25 septiembre, 2025
Pereza

Es pronto para concluir que la IA nos vuelve estúpidos, pero algunos estudios confirman que la IA facilita la pereza cognitiva y que sus efectos pueden ser irreversibles.

Escribe: Joan Roses

Publicada originalmente el 16 de septiembre del 2025 por Collateral Bits

A comienzos del verano, el MIT publicó un estudio que causó bastante revuelo. Confirmaba que la IA generativa puede incrementar la “deuda cognitiva” en sus usuarios habituales.

La deuda cognitiva consiste en la acumulación de facultades mentales que no se llegan a desarrollar del todo. Limita la capacidad para pensar de forma original, analizar problemas y retener información.

Aunque el estudio de campo se realizó con una muestra pequeña (54 personas) aportaba la novedad de haber utilizado ondas electromagnéticas para medir la actividad cerebral de los participantes cuando usaban ChatGPT y cuando no lo hacían.

Generaron datos de la actividad mental de los participantes, y esos datos confirmaron el temor que ya habían apuntado otros investigadores, educadores o psicólogos y, aunque los investigadores del MIT advirtieron que para sacar conclusiones se requerían muestras más amplias, numerosos medios extrapolaron los resultados y algunos dieron por confirmado que la IA nos vuelve estúpidos. 

Suena algo exagerado, pero para saberlo conviene analizar los comportamientos habituales que supuestamente nos conducen a la estupidez. Por eso, otros estudios, algunos también del MIT, se han centrado en analizar la pereza cognitiva, esto es, la tendencia a evitar el esfuerzo de pensar, procesar la información y memorizar, y su correlación con la IA.

La pereza cognitiva se refiere al comportamiento inmediato. La deuda, al efecto a largo plazo.

La IA como facilitadora 

Estamos acostumbrados a delegar en máquinas los esfuerzos físicos y algunos de intelectuales limitados como el cálculo, la traducción de textos, la búsqueda en mapas… 

En Elogio de la Pereza, José Galaviz, profesor de Ciencias de la Computación de la Universidad Autónoma de México, defiende que la pereza humana ha sido un catalizador para la invención tecnológica. Nuestra aversión a las labores tediosas y repetitivas nos ha impulsado a crear herramientas que las realicen por nosotros.

“Nos da pereza hacer labores de las que no obtenemos retribución espiritual alguna, no nos divierten, no descubrimos nada nuevo, no constituyen un reto, al terminarlas seguimos siendo los mismos que éramos al comenzarlas, solo que más aburridos”.

Con la IA, también se puede delegar en mecanismos externos el esfuerzo cognitivo que supone pensar, escribir, imaginar o dibujar. La pereza aumenta.

Y no sólo eso. La IA favorece lo que los investigadores del MIT denominan “pereza metacognitiva”.

«En la edición de 1863 del Dictionnaire Infernal de Collin de Plancy se define a Belphégor como el demonio asociado a los descubrimientos y a las invenciones ingeniosas, pero también es el demonio encargado de apartar a los hombres del buen camino invitándolos a la pereza, uno de los siete pecados capitales»(José Galaviz). Imagen de dominio público. Fuente: Biblioteca del Congreso EEUU

La metacognición es un término introducido por el psicólogo norteamericano John Flavell en la década de 1970 que se refiere a «pensar sobre el pensamiento». Supone un nivel superior de procesamiento mental que implica la autorregulación y la supervisión de los propios procesos cognitivos. Se pone en marcha cuando, en un proceso de pensamiento, uno establece objetivos, planifica los pasos a dar, fija las prioridades, contrasta sus primeras ideas con la realidad o con el pensamiento de otros, filtra las exageraciones, frena los impulsos hacia conductas inapropiadas, busca mecanismos mentales de refuerzo para abordar cuestiones más complejas o trata de profundizar lo que no hemos comprendido en un primer intento.

Como en gimnasia, las habilidades metacognitivas necesitan esfuerzo y entrenamiento. La capacidad de razonamiento profundo está ligada a la activación y conectividad de las redes neuronales. Si la delegamos en máquinas perdemos músculo neuronal. En el estudio del MIT, durante unas pruebas de escritura, la metacognición daba muestras de debilitamiento.

Deterioro irreversible

A la pereza cognitiva estamos expuestos todos. La facilidad y rapidez con la que actúan los chatbots tienta a todo el mundo, pero hay grupos de población más vulnerables, como los jóvenes, todavía en fase de desarrollo físico y mental y de consolidación de los hábitos de aprendizaje que les guiarán durante la vida.

En la presentación de su última película, el director norteamericano Spike Lee lamentaba:

¿Cuántos jóvenes se están privando de conocimiento y sabiduría porque su ordenador les escribe los trabajos? Toman atajos y estos atajos están sofocando la voz y la originalidad de toda una generación”.

El peligro radica en que el deterioro cognitivo no parece ser completamente reversible. Los estudios sugieren que, aunque hay un cierto nivel de reactivación cerebral cuando se deja de usar la IA, esta no alcanza los mismos niveles de conectividad neural que se observan en personas que no la usan habitualmente.

Cuando, en alguna de las sesiones, los participantes del estudio del MIT dejaban de usar la IA, su conectividad neuronal no recuperaba del todo el nivel inicial.

Otro efecto sería la codificación superficial de la memoria: la información no se internaliza profundamente en la memoria y se reduce la capacidad de recordarla y reproducirla de manera precisa.

La prudencia entendida como un obstáculo

¿Son suficientes estos estudios para concluir que la IA nos vuelve estúpidos? Probablemente, no. Pero los indicios son preocupantes y, para afrontarlos, los expertos recomiendan prudencia y moderación en el uso de la IA generativa, especialmente en el ámbito de la educación y en los grupos de población más vulnerables a su influencia. 

Pero el desarrollo de la IA no entiende de moderaciones. Las empresas que lo impulsan se han enfrascado en una carrera desenfrenada para ver quién llega más lejos, quien la aplica a más sectores, quien la hace más potente y se queda con la parte más grande del pastel. Todas las llamadas a la prudencia se consideran obstáculos y se soslayan por la vía de los hechos consumados, se desacreditan, se aumenta el marketing que acompaña su despliegue o se influye en gobiernos afines. O todo a la vez.

A los usuarios no nos va a resultar fácil moderar el uso de la IA. Hará falta esfuerzo, voluntad y valentía, y recordar las palabras de Emmanuel Kant en Qué es la ilustración:

“Por pereza y cobardía, gran parte de la humanidad, incluso después de que la naturaleza la haya liberado de la guía ajena, permanece felizmente inmadura. Es por pereza y cobardía que a otros les resulta tan fácil usurpar el rol de guardianes. ¡Es tan cómodo ser menor de edad!

Se nos viene encima una época plagada de desafíos: emergencia climática, deterioro de las democracias, vulneraciones impunes de los derechos humanos, concentración global del capital privado, aparición de nuevos “guardianes” que pretenden actuar por nosotros… Sería bueno que no nos pillara demasiado perezosos.


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