PICHETTO VUELVE, PERO…
Desde comienzos de marzo, el diputado nacional Miguel Ángel Pichetto ha dado que hablar con sus apariciones púbicas en medios de comunicación que exceden al ecosistema por el que se ha movido con mayor frecuencia en los últimos años. Más allá de los motivos que lo hayan llevado a presentarse en esos escenarios, ¿qué es lo más destacable que ha dicho, y qué se puede decir al respecto?
Escribe: Valentino Cernaz
Las últimas intervenciones mediáticas de Miguel Ángel Pichetto sugieren que -en este marco de reacomodamiento del sistema político que comenzó con la victoria electoral de Javier Milei, pero aún continúa- el diputado nacional se ha propuesto acercarse a sectores del peronismo de los cuales, en los últimos años, había estado distanciado. Más allá de lo interesante que pueda resultar este movimiento desde el punto de vista táctico, lo cierto es que, durante sus apariciones en Los días más felices, por Radio 10, junto a Guillermo Moreno, y en Duro de Domar, por la pantalla de C5N, el presidente del bloque Hacemos Coalición Federal ha planteado cuestiones que resultan de interés a nivel programático para el futuro del peronismo, en particular, y del campo popular, en general.
El histórico senador se ha introducido en diversos debates que, sin lugar a dudas, constituyen asuntos a discutir para un sector que se encuentra enfrentando un proceso de reorganización y renovación. En ese sentido, más allá del rol que Pichetto haya cumplido en los últimos años y de la caracterización que realiza acerca del gobierno actual, lo verdaderamente interesante es analizar (y, por qué no, cuestionar) sus planteos a futuro.
En primer lugar, el oriundo de Banfield ha reiterado su crítica al “pobrismo” y al esquema de “planes sociales” que brinda el Estado, argumentando que el problema de fondo son las dificultades de la Argentina para crear puestos de empleo formal. Este último punto es, sin dudas, un asunto de importancia, que se ha constituido como una encrucijada clave de la economía argentina durante la última década, y que cualquier gobierno debería apuntar a resolver.
No obstante, Pichetto expresa una mirada anacrónica del mundo del trabajo. El crecimiento de la economía popular o economía social y solidaria -como más le guste llamarla- en nuestro país, tanto como el de la economía de plataformas, no es un fenómeno motorizado de manera exclusiva por factores endógenos sino que, además, se inscribe en las nuevas dinámicas del capitalismo global.
En ese marco, buena parte de los programas sociales del Estado constituyen un impulso a esos sectores, y, si se han perpetuado, no es porque los beneficiarios no hayan querido insertarse en el mercado formal, sino, precisamente, porque ese mercado ha tenido serias dificultades para incorporarlos. En el fondo, lo que subyace al planteo del legislador nacional es la idea arquetípica del “vago planero”, cuya verdadera existencia es, cuantitativamente, no más que un margen de error.
Paradójicamente, en esta caracterización, Pichetto tiene una mirada que puede encontrar puntos de contacto con la de Cristina Fernández de Kirchner, quien hace no tanto tiempo ha criticado el modo de ejecución de las políticas sociales y el rol de las organizaciones en ese esquema. En los últimos días, a través de una nota de Gabriel Sued para Cenital, esta discusión volvió a ponerse sobre la mesa, puesto que Cristina habría revalidado ese posicionamiento en una declaración off the record. Al respecto, este breve hilo del economista e investigador Martín Trombetta en Twitter puede resultar aclaratorio acerca del caso de un programa social de especial importancia: el Potenciar Trabajo.
Cabe destacarse que el hecho de que la informalidad -y, en última instancia, la economía popular o la economía social y solidaria- sea un elemento estructural a nivel global, no implica omitir los esfuerzos para hacer crecer el mercado de trabajo formal. Es, claro, un desafío fundamental para el capitalismo argentino. Pero lo que sin dudas debe evitarse es una mirada anclada idílicamente en la estructura laboral de la segunda posguerra.
Las consideraciones de Miguel Ángel Pichetto acerca del ambientalismo también expresan serias dificultades y limitaciones. El rionegrino adoptivo caracteriza de forma caricaturesca las consignas de estos movimientos, sobreestimando el factor porteño, y desconociendo, o negándose a conocer, las resistencias de las comunidades que en diversas oportunidades le han puesto límites a la explotación de recursos naturales en los lugares en donde viven. Uno de los casos más resonantes fue la consulta popular sobre la megaminería en Esquel, en el año 2003, donde el 81% de los votantes (¿porteños, acaso?) rechazaron el proyecto minero.
Mejorar la productividad y las condiciones de explotación de los recursos naturales en nuestro país es un planteo razonable y considerable, pero requiere comprender que no es algo que se pueda llevar adelante con mero voluntarismo, sino que implica la construcción de consensos con diversos sectores, considerando, entre otras cosas, la perspectiva de quienes habitan las zonas en donde se encuentran dichos recursos.
Como marca el recordado mensaje ambiental de Juan Domingo Perón del año 1972, el peronismo y el ambientalismo no son contradictorios. Tampoco lo son -o no deberían serlo- el ambientalismo y el desarrollo. En el tiempo que viene, la importancia del cuidado de nuestra “Casa Común”, como la llama el Papa Francisco, sólo irá en crecimiento.
En Argentina, como país del tercer mundo, es de vital importancia que los movimientos que abogan por el cuidado del medioambiente tengan en consideración que la responsabilidad en la crisis ambiental no es equitativa, por ejemplo, entre América Latina y Europa. De ese modo, tampoco pueden ser iguales los costos que se pagan por la misma. En otras palabras, si el primer mundo se desarrolló a expensas del subdesarrollo de nuestra región, no tienen derecho ellos hoy a coartar nuestra posibilidad de desarrollarnos.
Volviendo a los planteos de Pichetto a nivel general, es claro que el diputado nacional identifica un agotamiento del kirchnerismo. La extendida estigmatización de la letra “K”, la apertura de una nueva etapa política en la Argentina, la fracasada experiencia de gobierno del Frente de Todos, las dificultades del kirchnerismo para superar su techo de apoyos pese a su elevado piso, entre otras cuestiones, parecen darle sentido a este diagnóstico.
Sin embargo, si se plantea como un objetivo superar esta configuración del campo popular en la que el kirchnerismo es el actor protagónico, se requerirán diversas cuestiones: una caracterización razonable del mismo (reconociendo sus errores y sus aciertos), un programa con propuestas superadoras, liderazgos nuevos, votos, entre otras cuestiones. Aún con su expertise parlamentaria, su valorable reivindicación de la política, y sus planteos de índole programática, de momento, la mirada de Miguel Ángel Pichetto no logra garantizar esos elementos.
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