ya no era un pequeño asentamiento de granjeros y pescaderos, sino que existía una poderosa élite de comerciantes. Las alianzas matrimoniales y los acuerdos económicos habían formalizado una jerarquía entre las familias que derivaría en la creación de auténticos clanes, con lealtades que se prolongaban durante generaciones. Concretamente, dos familias que dominaban este escenario, los Putman y los Porters, terminaron controlando a la población y a su Iglesia, siendo los cabecillas de dos bandos que no dejarían de enfrentarse  (Lucchesi de Ramacciotti y Sloer de Godfrid, 1999: 31-32).

El conflicto entre estas familias extremadamente poderosas se basaba en gran parte en las expectativas de futuro para su ciudad. Uno de los últimos escalones hacia la cacería se dio cuando los Putnam, intentando alejar la aldea de la ciudad, crearon una parroquia propia en 1689 contratando a Samuel Parris como reverendo. Este se mudo al lugar con su mujer Elizabeth, su hija Betty, su sobrina Abigail Williams, la esclava de la familia, Tituba, y su marido, John. Su aparición no abrió puentes entre los dos bandos enfrentados, sino que volvió la escisión más profunda. Un dato que habla claramente de la opinión general respecto al reverendo es que, habitando la aldea casi 500 personas, en dos años, la congregación de Parris sólo fue de 61 miembros (Fargas García, 2016: 81).

Los Putnam se habían cansado de que los Porter tuvieran tanto poder y de que se enriquecieran cada vez más gracias al comercio que dominaban a través del puerto de la ciudad. Sus ideas no podían ser más diferentes, y es posible que cualquier pequeño malentendido hubiese podido derivar en una guerra abierta entre estos viejos enemigos, pero ninguno se atrevería a lanzar la primera piedra. No podemos saber sin dudas si las niñas fueron obligadas a realizar una actuación para hacer desaparecer a los contrincantes o si simplemente se trató de una feliz coincidencia que ellas experimentaran algún problema físico y los Putnam aprovecharán la situación.

Lo que queda claro es que se habían sembrado vientos en las granjas y viviendas de Salem, había un mar de diferencias entre vecinos que vivían a unos pocos kilómetros en una comunidad tan pequeña que todos se conocían o estaban emparentados. Unas niñas comenzaron a mostrar síntomas que los médicos no podían comprender y se desató la tormenta más poderosa que hubiera tenido lugar hasta aquel momento en las colonias inglesas de Norteamérica.

Mapa de la ciudad de Salem durante los juicios (W. P. Upham, 1866).

Si pesa lo mismo que un ganso, es una bruja: el inicio de la matanza.

En este contexto alrededor del 15 de enero de 1692 la pequeña Betty Parris, y poco después su prima Abigail Williams, empiezan a comportarse de manera extraña como si padeciesen algún tipo de enfermedad: sus extremidades sufrían espasmos, se desmayaban, tenían escalofríos, sentían pinchazos y mordiscos, etc. El médico no dio con un diagnostico acertado y dijo que se encontraban bajo la influencia del diablo (Fargas García, 2016: 82).

Viendo el sufrimiento de las niñas, que tan solo contaban con 9 y 11 años, Mary Sibley realizo junto a la esclava de la familia, Tituba, una suerte de poción. Esta consistía en la elaboración del conocido pastel de bruja que debía comer el perro familiar para averiguar quienes estaban detrás del ataque. Por supuesto, cuando los vecinos de la aldea conocieron los hechos criticaron duramente a Sibley por haber usado magia negra, era imposible vencer al demonio en su propio juego (Fargas García, 2016: 82-83). Las niñas Parris estaban bajo los cuidados de una esclava originaria de las Antillas, quien inventaba toda clase de juegos e historias (incluyendo algunas de terror) para distraerlas, según documentos y habladurías de la época además leía el futuro a través de las claras de huevo (Gutiérrez Vivas, 2015: 5).

Las brujas (Hans Baldung Grien, 1510). Varias brujas realizan toda una serie de actividades que son asociadas a pactos con el demonio. Durante mucho tiempo, en la ciudad se ha seguido creyendo que Tituba fue la única culpable de los maleficios del lugar por que al ser una persona racializada debía conocer la magia negra que aparece representada en esta ilustración.

Los síntomas de las jóvenes no dejaban de empeorar y otros jóvenes de la aldea comenzaban a sufrir afecciones similares, como Ann Putman (12 años), una de las acusadoras que más personas logro enjuiciar gracias a su astucia (Gutiérrez Vivas, 2015: 5). Son muchos los testimonios aportados por las familias de los encarcelados en su contra, mencionando las formas en las que engañaba al tribunal: se pinchaba a sí misma con alfileres, se hacía heridas a propósito y mentía sobre los lugares en los que se encontraba con los atacados.

El 29 de febrero, delante de los magistrados Jonathan Corwin y John Hathorne, Abigail y Elisabeth culparon a tres mujeres del cargo de brujería: Tituba, su niñera; Sarah Good, una mendiga y Sarah Osborne, una anciana viuda. A partir del 1 de marzo fueron llevadas ante ellos, interrogadas y examinadas en busca de cualquier marca que pudiera revelar un acuerdo con el demonio (Gutiérrez Vivas, 2015: 5).

Tanto Osborne como Good fueron declaradas inocentes, pero Tituba confesó, tras ser torturada, dando descripciones detalladas de sus ayudantes (perros negros, gatos rojos o pájaros amarillos) y nombro por primera vez al misterioso «hombre negro», que aparecerá en todas las actas de los juicios. Las hijas de Parris declararon que eran capaces de distinguir si alguien era brujo, por lo que se convirtieron en las manos derechas de los jueces que comenzaron a creer todo lo que decían (Gutiérrez Vivas, 2015: 6). Además, la propia Tituba comenzó a dar nombres de personas que sabia por rumores de la comunidad que estaban cometiendo diversos delitos como el adulterio.

Tituba es uno de los personajes mas interesantes de Salem, pues es la única persona racializada (mulata, india o negra) que fue acusada y que declaró su culpabilidad para evadir la prisión y la muerte. Esta esclava era la persona más cercana a las niñas, pues trabajaba en su hogar como niñera, probablemente pasasen más ratos con ella que con su madre. Procedía de Barbados, aunque se desconoce el lugar exacto en que fue comprada junto a su marido por Parris, pero se supone que llevaba mucho tiempo en la familia.

Cualquier gesto o palabra podría haber llevado a que se sospechase de ella por sus creencias y costumbres, asociadas a menudo a la hechicería vudú, así que no es de extrañar que fuera la primera acusada. No se conoce en qué momento de los juicios fue vendida y alejada de la ciudad.

En poco tiempo se creó un Tribunal ad hoc presidido por el juez William Stoughton. En el momento en el que empezó la persecución, el miedo a la presencia de brujas se extendió por la comunidad y por algunas poblaciones vecinas, como Toppsfield, Boston, Cambridge, Gloucester, Bixford, Haverhill, Andover, etc (Amores Bonilla, 2012: 31-32).

Ilustación de los juicios de Salem (William A. Crafts, 1876). Durante los juicios se volvió una constante que las jovenes «afectadas» sufrieran ataques de todo tipo, además solían señalar que veían apariciones espectrales de personas ya fallecidas o las almas de los acusados atacando a otros vecinos y así mismas.

A partir de este punto seria imposible realizar un estudio en profundidad de todos los acusados, pues superaron los cincuenta en los primeros meses. Así pues, se señalarán a continuación los casos más característicos de la forma en la que se realizaron los juicios, de las justificaciones o alegatos en contra que fueron utilizados con mayor insistencia o de los individuos que han pasado a los anales de la historia como parte de las leyendas de la ciudad.

Se sucederían los ataques de unos vecinos contra otros, prácticamente cada mes había nuevas detenciones y cada persona que era víctima de las acusaciones debía permanecer en prisión hasta que se decidiese si era culpable. En la siguiente escena de los Simpsons vemos una recreación de los juicios llena de sátiras y de bromas pero que permite mostrar hasta que punto llegaba el señalamiento y los ataques entre los vecinos: https://www.youtube.com/watch?v=bjRsYk00tGE

Muchas personas tomaron la decisión de confirmar su culpabilidad, sin ser cierto, para huir de la pena de muerte y acortar su estancia entre rejas. Pero para evitar que cambiasen su testimonio se las obligaba a permanecer encerradas y eran forzadas a dar nombres de otros brujos o a participar en sus juicios. De modo que estudiando los juicios de los últimos acusados se observa que aparecen los nombres de los anteriormente culpabilizados. Se trata de una cuestión simple: conseguir a toda costa enjuiciar a los brujos era la base de la fiebre y, por lo tanto, contar con la ayuda de sus compañeros era indispensable.

Uno de los casos más curiosos en este sentido será el de Abigail Hobbs (W. Upham, 1969: 125), quien tras decir abiertamente que era bruja y dar detalles de sus compañeros de aquelarre tomó la decisión de ayudar a que sus padres fueran castigados. Su padre, William Hobbs, era un hombre de 50 años, conocido por todos sus vecinos por ser una persona inmaculada (W. Upham, 1969: 129). Este llegó a su examen buscando la forma de salvar la vida, sin embargo descubrió que su hija hablaba en su contra y que su mujer (afectada por un ataque de ansiedad) había confesado (W. Upham, 1969: 131).

Pero él jamás perdió la compostura y defendió su inocencia hasta que la oleada de ataques llegó a su fin, luchando contra las mentiras que decía su hija. Además, su mujer permaneció en solitario en el hogar familiar durante un largo periodo de tiempo, cuidando de los cuatro pequeños, incluido un bebé, todos ellos sobrevivieron tras la detección de su madre gracias a la generosidad de los vecinos.

Otro caso que es interesante, tanto por la etnia de la acusada, como por las razones por las que lo fue detenida, es el de Mary Black, una esclava afroamericana perteneciente a Nathaniel Putnam. Las chicas afectadas, a parte de acusarla de los mismos delitos que al resto, señalaron que doce meses antes un hombre se había sentado junto a ella en un banco. Por desgracia, los documentos no nos permiten apreciar si en algún momento se descubrió el misterio de como un hombre se había sentado una vez, en el marco de doce meses, junto a Mary. Este caso sirve para señalar el punto más importante de Salem: cualquier persona podía ser atacada bajo cualquier pretexto (W. Upham, 1969: 137).

Lo mismo podría decirse de Susanna Martin de Amesbury, una viuda que fue arrestada el 30 de abril y examinada el 2 de mayo. Esta anciana fue acusada de ser demasiado sucia, de ir desaliñada, y de ser capaz de recorrer grandes distancias a pie sin mancharse sus faldas (W. Upham, 1969: 146-147). Resulta interesante la forma en la que hacer un mínimo esfuerzo físico o no cumplir unos mínimos de imagen implicaba que una mujer era bruja o poco educada (como en el caso de Elizabeth en el atemporal Orgullo y Prejuicio).

Ilustración que recrea el asesinato del pastor Burroughs (Henry Davenport, 1901). Una de las historias más conocidas en Salem es como recitó el padre nuestro, una hazaña que los brujos no podían realizar.

Volviendo a las menciones sobre el tal «hombre negro» en los testimonios de Tituba, habría que hablar de Burroughs, un hombre de baja estatura y tez oscura, que se identificó con el misterioso personaje. La base de esta acusación fue que se trataba de una persona con una fuerza superior a la media, hecho que conociendo su pasado como gimnasta era lógico. Las chicas rápidamente le acusaron de ser el responsable del libro del demonio (en el que todos los miembros del aquelarre debían firmar para zanjar el trato) y de asesinar a tres esposas.

Los diarios de la época cuentan que detuvieron a Burroughs en su pequeña vivienda y que fue obligado a marcharse sin explicarle la razón ni permitirle despedirse de su familia (W. Upham, 1969: 157-159). Cualquier razón era suficiente para demostrar que era culpable y para su desgracia el hecho de no acudir a misa y de no haber bautizado a varios de sus hijos se considero que era una prueba. El 19 de agosto fue finalmente ejecutado, convirtiéndose en el único párroco asesinado en este proceso.

Posteriormente apareció un nuevo posible encargado del libro: George Jacobs, un anciano que no pudo contener la risa al ser acusado. Sus propios criados y parte de sus familiares hablaron en su contra, probablemente para eliminarle y poder acceder a la fortuna (W. Upham, 1969: 164-169). Se sabe además que su nieta, Margaret, fue juzgada al mismo tiempo, pero lamentablemente gran parte de su caso ha desparecido (W. Upham, 1969: 173).

Lo que si sabemos es que el padre de Margaret, único hijo de George, había huido del país tras ser acusado del mismo delito. Su mujer se encontraba en la cárcel, por lo que sus hijos menores de edad habían quedado desvalidos a cargo de aquellas personas que decidieron acogerlos. Para poder ayudar a su familia, Margaret decidió admitir el delito para poder salir de la cárcel y cuidar de sus hermanos llegando a acusar a otras personas, pero al ser consciente de que esto no la ayudaba a eludir la prisión intento retirar lo dicho, pero nadie la escuchó (W. Upham, 1969: 315-316).

Al igual que otras personas, a pesar de ser indultada, Margaret fue obligada a permanecer en prisión hasta que hubiera pagado la multa. Su abuelo había sido ejecutado, y todos sus pertenencias y bienes inmuebles habían sido incautadas por el mariscal. No tenía forma de pagar por lo que permaneció encerrada, hasta que un desconocido llamado Gammon le dio un préstamo para que quedara libre (W. Upham, 1969: 354).

Fotografía de la Tumba de George Jacobs (Anónimo, 2019). Él es la única victima de la caza cuyos restos han sido encontrados, gracias a que sus nietos los recuperaron la noche de su ejecución para poder enterrarlos en la finca familiar. (W. Upham, 1969: 321) En su tumba podemos leer que no importaba lo que hicieran con su cuerpo por que él seguiría siendo inocente y leal a su señor.

Al mismo tiempo, el joven John Willard comenzó a ser perseguido por la justicia, a la que solo pudo eludir por un período corto de tiempo (W. Upham, 1969: 173). Aunque había formado parte del circulo policial de la ciudad, nunca había confiado demasiado en los procesos, por lo que rápidamente quedó en el punto de mira de las acusadoras. Su propio abuelo decía que era el culpable de los problemas médicos de varios miembros de la familia, y cuando su primo pequeño falleció de manera fulminante las jóvenes dijeron que habían visto a su espíritu ahogarle (W. Upham, 1969: 176-177).

No solo las niñas se encargaban de dar los nombres de las brujas, pues otros responsables de instigar la cacería eran hombres adultos de buenas familias como Samuel Shattuck. En general, este individuo no suele aparecer en las historias relacionadas con Salem, pero su mano es una de las culpables de la muerte de la mayoría de las mujeres colgadas (W. Upham, 1969: 180-181). Curiosamente, jamás dio un nombre masculino a los magistrados, pero cualquier mujer que no tuviera su simpatía sufriría el escarnio público y una imputación.

No faltan los casos de mujeres inocentes que por culpa de las actuaciones de las jóvenes y de la histeria colectiva comenzaron a verse a sí mismas como brujas. Un ejemplo es Ann Pudeator, una viuda que ya había pasado los 70 y que era la dueña de una de las fortunas más importantes del lugar. Fue examinada el 2 de julio, y las chicas mostraron síntomas de ser atacadas (algo que ocurría con ligeras variaciones en cada juicio), pero esta vez mostraban signos de recuperación cuando las tocaba Pudeator. Siendo una mujer mayor, probablemente afectada de algún tipo de demencia, esta escena la llenó de terror y llevó a que confesara su implicación en el plan demoníaco (W. Upham, 1969:185-187).

Como ya se ha señalado, no solo eran atacados los miembros de la comunidad de Salem, un ejemplo sería el caso de John Alden, de Boston, un capitán que fue llevado ante el tribunal el 31 de mayo. La mayoría de las personas nombradas que no pertenecían a la población eran conocidas por algún motivo en la comunidad, pero en este caso ninguna de las chicas podía conocerle y solo se puede plantear que alguien que estuvo bajo su mando intentaba dañarle (W. Upham, 1969: 243-244). Alden logro escapar gracias a sus aliados a mediados de septiembre, pero con el fin de la caza regreso en abril de 1693, siendo uno de los últimos casos cerrados de brujería (W. Upham, 1969: 246).

El juicio de George Jacobs en el momento de la acusación (Thomkins H. Matteson, 1855) Las acusaciones eran constantes durante los juicios al igual que las actuaciones entre los supuestos endemoniados. Como dice Hutchinson en su trabajo la histeria llevo a que “la única forma de lograr que no te acusaran fuera convertirte en un acusador”. (W. Upham, 1969: 248)

Dudley Bradstreet, uno de los principales magistrados, después de que unas cuarenta personas entraran en la cárcel decidió detener la cacería negándose a arrestar a más gente. Las chicas siguieron con su modus operandi: si se negaban a seguir sus mandatos, ellos serían los acusados. La consecuencia final de intentar acabar con la locura fue que él y su mujer tuvieron que huir de su hogar para salvar sus vidas (W. Upham, 1969: 249).

En este momento, la colonia de Massachusetts pasó a ser una provincia real y se organizó un nuevo gobierno con William Phips como cabeza. Esto no implicó ni que los juicios se pausaran ni que cambiase la forma en la que se realizaban. Los exámenes continuaron como antes (W. Upham, 1969: 251-252), y el 27 de mayo de 1692, el gobernador estableció un tribunal especial de Oyer (escuchar) y Terminer (decidir) para los condados de Suffolk, Essex y Middlesex. El primer caso presentado ante este tribunal fue Bridget Bishop, que fue la primera persona colgada en la conocida Colina de las Brujas (Gutiérrez Vivas, 2015: 7).

En la primera sesión de la nueva corte solo participó ella, aunque ya había sido acusada de brujería con anterioridad por una vecina con probables problemas mentales (W. Upham, 1969: 258-259). La nueva incriminación llegó por unos obreros que trabajaban en las reparaciones de una vivienda que poseía en la ciudad el matrimonio Bishop y que querían arreglar antes de marcharse a su granja. La denuncia fue llevada a cabo por John y William Bly, quienes según contaron eliminaron una pared del sótano detrás de la cual encontraron títeres hechos de trapos y pelo de cerdo, con alfileres en ellos con las puntas hacia afuera.

Esta evidencia llevó a que Bridget fuera condenada y ejecutada en el margen de una semana. La sentencia de muerte de esta mujer es la única que se ha conservado de los juicios, por lo que resulta un documento de gran interés, las demás probablemente fueron sustraídas cuando terminó la caza para ocultar información de interés a los familiares de las víctimas (W. Upham, 1969: 267). Es imposible saber si de verdad encontraron esas muñecas infernales en la casa o si pertenecían siquiera a la anciana, pero queda claro que ella ya estaba bajo sospecha.

Tampoco puede olvidarse el caso de Sarah Good, una de las primeras acusadas, que pertenecía al estrato social más pobre y que sobrevivía gracias a la caridad de los vecinos. Con respecto a ella, existe una leyenda muy conocida en Salem que ha llegado hasta nuestros días. Se cuenta que Noyes, uno de los magistrados, la instó a que confesara su participación en el aquelarre antes de ejecutarla. La mujer después de llamarle mentiroso dijo las siguientes palabras: «No soy más bruja que tú mago; y si me quitas la vida, Dios te dará sangre para beber» (W. Upham, 1969: 270). La historia prosigue contando que este hombre falleció de una hemorragia interna, años después, sangrando por la boca (W. Upham, 1969: 271).

Tituba (John W. Ehninger, 1902) ¿La maldición de una bruja?, ¿Justicia divina? ¿Karma? o ¿Solo un cuento? No existen documentos oficiales que nos narren estos hechos o que nos permitan averiguar si de verdad Noyes murió así. Pero no deja de ser curiosa la forma en la que actualmente se mantiene viva la memoria de todas las personas que fallecieron en este momento en Salem y como han seguido formando una parte fundamental de su cultura y creencias.

El de Rebecca Nurse es sin lugar a dudas el caso que sobresale con mayor fuerza, pues toda la comunidad intento salvar su vida. Muchas personas que hasta entonces apoyaron los juicios comenzaron a dudar cuando esta mujer fue acusada (W. Upham, 1969: 271) y varios decidieron hablar en su defensa ganándose el odio de las chicas embrujadas. Nathaniel Putnam, patriarca de esta gran familia, se había mantenido al margen del problema hasta que Rebecca fue atacada llegando a enfrentarse a Parris para lograr su liberación (W. Upham, 1969: 271-272). Otras 39 personas de la aldea y las inmediaciones firmaron un documento para ayudarla (W. Upham, 1969: 275-276).

Incluso existe un testimonio de su hija, Sarah Nurse, en el que narra como en la corte contra su madre del 29 de junio de 1692, Goodwife Bibber se clavó alfileres en las piernas para después decir que Rebecca la había atacado (W. Upham, 1969: 288). Había pruebas suficientes contra los acusadores, pues se conoce la existencia de personas que admitieron públicamente haber jurado falsamente, los magistrados no tenían forma de excusarse, pero se negaron a actuar. Para destrozar aún más su espíritu en el mes de julio de 1692 será excomulgada, negándole por tanto la entrada al cielo, que era el fin último de la vida de una mujer puritana (W. Upham, 1969: 290-291).

El caso de Martha Corey fue uno de los que más conmocionó a la comunidad, porque era conocida por ser una mujer intachable y muy religiosa. Las chicas se volvieron contra ella porque no creía en las brujas y desde el principio habló en contra de los procesos. Antes de ser condenada ya había pasado dos meses encarcelada, y había sido liberada durante dos días por considerarse que no había pruebas suficientes (W. Upham, 1969: 206). Pero volvió a ser llamada a declarar y cuando fue llevada ante el juez su marido pidió que no se escuchase a las muchachas, pues estaban fuera de sí. Finalmente fue ahorcada el 22 de septiembre de 1692, cuando tenía 72 años (Gutierrez Vivas, 2015: 6).

Pero antes de su ejecución ya había comenzado el proceso contra su marido, Giles Corey, quien se enfrentó a sus vecinos para demostrar la inocencia de su mujer (Gutierrez Vivas, 2015: 6). Debe señalarse que, cuando comenzó la persecución, él había formado parte de la turba y había apoyado el asesinato de los primeros colgados, pero sabía perfectamente que su mujer no era una de las brujas. No fue la única persona que cambio su forma de pensar cuando su familia empezó a ser perseguida, pero fue el único que tomó la decisión de expiar su culpa mediante la muerte.

Sabía que de ser juzgado debía admitir que había cometido unos delitos de los que era inocente o morir, en cualquiera de los dos casos sus hijos no podrían acceder a su herencia. Así que decidió no ser juzgado, cada vez que la corte le pedía que declarase él se mantenía callado e impasible. No se sabe cuántas veces se repitió la escena, pero según la legalidad inglesa después de no responder en tres ocasiones el acusado debía ser torturado hasta conseguir una confesión (W. Upham, 1969: 339)

Desde el principio fue advertido de cuales serían las consecuencias de su decisión, pero eso no provoco que dudara ni que cambiara de parecer. La sentencia por permanecer en silencio era ser aplastado hasta que hablara o falleciese con rocas. La terrible escena tuvo lugar en un campo abierto fuera de la cárcel, y la leyenda cuenta que Corey pedía a los verdugos que aumentaran el peso por que jamas hablaría (W. Upham, 1969: 339). Finalmente murió el 19 de septiembre de 1692, tres días antes de que su mujer fuera ahorcada. (Gutierrez Vivas, 2015: 6)

Ilustración de los últimos momentos de Corey conocida como «Padre, padre» (Mary E. Wilkins Freeman, 1893). La muerte de Giles Corey fue una de las más terribles, tal vez por este motivo su figura es una de las más legendarias. En la ciudad perduran historias sobre él, como que su fantasma aún pasea por el lugar en el que falleció y los niños para espantarle suelen cantar:»More weight! more weight! Giles Corey he cried.» (W. Upham, 1969: 340-341)

Afortunadamente, la masacre llegó a su fin con estas muertes porque los acusadores comenzaron a nombrar a personajes ilustres, lo que llevó a que la muchedumbre se volviera contra ellos. Destacan principalmente los intentos de encarcelar a la suegra de Jonathan Corwin, magistrado examinador, y a la señora Hale, mujer conocida por su piedad, que fueron el mayor punto de inflexión. Nombrando a personas de la clase alta y con un historial de religiosidad probado habían provocado que la gente desconfiase de sus testimonios, dándose una inversión de la opinión pública, que terminaría de un plumazo con la caza de brujas (W. Upham, 1969: 346-347).

El tribunal continuó en activo hasta primavera, examinando a las brujas, pero desde ese momento siempre se terminaría absolviendo a los acusados, hasta que, en mayo de 1693, Sir William Phips los liberó a todos (W. Upham, 1969: 351-352). El gobernador disolvió el tribunal después de que su propia esposa hubiese sido denunciada para protegerla de nuevos ataques. El 29 de octubre un nuevo tribunal siguió con los procesos, pero rechazando cualquier prueba sobrenatural, por lo que solo condenó a 3 de los 56 acusados (Gutierrez Vivas, 2015: 7).

Tras hablar de los juicios desde una perspectiva más humana es hora de hablar de datos generales sobre como se llevaron a cabo, que sabemos de la actuación policial en ciertos ámbitos y en qué situación quedaron los supervivientes. Las declaraciones y documentos que han sobrevivido demuestran que todas aquellas personas que decidieron confesar su culpabilidad sobrevivieron. Todos los condenados defendieron hasta el último momento su inocencia, incluso algunos admitieron ser brujos para más adelante retomar la lucha por su absolución. Podría decirse que todos los fallecidos llegaron a ese extremo por defender la verdad y negarse a mentir, cumpliendo con sus obligaciones puritanas (W. Upham, 1969: 351).

Los jueces estaban convencidos de que la muerte de cada bruja servía como escarmiento al resto de secuaces de Satanás y a otras personas que pudiesen ser tentadas por este. Por ello, el lugar seleccionado para su ejecución debía ser un escenario adecuado. Se encontraba alejado de la cárcel y debía ascenderse al mismo a través de unos senderos tortuosos por los que solo podían hacer con un carro. Era la colina más alta de la ciudad, por lo que desde cada rincón podrían verse los cuerpos colgando como advertencia. No existen fuentes oficiales que señalen la Gallows Hills como el lugar donde se colgó a las brujas, pero la tradición lo ha mantenido así (Charles W. Upham, 1969: 377-378). Actualmente, los expertos ven más plausible que fuera utilizado un pequeño terreno de Proctor’s Ledge perteneciente al ayuntamiento de la ciudad.

A pesar del peligro que podían correr los familiares y amigos de las personas acusada, no fueron pocos los que decidieron defenderles: Procter falleció defendiendo a su esposa, Margaret intento salvar la vida de su abuelo, Corey fue aplastado por proteger a sus hijos, etc. Muchos hijos e hijas visitaron a sus padres en prisión, desafiaron a una multitud sedienta de sangre para ayudarles y se mantuvieron a su lado hasta su ejecución (W. Upham, 1969: 349).

Bruja acusada en Salem (Charles Dudley Warner, 1896). No debemos olvidar que pese a todo, hubo muchos que se enfrentaron a las niñas endemoniadas y que intentaron parar el desastre.

También hubo personas ajenas, que lucharon hasta el final por salvar las vidas de los condenados, como el ministro Cotton Mather, que dirigió una carta a la corte pidiendo que los sueños y visiones sobrenaturales no fueran pruebas en los juicios, la mayoría de los ataques hacían referencia a ambas experiencias. Y el 3 de octubre, Increase Mather, rector de Harvard, denuncio también su uso declarando que: «sería mejor que diez brujos escapasen a que una persona inocente fuera condenada». El tribunal ignoró la petición por lo que cinco personas fueron ahorcadas en julio, cinco en agosto y ocho en septiembre (Gutiérrez Vivas, 2015: 7).

Normalmente, los exámenes realizados sobre los acusados de brujería se llevaron a cabo en lugares privados, donde solo podían permanecer dos personas del mismo género que el examinado y un médico. Pero en el caso de Salem los magistrados decidieron convertirlos en un asunto público al que todos los vecinos podían acudir. Al fin y al cabo, solo buscaban una confesión como dejan claro las transcripciones de los procesos judiciales, las acusadas ni siquiera contaban con la presunción de inocencia (Fargas García, 2016: 83-84).

Dentro de la prisión existían otras costumbres, pues aunque unas cadenas normales no evitarían que las brujas utilizase sus poderes o que proyectase su espíritu al mundo exterior se consideraba que multiplicándolas se lograría encerrarlas. Si las niñas fingían ver a los espectros de los detenidos se ordenaba duplicar sus grilletes, teniendo en cuenta que los encarcelados eran por norma general personas de edad avanzada o enfermizas (incluso embarazadas) resultan evidentes los problemas físicos que podía acarrear amarrarlos con cientos de esposas. Además, se encontraban en una cárcel del siglo XVII, con sus comodidades habituales: temperaturas extremas, mala alimentación, privaciones de todo tipo, maltratos físicos, enfermedades contagiosas trasmitidas entre los presos, por no hablar de las plagas de ratones y otras alimañas (W. Upham, 1969: 197-199).

El juicio de la señora Nurse (Freeland A. Carter, 1893). Rebecca Nurse era una anciana muy mayor cuando tuvieron lugar los juicios. El pensar en todo lo que tuvo que pasar (encadenada, sola, sin ningún paliativo) hace que sea todavía más obvia la barbarie de los sucesos.

La anciana Rebecca Nurse dejo el siguiente poema que nos narra su corta estancia en la cárcel: (W. Upham, 1969: 291-292)

«A dungeon horrible on all sides round,

As one great furnace flamed; yet from those flames

No light, but rather darkness visible;

Regions of sorrow, doleful shades, where peace

And rest can never dwell; hope never comes

That comes to all; but torture without end,

As far removed from God, and light of heaven,

As from the centre thrice to the utmost pole.»

Muchas de estas personas permanecieron encerradas desde que comenzaron los juicios en marzo hasta enero o mayo de 1693. En unas circunstancias tan nocivas para su salud que resulta llamativa la poca cantidad de personas que fallecieron en prisión, aunque no existen unos datos concretos al respecto (W. Upham, 1969: 199). Tras su muerte no se sabe qué se hacía con los cadáveres, probablemente fueron todos arrojados a pozos excavados entre las rocas y cubiertos por los oficiales. Teniendo en cuenta que se trata de una comunidad de creyentes, el hecho de no descansar en un cementerio consagrado y no recibir la extrema unción era prácticamente un billete de ida directa al infierno (Charles W. Upham, 1969: 267).

Es imposible definir a ciencia cierta si se trataba de una travesura que unas niñas empezaron para cometer pequeños crímenes y que fue utilizada por unos adultos vengativos contra sus enemigos. También podría ser una enfermedad que causara estragos y la histeria colectiva se encargó del resto. El caso es que la pequeña comunidad volvió a la calma en cuestión de días, el torrente de agua que había inundado las mentes de los vecinos volvió a la calma.

La maldición de las brujas: ¿Qué ocurrió en Salem tras los juicios?

La caza de brujas fue fruto de su tiempo y es lógico que desapareciera con el paso de las décadas. Podríamos señalar muchas razones: el triunfo del racionalismo, la filosofía mecanicista, la revolución científica, los valores humanitarios (filantropía y tolerancia), los cambios legislativos en el mundo occidental, el progreso del laicismo, el racionalismo religioso y los cambio sociales y económicos que llegaron a finales del XVIII (Ortega Muñoz, 2012: 17-18). La magia dejó de ser útil para la sociedad de modo que la hechicería dejo de ser tan común y la persecución cayó en el olvido.

Si amanece, nos Vamos (Goya, 1797 – 1799). A pesar de la evolución de la filosofía y de la ciencia, las brujas han permanecido en el pensamiento colectivo hasta nuestros días.

La persecución disminuyó, pero es cierto que la creencia y odio hacia las brujas si persistió a lo largo de los siglos posteriores, en España nos encontramos con el ejemplo de Jerónimo Feijoo que en sus cartas eruditas atacaba a estas prácticas y durante el siglo XIX-XX las acusaciones persistieron en todo el mundo. Incluso hoy en día existen lugares en los que todavía persisten los ataques contra mujeres por considerarlas hechiceras, sufriendo violencia similar a la que tuvo lugar en el pasado.

La vida en Salem tras los juicios se volvió difícil porque durante el tiempo en que todo el mundo había sucumbido al terror descuidaron las tareas diarias, los asuntos comerciales y todas las actividades económicas. Libros de la época nos narran la situación: «Toda la colonia había sufrido. La gente había estado tan decidida a cazar y destruir a las brujas que habían descuidado todo lo demás. La siembra, el cultivo, el cuidado de casas, graneros, caminos, cercas, todos fueron olvidados. Como resultado directo, la comida se volvió escasa y los impuestos más altos. Las granjas fueron hipotecadas o vendidas, primero para pagar las tarifas de la prisión, luego para pagar impuestos. La aldea de Salem comenzó esa lenta decadencia que eventualmente borró sus casas y paredes, pero nunca su nombre y memoria» (Brooks, 2011).

Esta penosa situación económica se unió a que la colonia comenzase a sufrir desgracias (sequías, cosechas, brotes de viruela y ataques de nativos americanos) que los supersticiosos vecinos comenzaron a interpretar como un castigo divino por haber acabado con la vida de personas inocentes. La culpabilidad que sentían provocó que el 17 de diciembre de 1697, el gobernador Stoughton emitiera una proclamación por la que toda la provincia tendría un día de ayuno y oración (Brooks, 2011).

Cuatro años después de los juicios, el jurado firmó una confesión de error y se aprobó un proyecto para restaurar los derechos y el buen nombre de las personas acusadas, otorgando 600 libras como indemnización a sus herederos. Dado que algunas familias de las víctimas no querían que sus familiares figuraran en la lista, no todas las víctimas fueron nombradas (Brooks, 2011). Pero, hasta 1957, más de 250 años después de los trágicos acontecimientos, Massachusetts no se disculpó formalmente (Gutierrez Vivas, 2015: 7).

Algunos de los supervivientes demandaron a los agentes involucrados en los juicios, que fueron defendidos por el estado en la primera ley para restituir el honor de los acusados. En 1706, Ann Putnam realizo una disculpa pública por su papel en los juicios, sintiéndose especialmente arrepentida por el caso contra su vecina Rebecca Nurse (Brooks, 2011). Hasta 1957, el estado de Massachusetts no se disculpó oficialmente por los juicios de Salem y limpió el nombre de algunas de las víctimas restantes que no figuran en la ley de 1711, hablando de Ann Pudeator y “otras personas» sin enumerar los nombres del resto de víctimas (Brooks, 2011).

Al fin en noviembre de 1991, los funcionarios de la ciudad de Salem anunciaron planes para un Memorial de las brujas de Salem en este lugar. (Brooks, 2011) Y el 31 de octubre de 2001, se modificó la disculpa de 1957 nombrando por fin a todos los asesinados e involucrados de alguna forma en los ataques (Brooks, 2011).

Fotografía del memorial a las víctimas de la caza de las brujas de la Salem (Richard B. Trask, 2013). En esta ciudad se respira la magia desde hace décadas, pues han decidido tomar sus momentos más oscuros como bandera. Actualmente en cualquier lugar de Salem pueden encontrarse librerías llenas de libros de brujería, cafeterías llenas de calderos y de gatos negros, por todas partes se venden amuletos con forma de bruja. Queda dentro de la moralidad de cada uno el decidir hasta que punto debería poder hacerse dinero en base a unos sucesos tan terribles.

Para terminar, me gustaría dar un breve repaso a todas las víctimas de esta desenfrenada ola de acusaciones.

Hallados culpables y ejecutados: (Brooks, 2011)

  • Bridget Bishop (10 de junio de 1692)
  • Sarah Good (19 de julio de 1692)
  • Elizabeth Howe (19 de julio de 1692)
  • Susannah Martin (19 de julio de 1692)
  • Rebecca Nurse (19 de julio de 1692)
  • Sarah Wildes (19 de julio de 1692)
  • George Burroughs (19 de agosto de 1692)
  • Martha Carrier (19 de agosto de 1692)
  • John Willard (19 de agosto de1692)
  • George Jacobs, Sr (19 de agosto de 1692)
  • John Proctor (19 de agosto de 1692)
  • Alice Parker (22 de septiembre de 1692)
  • Mary Parker (22 de septiembre de 1692)
  • Ann Pudeator (22 de septiembre de 1692)
  • Wilmot Redd (22 de septiembre de 1692)
  • Margaret Scott (22 de s eptiembre de 1692)
  • Samuel Wardwell (22 de septiembre de 1692)
  • Martha Corey (22 de septiembre de 1692)
  • Mary Easty (22 de septiembre de 1692)
  • Dos perros fueron tambien víctimas del frenesí.

Torturado hasta la muerte: (Brooks, 2011)

  • Giles Corey (19 de septiembre de 1692)

Culpabilizados y perdonados: (Brooks, 2011)

  • Elizabeth Proctor
  • Abigail Faulkner Sr
  • Mary Post
  • Sarah Wardwell
  • Elizabeth Johnson Jr
  • Dorcas Hoar

Confesaron y fueron perdonados: (Brooks, 2011)

  • Rebecca Eames
  • Abigail Hobbs
  • Mary Lacy Sr
  • Mary Osgood

Muertos en prisión según datos oficiales: (Brooks, 2011)

  • Sarah Osburn
  • Roger Toothaker
  • Ann Foster
  • Lydia Dustin

Huyeron de prisión: (Brooks, 2011)

  • John Alden Jr.
  • Edward Bishop Jr.
  • Sarah Bishop
  • Mary Bradbury
  • William Barker Sr.
  • Andrew Carrier
  • Katherine Cary
  • Phillip English
  • Mary English
  • Edward Farrington

Acusados públicamente pero no por el tribunal: (Brooks, 2011)

  • Sarah Bassett
  • Mary Black
  • Bethiah Carter, Jr
  • Bethiah Carter, Sr
  • Sarah Cloyce
  • Elizabeth Hart
  • William Hobbs
  • Thomas Farrer, Sr
  • William Proctor
  • Sarah Proctor
  • Susannah Roots
  • Ann Sears
  • Tituba

Lograron huir de la justicia: (Brooks, 2011)

  • George Jacobs Jr
  • Daniel Andrews

La ciudad de Salem ha continuado en la actualidad comprometida con la protección de la memoria de los juicios, gracias a actividades constantes que impiden que olvidemos lo ocurrido. Su museo sobre brujería es uno de los mas conocidos del mundo en cuanto a esta temática y presenta recreaciones fieles de los escenarios de los juicios. Además, los profesionales que trabajan en el mismo han desarrollado una cuenta en YouTube (TheSalemWitchMuseum) en la que difunden en vídeos cortos muy interesantes en los que narran todo lo ocurrido.

Salem, a diferencia de otros lugares en los que se han cometido otros crímenes incluso peores, ha decidido defender la necesidad de proteger la memoria histórica. Que todo el mundo debe conocer la clase de cosas que el ser humano es capaz de hacer en el momento en el que deja de ver al resto como iguales. Si nos dejamos llevar por emociones negativas y por pensamientos supersticiosos, si rechazamos a aquellas personas que no son normativas o que se salen de nuestro preconcebido sistema de valores estamos haciendo lo mismo que hicieron los aldeanos de Salem: acabar con nosotros mismos.

Los juicios de brujería no son más que un procedimiento concreto que forma parte de una constante histórica: los poderosos mantienen su preminencia a través de la eliminación de cualquier persona que pueda sobresalir, es decir, las comunidades marginales (ya sea por cuestiones raciales, de género, de sexualidad, de religión, de clase, etc.). Los vecinos sobrevivientes pagaron un alto precio, arruinándose durante varias décadas, por haber perdido el juicio y del mismo modo a ocurrido con todos aquellos que han perseguido hasta la ruina a personas inocentes por cualquier motivo.

La bruja no. 1, litografía (Joseph E. Baker, 1893). Este articulo es en honor a todos aquellos que han sido perseguidos, insultados, vejados o asesinados por defender su vida y su verdad. En especial, a las brujas víctimas de Salem.

Bibliografía

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  • GUTIERREZ VIVAS, Noelia. La verdad sobre las brujas de Salem en La voz del estudiante, Universidad de Alcalá, 2015, Pp. 5-7.
  • ORTEGA MUÑOZ, Víctor Jose. brujería en la Edad Moderna: una aproximación en Revista de Claseshistoria, 15 de abril de 2012, Nº 294.
  • FARGAS GARCÍA, Casandra. El fenómeno de la caza de brujas en Revista Historia Autónoma, 2016, nº 9, pp. 71-86.
  • LUCCHESI DE RAMACCIOTTI, Edda y SLOER DE GODFRID, Fanny. Las brujas de Salem en Invenio: Revista de investigación académica, 1999, Nº 3, pp. 31-37.
  • AMORES BONILLA, Pedro Antonio. La historia de las mentalidades como método de análisis histórico: Breves anotaciones sobre el contexto y los hechos que acaecieron en Salem a finales del siglo XVII en Clío: History and History Teaching, 2012, nº 38.
  • UPHAM W., Charles. Salem witchcraft with an account of Salem Village and a history of opinions on witchcraft and kindred subjects, Volumen II, New York, 1969.
  • BROOKS, Rebecca Beatrice. History of the Salem Witch Trials en History of Massachussets, 18 de Agosto de 2011. (https://historyofmassachusetts.org/the-salem-witch-trials/)
  • FIGUEROA, Fernando. La clavícula de Salomón: la magia como osamenta expresiva de los miedos y deseos humanos en Cuadernos del Minotauro, 2005, nº2, pp. 99-117.
  • TAUSIET CARLÉS, María. Comadronas-brujas en Aragón en la Edad Moderna: mito y realidad en MANUSCRITS, 1997, nº 15, pp. 377-392

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