LA UTOPÍA LIBERTARIA DEVORADA POR LOS OSOS
La historia de otro experimento anarcocapitalista fallido que se topó con la realidad.
Escribe: Enzo Completa (*)
Fuente: mdz
Desde sus orígenes el libertarianismo está muy arraigado en los Estados Unidos. Thomas Jefferson, autor de la Declaración de la Independencia en 1776 y tercer presidente, llegó a decir que “el mejor gobierno es aquel que gobierna menos». Inspirados por este dogma que incita a limitar el poder del gobierno en beneficio del mercado y las libertades individuales, hace algunos años un grupo de libertarios decidió llevar a la práctica este principio propio del darwinismo social, hasta que llegaron los osos para impedirlo.
En serio. Esto sucedió.
Cuenta la historia que promediando el año 2004 un grupo de 200 libertarios anarcocapitalistas que se habían conocido a través de diversos foros de internet decidieron mudarse a un pueblo rural en el noreste de Estados Unidos llamado Grafton para poner a prueba la veracidad de sus teorías. Inicialmente llamaron a su experimento político “Free Town Project” (Proyecto Ciudad Libre) aunque luego lo denominaron “Free State Project” (Proyecto Estado Libre). La idea era simple: reducir al máximo posible las regulaciones e impuestos locales con el fin de demostrar que la intervención estatal es opresiva y produce pobreza.
Grafton es un pueblo rural ubicado cerca de la frontera con Canadá. Por ese entonces contaba con apenas 500 casas en su gran mayoría habitadas por hombres blancos, algunos de los cuales ejercían la desobediencia fiscal. Al principio la utopía libertaria pareció funcionar bien. Los entusiastas colonizadores lograron imponerse a los residentes locales y con el peso de sus votos promovieron un ajuste muy importante en el presupuesto municipal, reduciendo la cantidad de impuestos a la mitad. También lograron reducir en un 30% el gasto público (el cual era de apenas US$ 1.3 millones), a expensas de eliminar la recolección de basura, el alumbrado público, el mantenimiento de caminos, la educación pública obligatoria, la biblioteca municipal y la salud pública. La versión municipal del plan motosierra.
En un giro extraño de las cosas, apenas unos años después de la llegada de los libertarios la ciudad de Grafton comenzó a verse cada vez más sucia, descuidada y deteriorada. Para colmo de males, muchos alertaron acerca de la presencia de osos deambulando por las calles de manera cada vez más frecuente. Venían atraídos por la basura que los habitantes ya no recogían ni trataban como correspondía. Luego de esto, empezaron a desaparecer los gatos, que los osos cazaban de manera furtiva, a modo de aperitivo. Finalmente, en 2012 se produjo el primer ataque de un oso negro a una persona en el pueblo, después de más de 150 años sin registrarse un ataque de este tipo en todo el Estado de New Hampshire. Como los libertarios se habían opuesto a la intervención del gobierno local, no hubo una patrulla de policía que advirtiera a los habitantes ni un cuerpo de profesionales que los ahuyentara o enfrentara. De hecho, los pocos policías que trabajaban en Grafton antes de la llegada de los libertarios se mudaron a otros pueblos que pudieran pagarles sus salarios.
Frente a esta amenaza inesperada, la respuesta de los libertarios fue armarse con pistolas y escopetas de grueso calibre y enfrentar a los osos de manera individual, al mejor estilo del Lejano Oeste. Todos coincidían en el principio de la “supervivencia del más apto”, acuñado por el protolibertario y antiestatista inglés Herbert Spencer (1820-1903), que Darwin utilizó luego de escribir en 1859 “El origen de las especies por medio de la selección natural”. Un nuevo conflicto se había desatado en Crafton “por la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”: de un lado los osos, del otro los libertarios.
Llamar a las autoridades locales ya no era una opción, después de todo sólo quedaba un policía a tiempo completo en el pueblo y el mismo ya no tenía como movilizarse puesto que su vehículo se había descompuesto y el presupuesto municipal no contempló una partida para repararlo. Se armaron patrullas clandestinas de ciudadanos que deambulaban por la ciudad con sus escopetas. Otros buscaron las cuevas de los osos y comenzaron a disparar hacia su interior.
La proliferación de las armas trajo sus consecuencias. De hecho, al poco tiempo se dispararon los índices delictivos y se produjo el primer asesinato de una persona en toda la historia del pueblo, un homicidio doble. Adicionalmente, entre 2006 y 2010 las denuncias por ofensas sexuales se multiplicaron por ocho y las autoridades estatales de New Hampshire arrestaron a tres individuos acusados de regentear un laboratorio de metanfetaminas.
El dilema filosófico estaba planteado. Sin la presencia de un grupo de ciudadanos democráticamente electos, burocráticamente organizados y presupuestariamente bien financiados para el cuidado de los intereses locales (entiéndase, de un Estado) la existencia de los individuos y el resguardo de la propiedad privada era algo imposible de garantizar.
Lejos de las teorías de Herbert Spencer, Murray Rothbar o Ludwig Von Mises la realidad demostró a este grupo de colonos libertarios –algunos pocos con mucho dinero, en su mayoría buscavidas, casi todos terraplanistas y con escasos estudios formales- que el antiestatismo extremo se había mostrado incapaz de resolver un problema tan concreto como paradigmático: la invasión de osos. Si se suprime el pago de impuestos no hay forma de hacer funcionar al ayuntamiento, y si se impide que el ayuntamiento funcione, no hay forma de garantizar la existencia de un servicio sanitario que se ocupe del servicio de recolección y disposición final de la basura y de mantener a un cuerpo de bomberos y policías que se ocupen de la seguridad y del control de plagas.
Sin leyes ni regulaciones, el caos se apoderó de los libertarios. Algunos alimentaban a los osos con cereales y rosquillas, otros les disparaban o les tiraban petardos y fuegos artificiales. Finalmente estaban los que ponían trampas en las inmediaciones de sus viviendas o incluso quienes esparcían pimienta en sus tachos de basura para ahuyentarlos. Un verdadero quilombo que los osos aprovecharon para cambiar sus hábitos biológicos. En este sentido, se pudo constatar que los mismos dejaron de hibernar y de temer a las personas para salir a recorrer los basurales en búsqueda de los carbohidratos que contiene la comida chatarra.
Mientras tanto, atrapados dentro de sus burbujas ideológicas, los debates libertarios del momento se preocupaban por legalizar el tráfico de órganos en la ciudad, por garantizar el derecho a celebrar duelos y por declarar a Grafton como “Zona Libre de las Naciones Unidas”.
Las autoridades de New Hampshire se ofrecieron a intervenir, pero los libertarios rechazaron de plano cualquier tipo de ayuda estatal. Cuando la situación se volvió incontrolable, el gobierno estatal restableció el orden matando a más de 30 osos que mostraban comportamientos extraños y se habían acostumbrado a ingresar a los domicilios. Para el año 2016 el Free State Project había perdido mucho impulso y muchos de los colonos regresaron a sus lugares de origen. Otros, por su parte, aceptaron volver a pagar los impuestos necesarios para permitir la convivencia en la comunidad.
Extrañamente (o no), un grupo importante de libertarios incondicionales al proyecto no aprendieron la lección. Al parecer, aún se encuentran convencidos de que la experiencia no fracasó por un exceso de individualismo, por la ausencia de regulaciones sanitarias básicas o por el ajuste extremo realizado al presupuesto público sino porque a pesar de las medidas implementadas persistieron demasiados controles estatales que limitaron las libertades de los individuos. Lamentablemente, para algunos la culpa siempre está en el otro, llámese Estado, osos, inmigrantes o comunistas.
La moraleja de esta historia es que no se puede legitimar al individualismo como valor predominante en la construcción de una identidad colectiva. Descolectivizar nuestras vidas conlleva al desprecio de lo público y lo estatal, lo cual va a repercutir siempre de manera negativa en el ámbito de nuestras comunidades.
Para muestra basta un botón: Hoy en Crafton ya no hay ataques de osos.
(*) Doctor, Profesor titular de Doctrinas e Ideas Políticas II de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza
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