11 noviembre, 2025

ARGENTINA, ENTRE LA GLOBALIZACIÓN DEL CAOS Y LA IMPLOSIÓN DE LA POLÍTICA

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El mensaje de CFK y las reflexiones acerca del panorama sociopolítico y económico que se viene luego de las elecciones legislativas que culminaron con el triunfo de La Libertad Avanza.

Escribe: Paula Ballesty

Frente a los inesperados resultados del 26 de octubre, el desconcierto y la falta de síntesis, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) volvió a irrumpir en la escena nacional con un documento que combina análisishistórico, advertencia política y llamado a la unidad. Lejos de la resignación la Presidenta del PJ Nacional propone una lectura que coloca al peronismo frente a un desafío de época,Según los datos de la Cámara Nacional Electoral (CNE) La Libertad Avanza (LLA) obtuvo en el escrutinio definitivo un apoyo mayor al estimado, con aproximadamente el 40,7 % de los votos a nivel nacional,mientras que Fuerza Patria (FP) alcanzó cerca del 34,9 %. En la provincia de Buenos Aires, que concentra alrededor del 40 % del electorado, LLA obtuvo 37,12 % y FP 36,83 %. La diferencia de apenas 0,29 puntos porcentuales equivalentes a 29.354 votos. Asimismo, la participación electoral a nivel nacional estuvo marcada por un fuerte ausentismo, que se estimó en un 32,15 % aproximadamente, siendo el nivel de participación más bajo desde la vuelta de la democracia.

Fragmentación, apatía y crisis de representación

El resultado electoral del 26 de octubre rompió todos los pronósticos, incluidos los del oficialismo, un fenómeno que no puede leerse en clave del siglo XX. Lo que emergió es un nuevo orden que combina fragmentación social, descreimiento de la política y volatilidad económica, enmarcada en una disputa más amplia: ¿Quién gobierna en tiempos en los que el poder real ya no pasa por la Casa Rosada? Tan significativo como el voto de Milei —en un contexto de políticas de ajuste, salarios a la baja, caída de la actividad económica, sumados a escándalos de funcionarios vinculados al narcotráfico, la corrupción y el pedido de coimas—, es el voto que no fue: una participación reducida evidencia algo más profundo que la apatía y pone de manifiesto la ruptura de confianza en los partidos tradicionales. Una retórica oficialista que parece haber instalado el descreimiento en la política como herramienta de transformación social tuvo como correlato la abstención electoral más alta desde 1983. Cristina Férnandez de Kirchner así lo sintetizó: “Aun así y en términos estrictamente electorales la suma de los votos peronistas a nivel nacional fueron del 35 % frente al 40 % de LLA. Resultado que se materializa en un marco de alarma política y social por el creciente ausentismo e indiferencia ciudadana frente al acto electoral, que caracterizamos en 2017 en el Parlamento Europeo como insatisfacción democrática”.

Geopolítica del desencanto

Este panorama encarnado en la victoria del bloque conservador-libertario y el giro electoral, puede explicarse, en parte, por la inserción del país en una lógica internacional en la que los capitales globales y las élites financieras reclaman modificaciones al Estado, donde las decisiones políticas del gobierno nacional están subordinadas a tensiones geopolíticas. La preocupación que alertó a Milei semanas antes de las elecciones fue, entre otras, el dólar escapando de la banda, situación a la que se le han sumado el Banco Central perdiendo reservas y la inflación que se empezaba a descontrolar. Ante ese escenario, la única salida que encontró Milei fue el salvataje del país del norte: compra de pesos argentinos y un «swap» por US$20.000 millones en apoyo del gobierno. Donald Trump, presidente estadounidense, no dejó margen para la interpretación: “Argentina está luchando por su vida… No tienen dinero, están luchando con todas sus fuerzas para sobrevivir”. Más aún. Reconoció abiertamente el respaldo político y financiero brindado al libertario: “Tuvo mucha ayuda de nosotros. Tuvo mucha ayuda. Le di un respaldo, un respaldo muy fuerte”. Esas declaraciones, más propias de un operador financiero que de un estadista, condensan la gramática del poder global: la subordinación de la soberanía nacional a los intereses del capital transnacional, el disciplinamiento político como condición del auxilio económico y la dependencia como modelo de gobernabilidad. Al respecto, CFK en su documento manifestó con claridad: “Lo cierto es que la elección pasó y el gobierno la ganó. Pero, (…) el valor del dólar es el que guía, alarma o fulmina a la economía bi-monetaria de la Argentina que, endeudada como nunca en la historia, ha sumado a un nuevo e inédito acreedor: el Tesoro de los Estados Unidos. Los argentinos compran dólares y los yankis compran pesos… ¿Qué puede salir mal?”.

El bloque conservador y el espejismo del orden: el miedo como factor aglutinante

Pareciera emerger una nueva derecha, más radical en sus formas, más pragmática en sus alianzas. Un bloque que se alimenta del miedo al caos económico y de una retórica que estigmatiza la intervención estatal e instala el “riesgo kuka”. La amenaza del regreso del “kirchnerismo” y la necesidad del salvataje de los EE. UU. como promesa de estabilidad económica sin inflación fueron los ejes de la última campaña oficialista. Frente a los análisis precipitados de ausencia de gobernabilidad real, el fracaso de las políticas libertarias y el ocaso del relato de la “casta” en un contexto de destrucción del mercado interno y de denuncias a funcionarios del Gobierno por casos de corrupción y vinculaciones con el narcotráfico, la victoria de Milei reside en haber logrado coerción. La campaña del miedo y el rescate de la Casa Blanca, lejos de generar repulsión antiimperialista contra un acto de entrega absoluta de soberanía, fueron indudablemente uno de los factores claves de su triunfo. Por su parte, Cristina manifestó: “Al viejo antiperonismo se le sumó otro factor: el miedo; un actor determinante ante la posibilidad de una crisis política que terminara agravando la ya terrible situación de la gente de a pie”. La presidenta del PJ destacó la influencia de factores externos “nada más ni nada menos que el presidente de los EEUU, Donald Trump, diciendo que, si Milei no ganaba las elecciones, la ayuda del Tesoro norteamericano… se iba a terminar”. Y sostuvo que la combinación de presión interna y amenazas externas produjo “una sobreestimulación emocional en una parte del electorado”, una reacción que tuvo un peso significativo en la dinámica electoral y en la percepción política del país.

En síntesis, CFK articuló una narrativa en la que el miedo y la presión económica fueron utilizados como herramientas políticas, mientras que factores internacionales actuaron amplificando la sensación de crisis, creando un clima de incertidumbre que impactó directamente en la sociedad argentina.

La inflación, trauma nacional

Pocos supieron interpretar como Javier Milei el terror que representan los procesos inflacionarios para la sociedad argentina. Bajar ese índice fue uno de los ejes de la campaña presidencial del libertario, y fue parte del contrato social que, a pesar del enorme costo que implica para la sociedad argentina, pudo medianamente cumplir. En estos últimos días, muchos analistas recordaron las manifestaciones de Álvaro García Linera en torno a la implicancia de los procesos inflacionarios de nuestro país: «Cuidado, compañeros, que se repita lo de Bolivia, no jueguen con la inflación (…) La inflación es un demoledor de ideas y lealtades. (…) Nunca jueguen con la inflación porque el dinero es el poder social por excelencia”. Milei interpretó a puntillas el trauma de la sociedad y encontró el síntoma. Por eso rogó un salvataje a los EE. UU. como única salida posible. El presente del peronismo, entre la proscripción, la ofensiva judicial y el llamado a la unidad. Mientras tanto, el peronismo atraviesa una división interna que tiene como consecuencia la ausencia de una representación que aglutine yconduzca el movimiento nacional y popular, y que disminuyó su potencia electoral ante la proscripción de Cristina Fernández de Kirchner. Ello tuvo impacto en la falta de representación real y simbólica. En el marco de un panorama que resulta por lo menos incierto y donde algo de las transformaciones sociales que permean a la política no parecen estar demasiado claras, el documento de CFK señala, entre otros, tres ejes discursivos que son interesantes analizar:

  • Diagnóstico histórico y político (comparación con elecciones
    anteriores).
  • Advertencia estratégica (ofensiva judicial y mediática contra el
    peronismo).
  • Convocatoria emocional y programática (unidad, militancia y coraje).

Si bien no puede negarse que el oficialismo ganó las elecciones a nivel nacional, CFK advierte que no es la primera vez que ocurre. “Desde la reapertura de la democracia en 1983, todos los presidentes, salvo De La Rúa y Alberto Fernández, ganaron la primera elección parlamentaria siguiente”. Con esa frase, CFK relativiza la euforia del oficialismo e introduce un análisis histórico comparativo, recordando que las victorias legislativas intermedias no aseguran continuidad en el poder, y cita ejemplos concretos: Mauricio Macri ganó con el 42 % en 2017 y no logró la reelección; el bloque vencedor de 2021, directamente, ni siquiera llegó al ballotage en 2023.

De esa manera, quita dramatismo a la derrota del peronismo y transmite una lectura histórica-estructural, no solo coyuntural, con el objetivo de mantener la moral interna del campo popular y desactivar lecturas de “fin de ciclo”. “No hay derrotas definitivas ni triunfos eternos”. La cita de Néstor Kirchner atraviesa todo el texto. Cristina la recupera no como consigna nostálgica, sino como principio político: una victoria electoral no puede leerse como un cheque en blanco.

Por otra parte, en uno de los pasajes más contundentes, Cristina advierte que lo que está en marcha es mucho más que una competencia electoral: “Se viene una fuerte ofensiva para tratar de romper el peronismo y el campo nacional y popular en su conjunto”. La expresidenta denuncia una secuencia de decisiones judiciales y mediáticas orientadas a disciplinar la dirigencia política. En su texto enumera fallos y sobreseimientos selectivos, donde figuras del poder económico y político del macrismo fueron beneficiadas, mientras dirigentes populares recibieron condenas injustas. “La dirigencia política, sindical y social está en libertad condicional”, afirma. Es una definición fuerte pero real: “Lo que está en juego no es una causa judicial, sino la posibilidad misma de ejercer soberanía política frente al poder real”, sintetizando el clima de época: un intento de limitar el margen de acción de toda fuerza que proponga un proyecto alternativo, que no traicione las banderas de independencia económica, soberanía política y justicia social.

El documento es también una denuncia sobre el funcionamiento del Poder Judicial y su sincronía con los intereses de los sectores más concentrados. Cristina describe con precisión un entramado de decisiones judiciales que, en un mismo día, beneficiaron a unos y castigaron a otros según los intereses que representan. De esa manera, retoma su concepto de lawfare y persecución política y mediática para disciplinar a los dirigentes del campo nacional y popular, incorporando la existencia de factores externos, judiciales y geopolíticos, que influyeron en el resultado electoral.

Respecto a las internas del movimiento, ante un escenario de fragmentación del peronismo, CFK insiste: “Como siempre lo he hecho en cada una de las oportunidades que me tocó decidir (y no en pocas contra viento y marea), sigo sosteniendo el valor de la unidad como instrumento político de construcción nacional, popular y democrática. Unidad a la que se debe sumar militancia con cohesión y claridad estratégica y programática”.

De este modo, el mensaje de Cristina es una convocatoria a reagruparse frente a la dispersión interna, reafirmando el valor de la militancia y la conducción con coraje frente al poder concentrado y las presiones externas. El texto construye sentido político: busca orientar la lectura hacia la idea de que, frente a un proyecto global de subordinación, la salida es la unidad del peronismo, con síntesis política y advertencia estratégica. En otras palabras, el problema de fondo no es la derrota electoral, sino la desafección democrática, la pérdida de representación y la fragmentación del movimiento nacional. Al interior del campo nacional y popular, el resultado electoral reabrió el debate sobre el rol del peronismo en una Argentina atravesada por la inestabilidad económica, la dependencia externa y la crisis de representación. En ese contexto, el peronismo deberá reagruparse como bloque, articular base social, sindical, popular y presentar un relato crítico enmarcado en un proyecto alternativo que pueda disputar sentido. Tendrá un desafío institucional, representado por sus diputados y senadores, para intentar frenar las iniciativas en el Congreso; un desafío desde sus usinas de comunicación, informando y denunciando las implicancias y retrocesos que propondrá la agenda oficialista; y el compromiso de su dirigencia de reorganizar al campo nacional y popular con unidad de acción y concepción.

La batalla electoral la ganó el gobierno, pero la disputa sigue siendo cultural, mediática, institucional y simbólica, y hay que darla en todos los frentes con el objetivo de reconstruir el sentido y recuperar una narrativa que vuelva a interpelar al pueblo y a recuperar la calle con organización popular. El epílogo es de CFK: “Por eso, como ya dijimos, necesitamos dirigentes con cabeza, corazón y mucho, pero mucho coraje”.


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