UNA SIESTA EN EL INVIERNO NUCLEAR DE ARGENTINA

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El Gobierno de Milei hará efectiva esta semana la reforma del Estado y la letra chica de las privatizaciones. Es decir, más despidos en la administración pública y mayores recortes de los gastos sociales.

Escribe: Emiliano Gullo

Publicada originalmente el martes 6 de agosto del 2024 por CTXT

Avanzan los días sin estridencias en el invierno argentino. La temperatura ronda los 20 grados. El sol relaja los músculos. La calidez remanente del día provoca noches templadas que invitan a tomar cervezas en los patios. La calle, ocupada. Los parques, las plazas, las terrazas. Los abrigos cuelgan abandonados en los percheros. Sandalias. Pantalones cortos. Estufas apagadas, ahorro de energía. No hay pintadas en las paredes. Ni insultos al pasar. O quejas en las redes sociales. Calentamiento global, no arruines la fiesta. ¿Para qué adelantar el verano que tendremos en cuatro meses? Callar y disfrutar. Mejor. No pensar y disfrutar. Por una vez aparece algo agradable en estos lados, aunque sea una noche calurosa en invierno. “Algunas veces, mejor no preguntar. Por una vez que algo sale bien”, dice Jorge Drexler.

La vida argentina liderada por el gobierno libertario comenzó a transitar un extraño efecto invernadero. Comenzó, no. Comienza. Porque la literatura política argentina siempre se escribe en presente. El Gobierno logra sostener al dólar –parámetro nacional de estabilidad– a fuerza de liquidar reservas del Banco Central. En seis meses, Milei pasó de la promesa de prender fuego al Banco Central a prender fuego los ahorros. Los que tienen capacidad de ahorro en dólares –también llamada clase media– los venden por pesos desde hace meses para pagar las cuentas corrientes. El prepago de los medicamentos, el colegio, la luz, el gas o simplemente para comprar la comida. 

El ministro de Economía, Luis Caputo, lo blanqueó hace unas semanas desde su cuenta de X (NdR: el autor se refiere a Twitter): “La realidad probará que en breve la gente va a tener que vender dólares para pagar impuestos”. Le asiste la razón al ministro. Eso ya estaba sucediendo. Y otra vez la misma pregunta. ¿Hasta cuándo podrá mantener quieto al dólar?

La inteligencia de Milei. / J. R. Mora

La economía argentina es, en un punto, simple de entender. Se apoya en dos pilares que no siempre van de la mano. Dólar e inflación. Lo único que tiene que pasar para que no pase nada es justamente eso. Nada. Que algo, de una vez, se quede quieto. No es el caso del período libertario que nos toca vivir. En junio el índice de precios al consumidor registró una subida mensual del 4,6 por ciento. Acumula en el primer semestre del año una variación del 79,8 por ciento. A este ritmo, el alza de precios a fin de año podría superar el 160 por ciento.

Los números de la actividad industrial, el desempleo, la informalidad, la pobreza, las ventas minoristas y mayoristas. Todos dan negativos. Con toda la actividad humana en retroceso, parece poco el impacto sobre la imagen de Javier Milei. Un sondeo de la consultora Zuban Córdoba realizado a fines de julio sobre 1.400 personas mostró que un 51 por ciento cree que la gestión económica está fracasando, un 70 % dice que su economía personal empeoró con este Gobierno y un 55 por ciento cree que Milei no es capaz de controlar el precio del dólar. 

Otros estudios, como el de la consultora Circuitos, señalan que la imagen positiva de Milei bajó 4,6 puntos y tocó el piso más bajo desde su asunción, con el 41,4 por ciento. Con el país en caída libre, una recesión que solo profundiza el caos, la persecución a militantes políticos y sociales, la represión para manifestarse en la vía pública, los papelones diplomáticos. Con todo el show libertario expuesto en vivo día a día –sin una sola mejora en algún aspecto de la vida– todavía suena exagerado ese porcentaje de aprobación. Otra vez la misma pregunta que comenzó en diciembre. ¿Hasta cuándo se aguanta? ¿Cuándo explota? La frase rebotó tantas veces sobre sí misma que ya perdió sentido. No se percibe conflictividad social. Las disputas gremiales no sacuden la opinión pública. Tampoco hay planes de lucha a nivel nacional o puntual en sectores muy golpeados como los empleados públicos. El líder de ATE Capital (uno de los dos sindicatos del sector), Daniel Catalano, tuvo que salir a desmentir públicamente las versiones que sugerían un acuerdo con el Gobierno para mantener la paz. “No hacemos treguas con los que hambrean y criminalizan al pueblo”, dijo. 

Entonces, ¿quiénes están ganando con este modelo? Esta otra pregunta quizá sea más fácil de responder. Aunque sea en forma de conjetura. En la próxima Carta desde Baires habrá algunas pistas sobre los dueños de las energéticas, las farmacéuticas, y las empresas de alimentos. Sólo un dato que dimensiona la situación. En lo que va del año, todas las compañías de esos rubros perdieron en ventas pero, dado los aumentos de los precios y la liberación de las tarifas, obtuvieron ganancias por triplicado. 

A finales de los años 90, cuando el modelo neoliberal de Carlos Menem llegaba a su agotamiento, los primeros focos de conflicto estallaron en la Argentina profunda. La localidad de Cutral Co, a más de 1.200 kilómetros al sur de Buenos Aires, y la localidad de Tartagal, a 1.700 kilómetros pero al norte, se levantaron en protestas, huelgas y cortes de ruta; puebladas que serían el inicio de un proceso que culminó en la revuelta nacional de 2001, bajo la consigna “piquete y cacerola, la lucha es una sola”. Era la clase media –esa que compraba dólares y ahora los vende– espalda con espalda con los trabajadores que se ensuciaban la cara y las manos para llegar a fin de mes. En el conflicto que emerja habrá, seguramente, una nueva alianza en los sectores populares. 

Por ahora, tanto en la calle como en la Casa Rosada, la sensación térmica marca 20 grados. Ya con la mega ley aprobada en el Congreso, el Gobierno libertario goza de su invierno nuclear. Y el lunes 5 de agosto le dio play a la mitad de ese paquete de leyes. Alguno de sus funcionarios dirá que recién ahora empieza la gestión de Javier Milei. 

Todavía no empezó y ya se perdieron más de 80 mil empleos entre el sector público y el sector privado. Esta semana se hará efectiva la instrumentación, entre otras cosas, de los capítulos de facultades delegadas, la reforma del Estado y la letra chica de las privatizaciones. Es decir, más despidos en la administración pública, mayores recortes de los gastos sociales. Y la joya de la corona liberta, los superpoderes. 

El monarca podrá utilizarlo durante un año y sobre cuatro materias: administrativa, económica, financiera y energética. Durante el período que dure la delegación, con su firma y la del jefe de Gabinete, podrá ejercer funciones legislativas a través de decretos delegados. La letra chica dice “siempre y cuando se cumpla con lo establecido por el Congreso en la Ley Bases”. No está muy claro el margen de acción que finalmente tendrá en la práctica. Si efectivamente podrá hacer lo que desee, o si el Congreso podrá frenar algunos de sus caprichos. La única certeza, hasta ahora, es el paso del tiempo. El mismo que marca la llegada, inevitable, del verano. Y con él, seguramente, un sol abrasador.

La foto de portada es edicion de Redacción Hamartia. Foto: Cristina Sille -Getty Images.


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