Norberto Galasso habla de Manuel Belgrano en un ensayo publicado por el Ministerio de Cultura

Escribe: Fernando Latrille

Publicada originalmente el 27 de diciembre del 2020 en El Cohete a la Luna (*)

Manuel Belgrano en la Revolución es el ensayo de Norberto Galasso que desde diciembre del 2020 está publicado en forma digital en la página del Ministerio de Cultura de la Nación. “Dedico este ensayo a Cristina Fernández de Kirchner, por su generosidad y su lucidez política del 18 de mayo de 2019, que abrió un nuevo camino al pueblo argentino”, dedica el autor. El entonces ministro Tristán Bauer, en su prólogo, expresa: “En este año 2020 dedicado a la memoria de Manuel Belgrano, al cumplirse 250 años de su nacimiento y 200 de su fallecimiento, queremos agradecer profundamente al maestro Norberto Galasso por su trabajo desplegado en este ensayo que, estamos seguros, contribuirá a la reflexión sobre la figura del prócer”. Bauer precisa que “con sus jóvenes 84 años Norberto nos acerca a Belgrano y su tiempo, para ser más precisos a Manuel Belgrano en la revolución”.

Dividido en doce capítulos, el ensayo de 108 páginas recorre su vida e ideales mamados de la Revolución Francesa de 1789 y la revolución española de 1808, que lo llevaron a ser partícipe de nuestra Revolución de Mayo de 1810. Belgrano participó en la elaboración del Plan de Operaciones de Mariano Moreno, que en cuanto pudo también implementó.

Hijo de un rico comerciante, provenía de una familia de clase media alta acomodada, beneficiada por el monopolio del comercio. Su padre Domingo veía a su hijo Manuel como un futuro comerciante. Por eso lo hace estudiar en el colegio San Carlos, para luego enviarlo a Europa a aprender del progreso económico. En 1786 Belgrano está en la Europa que se convierte en antesala de la revolución, cuenta Galasso. Probablemente las altas calificaciones obtenidas en la universidad “originaron su designación en 1794 como secretario del Consulado de Buenos Aires, creado por el rey en el Virreinato del Río de la Plata, por lo que regresa a su tierra natal”. El autor describe la labor intensa de Belgrano como secretario del Consulado. Desde allí advierte que el monopolio provoca estancamiento y señala: “Esa minoría de aristócratas, que controla el ingreso de las mercancías de sus casas matrices de la Península, constituye un núcleo usufructuario del sistema y vive en el lujo, habitando grandes mansiones con diez o doce esclavos a su servicio, impidiendo toda actividad dirigida a la elaboración de productos propios de estas provincias”. Un aporte notable que destaca el historiador es el del 14 de junio de 1802, “en defensa del proteccionismo económico y la necesidad de no exportar cueros sin elaborarlos y, en cambio, desarrollar una industria que les otorgue valor agregado”.

El antiabsolutismo de Belgrano es comparado por Galasso con el de otros integrantes de aquella Revolución de Mayo y está en “la coincidencia de nuestros patriotas con las Juntas revolucionarias de España surgidas en 1808, antiabsolutistas, en tanto bregan por los derechos del hombre y repudian el autoritarismo, la Inquisición y los títulos de nobleza”, sostiene. Belgrano, que ya tenía experiencia en el periodismo colaborando en El Telégrafo Mercantil que dirigía Hipólito Vieytes, incurre en un nuevo periódico, El Correo de Comercio, que aparece en los primeros meses de 1810. Desde sus páginas “difunde las cuestiones fundamentales relacionadas con los problemas económicos, revelando, una vez más, que sus conocimientos en esa materia, adquiridos en Europa, los adapta a los rasgos específicos de la incipiente trama productiva de nuestra región, incursionando asimismo en la cuestión social”, describe Galasso.

El capítulo tres del ensayo da cuenta de la revolución en España y en Hispanoamérica. El historiador vuelve nuevamente –como ha sostenido en su numerosos trabajos– a derrumbar la idea falsa del mitrismo, que aunque parezca mentira algunos historiadores sostienen hasta el día de hoy, sobre lo que llamaron “máscara de Fernando VII”, para justificar que los hombres de Mayo juraron lealtad al rey de España. Cuando no se trató de ninguna máscara sino de un convencimiento ante el antiabsolutismo que encarnaba Fernando VII. En un párrafo-síntesis brillante, Galasso nos enseña con rigurosidad y claridad:

“Los acontecimientos de Europa determinan así el destino de los americanos y, por esta razón, la explosión popular asumió en 1810 al mismo referente de la insurrección española del 2 de mayo de 1808: Fernando VII, cuyos antecedentes hacían presumir que pudiese constituirse en el líder de las reformas políticas y sociales y liberador respecto a la opresión francesa”, señala Galasso. “Los mismos antecedentes, las mismas causas, iguales razones económicas, sociales y políticas provocan el mismo resultado en todas las principales ciudades hispanoamericanas: ‘Juntas como en España’ es el grito popular. ‘Viva el rey cautivo de los franceses’, también como en España, resulta la consigna unificadora de quienes rechazan la opresión francesa y, al mismo tiempo, el viejo orden”, describe el historiador, remarcando que fue así como “se expresó el reclamo de la soberanía popular en Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas y México. Como un reguero de pólvora, la revolución avanzó y lo envolvió todo en estas tierras de la América morena”. Galasso recurre para mayor precisión a Alberdi, quien sostuvo que la revolución hispanoamericana fue un momento de la revolución democrática de España, y esta a su vez de la Revolución francesa de 1789.

En su capítulo cuarto, al hablar del Plan de Operaciones, cita al historiador Ignacio Nuñez, quien en Noticias Históricas afirma que Belgrano colabora con Moreno en la preparación del Plan. Idea que se refuerza cuando analiza el Reglamento enviado a fines de 1810 a la Junta para el régimen político y administrativo y reforma de los 30 pueblos de las Misiones, donde Belgrano retoma los planteos principales del Plan de Operaciones. “Igualdad política entre los habitantes, confiscaciones de propiedades de los enemigos, sanciones ejemplares para quienes castiguen a sus trabajadores, construcción de escuelas y reparto de tierras entre los nativos”, enumera.

El desplazamiento del morenismo es lo que se aborda en el capítulo quinto. “El golpe del 5 y 6 de abril de 1811, proveniente del saavedrismo, liderado por el general Martín Rodríguez y enmascarado, para darle carácter popular, por una movilización organizada por Joaquín Campana y el alcalde Tomás Grigera”, describe. Belgrano, que por esa época tuvo como destino la Banda Oriental junto a las fuerzas gauchas orientales reveladas contra el absolutismo en Mercedes, nombra como segundo jefe a Manuel Artigas, dispuesto a dar pelea contra las fuerzas del virrey Abascal de Lima y de Elío. Pero producido el golpe que da Saavedra se le ordena volver a Buenos Aires para someterlo a un consejo de guerra por sus derrotas en Paraguay. La verdad es que buscan condenarlo por su adhesión a Moreno, quien renunció el 18 de diciembre y murió en marzo de 1811, “presumiblemente envenenado en su viaje por mar. Tanto Belgrano como Castelli y, asimismo, casi todo el resto de los revolucionarios de Mayo caen en desgracia y, la mayor parte, son desterrados al interior del país”, describe Galasso. Cómo sólido ofrece lo que considera “el mejor testimonio de la contrarrevolución del 5 y 6 de abril”, que lo brinda Guadalupe Cuenca, la esposa de Moreno, en una carta que dirige a Mariano sin saber que ya ha muerto en alta mar, donde le relata los episodios ocurridos.

Recurriendo al epistolario de Belgrano –lo que le permitió al historiador desarrollar el ensayo en base a pruebas y analizar el contexto histórico en forma rigurosa–, Galasso nos muestra que definió “al golpe del 5 y 6 abril como expresión del conservadurismo saavedrista opuesto a su programa revolucionario”. Y para ello cita una de sus cartas: “[…] Bribones del 5 y 6 de abril me perjudicaron y perjudicaron a la patria” (11 de mayo de 1812, Epistolario, p. 160). El historiador da cuenta de cómo sus enemigos, que intentan hacerle un consejo de guerra, fallan por el prestigio intelectual y moral de Belgrano, porque los oficiales que lo acompañaron en su campaña recurren en su defensa dejando en claro sus cualidades. Es sobreseído en agosto de 1811. Recupera su condición de general pero sus enemigos lo nombran al frente al regimiento de Patricios, fuerza que respondió a sus adversarios: Martín Rodríguez y Saavedra. Por una de sus decisiones se realiza un motín y alzamiento, aunque fue sofocado. Deciden entonces alejarlo de Buenos Aires. “Lo envían como jefe de una compañía encargada de defender a Entre Ríos y Santa Fe de los intentos provenientes de la costa oriental definida por la causa absolutista. Es decir, lo retornan al ámbito geográfico donde fue derrotado y a cargo de una fuerza militar sumamente deteriorada en su orden material y su temple militar”, escribe Galasso, dando cuenta del hostigamiento que no cesaba contra Belgrano por ser un sobreviviente de aquella Revolución de Mayo.

También en ese capítulo relata la creación y jura de la bandera. Belgrano pide autorización para utilizar una escarapela para diferenciarse de los enemigos y el Triunvirato se la otorga para usarla con dos colores, blanco y azul-celeste, propuestos por el propio Belgrano. Galasso sostiene “que los colores de esa escarapela provienen del escudo de los Borbones y no de una supuesta vinculación con los colores del cielo, como se ha dicho tantas veces con argumentación poética”. Ese distintivo no resulta suficiente para evitar confusiones. Al llegar a Rosario arma dos fortificaciones junto al río Paraná, a las que denomina sugestivamente “Independencia” y “Libertad”. Más tarde, el 27 de febrero de 1812, decide realizar la formación de su tropa y ante sus soldados izar una bandera celeste y blanca. “Retoma así la concepción primaria de la Revolución de Mayo y la jura no se realiza como lealtad a las Provincias Unidas, ni al gobierno, sino a la Patria Grande”, describe Galasso.

En el capítulo seis aborda el éxodo jujeño y los triunfos de Tucumán y Salta. Llegado al norte, Belgrano advierte el grado de desintegración de esa fuerza militar. Necesita apoyo financiero que no llega desde Buenos Aires. Sabiendo que un ejército absolutista avanza sobre Jujuy, decide abandonar esa tierra sin dejar bienes ni familias en manos del invasor. “Es importante su desobediencia, porque Belgrano acepta retirarse en masa, con tierra arrasada, casas incendiadas, todos los bienes importantes que pudieran ser utilizados por el enemigo, rotos. Por supuesto, criticado por los directivos de Buenos Aires. Pero hay en Belgrano una arenga al pueblo y ese éxodo jujeño pasará a la historia”, expresa Galasso en diálogo con El Cohete a la Luna.

A partir del 23 de agosto de 1812 Belgrano y la mayoría del pueblo jujeño inician el éxodo hacia el sur, camino a Tucumán, donde encuentra la fuerza del pueblo dispuesto a seguir sus órdenes para combatir al enemigo. Aunque la directiva que recibe es de retroceder hacia Córdoba, Belgrano respeta la voluntad del pueblo y el 24 de septiembre de 1812 las fuerzas patriotas obtienen un gran triunfo. “La batalla de Tucumán constituye el primer gran éxito del militar improvisado y recibe el aplauso de las mayorías populares de las Provincias Unidas”, dice Galasso.

En el séptimo capítulo refiere a la relación con San Martín. “Siempre muy cordial. Mantienen correspondencia donde Belgrano le expresa su admiración”, dice el historiador, que sostiene que el mejor Belgrano es el que “está junto a Mariano Moreno, junto a San Martín”. También su trabajo ahonda en el rol de Belgrano para intentar persuadir al Congreso de Tucumán de que una monarquía incaica es la solución. El Belgrano hombre está descrito de acuerdo a un trabajo de José María Paz, donde se destacan sus rasgos personales.

Galasso analizó para su ensayo las cien cartas de Belgrano a Güemes y reproduce definiciones que nos ayudan a acercarnos a su pensamiento. Destaca algunas sombras de Belgrano que lo sacan del bronce y da cuenta de sus contradicciones con respecto a las montoneras federales y sobre Artigas. “Su formación jurídica le impide entender las montoneras. Siendo orgánico no puede comprender que se pelee en montón, sin la organicidad que tiene el ejército”, explica Galasso a El Cohete. Aunque remarca que esa posición no implica una pelea con San Martín, con quien siempre tuvo un buen trato a pesar de esa diferencia política. En su último capítulo da cuenta de sus últimos días y de su muerte cuando tenía 50 años. “El mejor Belgrano, como lleva el título, es el Belgrano en la revolución”, expresa Galasso. “El Belgrano cerca de Moreno, cerca de San Martín, es el Belgrano que tiene en claro sus objetivos, aunque su entrega y compromiso lo fueron siempre por la patria”.

El historiador narra en su ensayo el contexto en el que Belgrano se desarrolla: hijo de las ideas de la revolución francesa, ideas que llevaron a la revolución en España contra el absolutismo, de las que también mamó como estudiante y que luego junto a los hombres de Mayo puso en práctica y ejecutó mientras pudo, cuando ya la revolución había sido arrasada. El ensayo puede leerse en la página del Ministerio de Cultura de la Nación y también descargarse, para poder profundizar, como nos dice Galasso, “en el Belgrano del pasado que nos conduzca al futuro, como continuadores de sus altos ideales”.

(*) Algunas fechas y cargos fueron editados para una lectura más simple.


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