28 abril, 2025

La república bananera a la que nos están llevando puede ser evitada pero para eso hay que probar con recetas distintas.

Escribe: Julián Saud

Están pasando cosas raras en la Argentina. Lo que llamamos república se parece cada vez más a un país bananero. Un gobierno que apenas transitó el veinticinco por ciento de su mandato parece quedarse sin nafta. Ojo, no hacemos un diagnóstico subjetivo. Para nada. El único elemento que sostiene a este gobierno es la desaceleración de la inflación. Lo único. Un índice que además de estar cuestionado por su forma de medir no se corrobora con la realidad cada vez que vamos al supermercado.

El problema que tienen es que el acuerdo con el FMI es su propia piedra en el zapato. Luis Caputo busca calmar sin éxito a un conjunto de inversionistas que no tienen compasión ni sensibilidad por un gobierno que parece haber dado todo. El ministro viene sosteniendo que no va a haber devaluación o que va a bajar el dólar pero el efecto termina siendo el contrario. Aunque puedan mentir a las cámaras se sabe que un acuerdo con el FMI es inflacionario. Intentar sostener el dólar planchado y al mismo tiempo cumplir con los vencimientos y condicionalidades del Fondo no es viable. Quizás algún lector extranjero pueda no comprender de lo que estamos hablando, pero acá, en la Argentina, ha pasado muchas veces.

La figura que se ajusta mejor a la situación actual del país es la de un nudo. Un hilo que se cruza sucesivamente hasta formar una pelota con sus idas y vueltas para no poder ser desenredado por nadie. De esta forma, asistimos a un momento histórico complejo, porque al igual que en la vida real se necesita paciencia para desenredar un nudo, y no es lo que abunda en estos momentos. El contraste es demoledor: mientras el INDEC publica que en Argentina 17 millones de personas son pobres y 3 millones están por debajo de la línea de indigencia se fugan millones y millones de dólares fuera del país.

El hackeo a la república es total. Al cerrojo que significa la situación económica del país se le suma el rol de una justicia que no muestra ningún signo de ecuanimidad o soberanía. Por un lado la persecución a CFK por jueces que se ha demostrado plenamente que tienen vínculos estrechos con Mauricio Macri, y por el otro una Corte Suprema que toma juramento a Garcia Mancilla que fue nombrado por decreto. Elemento hay muchos más, pero lo que se trata mostrar es un Poder Judicial sometido.

En una entrevista que le realizamos en nuestro programa de radio en la AM 530 Pablo Llonto, abogado de DDHH, expuso la situación con claridad: “No hubo un solo juez que se atreviera a frenar medidas a Milei. El año pasado hemos presentado entre abogados del palo unas 200 medidas cautelares. Nada, no hubo una sola medida cautelar para pararle la mano a este tipo. Y ellos cuando necesitan una medida cautelar tienen a disposición a los jueces”. En su relato, Pablo Llonto hace referencia a la cautelar que detuvo el decreto 690 que declaraba servicio público el uso de internet. La medida que benefició a Clarín es el ejemplo más claro del sometimiento de los grupos empresarios al poder judicial.

Esta lógica que une a grupos empresarios y Poder Judicial tiene un origen reciente para nuestra jovencita democracia. Fue la propia dictadura de Videla de la mano de Martinez de Hoz la que reconfiguró la estructura económica. No hubiera sido posible sin el silencio del Poder Judicial y de los grupos empresarios que en vez de horrorizarse se callaron la boca y fueron socios de los milicos.

El economista Roberto Felleti, entrevistado por hamartia, lo explicó de esta manera: antes de la dictadura el grueso de los trabajadores eran asalariados formales, sindicalizados y con una identidad política definida que en su mayoría era peronista. A esto se le sumaba un conglomerado de pequeñas y medianas empresas que vivían del poder de consumo de esos asalariados formales. Había un bloque social homogéneo que se articulaba además con un Estado desendeudado. Enfrente había un bloque dominante que aparecía fragmentado, donde el sector industrial estaba separado del sector agro. Además los bancos que emergieron no eran bien vistos por el sector productivo.

Es la dictadura con su politica de Terrorismo de Estado y la deuda externa que busca alterar eso y darlo vuelta. ¿De qué manera? convertir a los sectores dominantes en grupos empresarios. ¿Por qué? Porque de esta manera con una pata en el agro, otra en la industria y otra en lo financiero, les permitía no depender tanto del mercado interno. La dictadura buscaba con esto que el sector dominante no colisione entre sí: si perdían en la industria, ganaban con el agro y viceversa.

Es a partir del ’76 que esto se trastoca. A la salida de la dictadura nos encontramos con un sector dominante con conglomerados empresarios muy diversificado, transnacionalizados algunos, con capitales en el exterior (se endeudaron, le pasaron la deuda al Estado y fugaron). Sumado a esto un Estado quebrado y endeudado, y un sector social fragmentado y sin proyecto político.

Tanto Llonto como Felleti muestran con claridad un problema institucional en la Argentina, que debe ser enfrentado con propuestas que puedan modificar el estado actual de las cosas. Parece imposible sortear la situación de crisis terminal que pone al país un nuevo acuerdo con el FMI si no replanteamos la conformación de sectores empresarios y el Poder Judicial.

La república bananera a la que nos están llevando puede ser evitada pero para eso hay que probar con recetas distintas. ¿Votación popular de los jueces? ¿Con mandato cada 4 años? México está probando esta experiencia. Es una posibilidad. Como dice Pablo Llonto en la entrevista: “Ya probamos todas las recetas en 42 años de democracia con el tema de qué hacer con el Poder Judicial menos una, la más importante: elegir los jueces por el voto popular”.

Y en el sentido económico Felleti también hace eje en una cuestión incómoda pero que no puede ser evadida: “hay una clase rentista que lo único que concibe es acumular excedente en pesos para transformarlo en dólares y llevárselos, con un sesgo desindustrializador que hace que un industrial le vaya bien y se compre un campo, es decir la renta se desindustrializa”.

En una Argentina acorralada por una deuda impagable parece imprescindible enfrentar estos problemas de fondo que son los que permiten pensar que se puede salir del pozo en donde nos dejaron.

Esta nota forma parte de la edición digital de revista hamartia Año 15 / Marzo 2025


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