UN MAPA DEL ARSÉNICO EN LA ARGENTINA

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Investigadores del ITBA diseñaron una herramienta que permite monitorear la presencia de este contaminante en el agua de diversas regiones del país. Buscan brindar información para que se tomen medidas que permitan remediar la problemática e invitan a los ciudadanos a enviar sus muestras para seguir ampliando el mapa.

Escribe: Nadia Luna

Publicada originalmente el viernes 18 de octubre del 2024 por Agencia TSS

La exposición prolongada al arsénico, un contaminante natural presente en el agua subterránea de muchas regiones del país, puede provocar un cuadro de intoxicación crónica cuando se lo consume a niveles elevados durante varios años. Este cuadro se denomina hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE) y suele iniciarse con problemas en la piel, como queratosis y llagas. Si no se trata, puede afectar a diversos órganos y desencadenar en algunos casos patologías más graves como cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares y fibrosis pulmonar.

Para medir la exposición a este contaminante, un equipo del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) diseñó el “Mapa del Arsénico en Argentina”, una herramienta que permite monitorear la presencia de este elemento en el agua de diversas regiones del país. Un aspecto distintivo del proyecto es que son los propios ciudadanos los que acercan las muestras de agua que consumen para que los científicos hagan los análisis correspondientes. Actualmente, se estima que hay unos cuatro millones de habitantes en el país expuestos a altos valores de arsénico.

“El arsénico es terriblemente caprichoso. Hasta el momento, no se ha podido establecer un modelo hidrogeológico que permita saber cuánto puede haber en una zona. Nos ha pasado de analizar muestras de una misma área geográfica, y algunas contenían niveles altos mientras que otras no tenían nada. Tratamos de ver si la mayor concentración tenía que ver con la profundidad de los pozos subterráneos pero no hallamos correlación entre ambas variables”, cuenta a TSS el doctor en Química Jorge Stripeikis, director del Departamento de Ingeniería Química y Petróleo del ITBA, a cargo del proyecto.

La iniciativa de hacer un mapa colaborativo comenzó a gestarse en 2011, con el apoyo de la ONG Nutrired. El equipo recibía las muestras de agua enviadas por las y los ciudadanos, cuantificaba el nivel de arsénico y les daban una devolución, al tiempo que iban sumando cada vez más datos al mapa nacional. Hoy cuentan con casi mil muestras. El proyecto se frenó durante la pandemia, primero, y por cuestiones de mudanza del laboratorio, después, por lo que ahora están relanzando el mapa y volviendo a solicitar a la población el envío de muestras.

El arsénico es un contaminante natural histórico. Tiene su origen hace millones de años, cuando se elevó la Cordillera de los Andes. Como había mucha actividad volcánica, las cenizas, compuestas en muchos casos por sales arsenicales, llegaron a esparcirse hasta la costa atlántica. Con el tiempo, esas cenizas se fueron consolidando en el subsuelo y el arsénico se fue disolviendo y mezclando con el agua de acuíferos subterráneos.

“Hoy medir la cantidad de arsénico en el agua no es un problema, hay una metodología bastante asentada. Sé que en el INTI también trabajaron en el desarrollo de un kit de medición rápida de arsénico para que se pudiera utilizar en forma domiciliaria. Ahora lo que se tendría que hacer es instrumentar iniciativas para remediar la situación. Remediar en las napas no se puede por la vastedad de la contaminación y la imprevisibilidad para saber en qué zonas aparece el arsénico pero sí existen soluciones tecnológicas para eliminarlo una vez que se extrae el agua del pozo”, indica Stripeikis.

En el mapa, los diferentes niveles de concentración se visualizan con colores. En verde están las zonas cuya muestra no supera el límite recomendado por la OMS, que indica que los valores máximos recomendados en agua para beber es de 10 microgramos de arsénico por litro -o diez partes por billón (PPB)-. En tanto, en amarillo se marcan las zonas que arrojaron una concentración de entre diez y cincuenta PPB, y en rojo las que superan las cincuenta PPB.

Entre las áreas en rojo, figuran diversos municipios de las provincias de Salta, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires (entre ellos, Junín, Lobos, Francisco Álvarez, Balcarce y Suipacha). En tanto, algunas provincias que muestran zonas con concentraciones aptas para consumo son Formosa, Mendoza, La Pampa y Santa Cruz. Para ver más resultados disponibles, se puede ingresar a la web del Mapa, donde actualmente el equipo se encuentra cargando más resultados.

El objetivo de monitorear la problemática es, en primer lugar, concientizar a la población y generar estrategias de prevención de consumo. Y en segundo lugar, brindar información para que los Estados nacionales, provinciales y municipales puedan implementar acciones de potabilización en las zonas que corresponda.

“Hay dos escenarios. Uno es cuando los altos niveles de arsénico se dan en grandes centros urbanos, donde la distribución del agua está centralizada. Ahí es más sencillo porque previo a la distribución, se le hace un tratamiento de potabilización y solo hay que intercalar un módulo para eliminar el arsénico. Muchas ciudades ya instrumentan estos dispositivos. El otro escenario es más complicado y es cuando se da en localidades con pocos habitantes que no tienen red centralizada de distribución, como poblaciones rurales y asentamientos de pueblos originarios. Ahí la solución debería pasar por la provisión de dispositivos domiciliarios de potabilización”, explica Stripeikis.

Hay numerosos grupos de investigación del país que han desarrollado diversos dispositivos y técnicas para eliminar el arsénico del agua pero el investigador remarca que se necesita apoyo estatal y del sector privado para que esos proyectos puedan transformarse en miles de unidades que lleguen a más personas.

Además de Stripeikis, el equipo del ITBA se integra por Alejandro Ávila, responsable técnico; Laura Digon, estudiante de ingeniería informática que trabajó en el rediseño del mapa como parte de su proyecto final; y Magdalena Chullmir, ingeniera química y coordinadora de los proyectos de sustentabilidad ambiental del ITBA.

“Ahora que relanzamos el proyecto, necesitamos difundirlo para que llegue a más personas, ampliar las muestras y seguir alimentando el mapa”, señala el investigador. Quienes deseen enviar su muestra, pueden llenar este formulario y acercarla en una botella plástica chica de agua mineral a Iguazú 341, CABA.


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