VOLVER A CONTACTARSE

Una ilusoria “comunidad” de la que nos creemos parte y que se nos vende como mercancía. Perdimos el cara a cara, lo colectivo y las relaciones interpersonales. Cada uno en su pantalla y nadie percibe al otro. La plataformización potencia el camino individual, más egoísta y competitivo. Frente a ello: la necesidad de retomar el contacto directo, franco, para volver construir comunidad.
Escribe: Mauro Limas (*)
Publicada originalmente el 1 de julio del 2025 por Página/12
Vivimos hace años y cada vez más prendidos a la tele, a la radio, a internet, a un influjo de información que parece inagotable, pero que sin darnos cuenta nos agota. Más aún con la potencia de las redes sociales que nos hacen parte de una “comunidad” que parece más bien una ilusión, un “ser parte” que se vende como mercancía.
El celular, con todas sus aplicaciones, como herramienta de trabajo, de organización y de socialización, va reconfigurando -y muchas veces restringiendo- el acceso de las personas a la comunidad tal como la conocíamos: el encuentro cara a cara, interpersonal, colectivo. Eso que el sociólogo Erving Goffman analizaba como esencial en nuestra vida cotidiana: la interacción social.
¿No es surrealista ver un grupo de personas sentada en una mesa de un café cada una de ellas conectando con su celular más que con los demás comensales? O los pibes en el colegio, la gente en el colectivo, en las plazas, caminando, ¡hasta manejando! Casi nadie percibe a otros… cada uno metido en la pantalla.
Políticos discutiendo con otros políticos, o comunicando a la ciudadanía, a través de X red social. Es cada vez más coherente hablar de “seguidores”. Capítulo aparte la comunicación pública, que ya parece un sinsentido.
Este mundo atado a las pantallas y las redes nos aleja del contacto con otros y también de lo “verdadero”, ya que lo que se plasma en esos espacios transita mayormente, cada vez más, el plano de la posverdad. Opera allí un acto de fe que parece tan potente como en la religión. Y así, la comunicación tiende a romperse, agrietarse, a circular en los márgenes. La plataformización de la vida potencia el camino individual, más egoísta y competitivo, con mayor crueldad hacia quienes piensan y sienten distinto.
Por esos giros del lenguaje y el poder que lo mediático cobró en la comunicación desde hace tantos años, el “contacto” quedó asociado al espacio de un formulario como medio para comunicarse con alguien. Pero actualmente, frente a la universalización de esta “ciudadanía digital” que creció aún más desde la pandemia, emerge con fuerza, casi como una necesidad básica insatisfecha, la comunicación entendida como con-tacto con los demás.
Frente a esta paradoja de la hiperconectividad que nos distancia, contactar es acercarse, compartir un café, un mate, hablarse a los ojos, abrazarse. Es también discernir, pero “en la cara”, poniendo el cuerpo. Darse el tiempo para estar ahí, en un mismo lugar, haciendo contacto con otras personas. El contacto acerca individuos, los vuelve colectivo, en el camino hacia la construcción de comunidad.
Entender y emprender la comunicación como contacto parece entonces convertirse en un desafío. Contracultural, ante el avance cada vez más fuerte de la sociedad digital. Lo que vendrá es una disputa también por esos sentidos que encarnan formas de relacionarnos.
En un mundo hiperconectado, de lo que se trata es de volver a contactarse. En la era del meta-verso mediado por pantallas, quizá haya que reivindicar el puro-chamuyo cara a cara.
(*) Licenciado en Comunicación UBA. Docente UNQ
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