DILLOM LANZÓ «POR CESÁREA», SU NUEVO DISCO
Lo nuevo de Dillom.
Escribe: Gabriel De Milo
Hace poco más de una semana Dillom lanzó su segundo álbum de estudio: «Por Cesárea». Las primeras escuchas en minutos se multiplicaron por miles, y ya se podía palpar en cada fraseo el poder inmenso de su lírica que, desplegada desde una mirada más profunda y oscura, abre el juego a un cuento dark y desafiante, brillante y polémico, crítico y provocador, un thriller psicológico, un exorcismo espiritual compuesto de doce canciones.
Desde las primeras estrofas del disco, Dillom deja en claro que ya no es una revelación, ni tampoco un rapero con buenas intenciones y ritmos pegadizos. Desde el comienzo, y de manera directa entramos al universo de un artista completo y metódico, dueño de una pluralidad de pensamientos y sentimientos acertados, que cargan una pluma tan filosa como una daga que puede atravesar el cuero más duro, y rinde a sus pies al más escéptico de sus escuchas.
Lo cierto es que “Por Cesárea» pasa del rock al pop, juega con el trip-hop, el rap tradicional, el heavy metal y el hardcore, sin dejar afuera al hip-hop, navega entre capas de sonidos a los que se le suman una enorme cantidad de instrumentos grabados de manera analógica, marcando así una enorme diferencia en estos tiempos. De manera premeditada, también, todo está cubierto de terror: al ingresar al mundo planteado desde “Últimamente”, tema que abre el disco, llegando hasta el final con “Ciudad de la Paz”, pasando por momentos como “Mi Peor Enemigo” en donde participa Andrés Calamaro, o el hipnótico trip-hop “La Carie” donde podemos escuchar el sensual cameo de Lali Espósito. Incluso en los pasajes más luminosos como «Buenos Tiempos» mantenemos el estado de alerta y la paranoia crece a cada segundo, y así, sin dejar espacio al relax enseguida llega “Muñeca” y ese tenso baile anterior se torna una tortura, con un relato oscuro y esquizofrénico de un femicidio. Así, hasta el final en donde aún inseguros y esperando un nuevo mazazo, llega el relax, todo se suelta de golpe y con una palmadita en la espalda, Dillom nos deja en absoluto estado de delirio, y satisfacción musical. En el trayecto de esta historia de doce canciones, la oscuridad y la luz se ponen de acuerdo y se abrazan, se separan, se vuelven a juntar, todo por momentos incluso en una misma canción, generando una incomodidad placentera y confusa, de a ratos angustiante y en otros fervorosamente energética.
Luego del éxito de su primer disco, parecía algo difícil de superar. Pero está claro que ese no fue un problema. Entre giras internacionales y recitales en los festivales más convocantes de la región, Dillom estaba preparando una sorpresa. Y así, sin adelantos y con la idea de una obra integra como concepto, llega para entregarnos un disco enorme de principio a fin, un disco que podría ser uno de los mejores del año.
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